Normas para una vida Santa

Lectura

Colosenses 3.1-2 “1 Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. 2 Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra”.

Introducción

Dios nos llama a vivir una vida en santidad, lo cual, muchas personas olvidan una vez que tienen tiempo en el evangelio, tienden a olvidar.

Otros, por ser nuevos en el evangelio, no saben que Dios es un Dios de santidad y requiere que sus hijos.

Hoy observaremos a qué las Escrituras se refieren con vivir en santidad, pero este sermón no intenta cubrir el tema en su totalidad, sino simplemente observar, como creyentes, lo que las Escrituras nos exhortan.

¿Qué es santidad?

Santidad es lo que separa a Dios del mundo, o mejor dicho, a Dios del pecado.

Dios no puede habitar en el mismo lugar donde hay pecado.

Dios, al llamarnos a ser sus hijos, nos llama a vivir una vida de santidad.

2 Corintios 7:1 “purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.”

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1 Pedro 1:15-16 “sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; 16 pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo.»”

Hebreos 12:14 “Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”

La santidad no es un castigo de prohibirte hacer las cosas que deseas.

“La santidad es para el alma como la salud para el corazón” — John Flavel.

Pero sobre todo, la santidad glorifica al Dios que usted ama.

1. Mira hacia arriba.

El primer consejo que encontramos es concentrar tu mirada en las cosas de arriba.

Colosenses 3.1-4 “1 Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. 2 Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, 3 pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. 4 Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria.”

Esto no se refiere renunciar a tu vida cotidiana.

Tampoco se refiere a vivir una vida desconectada de la realidad de este mundo.

Está hablando de la esperanza que tenemos después de esta vida.

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2. Renuncia a la naturaleza carnal.

Colosenses 3:5-7 “5 Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. 6 Por estas cosas viene el castigo de Dios. 7 Ustedes las practicaron en otro tiempo, cuando vivían en ellas.”

Mateo 15:19 “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias.”

El deseo de tu corazón se contrapone con el deseo de Dios.

Como hijo de Dios, debes sintonizar, o recalibrar tu vida actual conforme a la vida que Dios te ha llamado.

Es por esta misma razón que al poner tu mirada en las “cosas de arriba” te ayudará a reorientar tu corazón, deseo, y energía.

3. Renuncia a las costumbres de tu pasado.

Colosenses 3:8-11 “8 Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno. 9 Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, 10 y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador. 11 En esta nueva naturaleza no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, culto ni inculto, esclavo ni libre, sino que Cristo es todo y está en todos.”

4. Revístete de la nueva vida en Jesús.

Colosenses 3:12-14 “12 Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, 13 de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. 14 Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.”

Estos son frutos, o características de quienes tienen el Espíritu Santo.

Gálatas 5:22-23 “22 En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, 23 humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.”

No tener estas cosas es como negar la eficiencia y poder del Espíritu Santo.

Él promete revestir a todo creyente con sus frutos.