Ser testigo del misterio

Evangelio según San Juan 17:20–26

No ruego sólo por éstos,sino también por aquellos que, por medio de su palabra,creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti,que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté, estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.

Ser testigo

Hacer una experiencia. Dios me llamó, me miró, me dio una vida que no termina. Es probable que nos acostumbremos pero existe una fuente que sacia nuestra sed para siempre. Se trata de una experiencia que habla por sí sola. “Hemos visto”… nuestros años de formación son años en los cuáles vemos y contemplamos un misterio. Es un tiempo para vivir un misterio que nos sobrepasa.

Ser enviado

Llevar esa experiencia. No tener miedo a luchar por las convicciones y por lo que hemos vivido. Basta preguntarse: ¿Qué significa ser bautizado? ¿Qué significa la vida de Dios unida a la mía? Significa sentirme amado y llamado a amar. Pablo iba de ciudad en ciudad transmitiendo cuánto había sido él amado y cómo este amor era para todos.

Hacer presente un misterio

Encarnar esta experiencia. Dios está presente y yo soy instrumento de dicha presencia. Dios ha querido hacer morada en mí y no se quiere ir. Quiere pelear por quedarse y peleará hasta el final. Porque quiere mantener esa presencia.