Presencia y protección de Dios.

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Introducción.

Algo que los padres aprenden con sus hijos, es que a ellos lo único que les interesa es que sus padres estén con ellos. No hay desafío, reto o peligro que le digan que no, o que se acobarden si el padre les ha garantizado estar con ellos.
Recuerdo, en más de una ocasión, a mi hijo lanzándose a lo hondo de un río, precisamente, porque yo estaba con él. Confiaba en mí porque mi presencia era una realidad allí.
Saben, el texto de hoy nos anima en la misma dirección de confianza, pero no de un hijo en un padre terrenal, sino de muchos hijos terrenales en un Padre celestial, cuya presencia es también una realidad.

!Confiemos en Dios, en Cristo nos ha garantizado Su presencia y compañía constante!

Dios es fiel a Sus promesas. (Gn. 28:10-15)

Al acercarnos a esta narrativa podemos darnos cuenta, que Moisés quiere resaltar que el Señor está actuando acorde a Sus propósitos. Él es fiel a Sus promesas.
En la experiencia del sueño de Jacob, notamos que el Señor se le presenta en la parte superior de la escalera, por donde Sus ángeles bajan y suben.
El Señor se presenta como el Dios de sus antepasados (Abraham, Isaac). Tres cosas, de forma general, le promete:
La tierra en la que está acostado.
Bendición.
Presencia y protección.
Todas estas cosas están, inseparablemente, relacionadas con lo que Dios había prometido a Abraham (Gn 12:1-3) e Isaac.
Es relevante notar, como Moisés, menciona que el Señor está resuelto a cumplir aquello que ha prometido. Si miramos la parte final del Gn 28:15, encontramos la alentadora y segura expresión:
…no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he prometido.
El Señor iba continuar con Jacob, obrando en él y alrededor de él hasta cumplir todo lo que le había prometido.
Ahora, pensemos por un momento en el pueblo que escucha esta historia. Estaba a las puertas de la tierra, pero deambulaban por el desierto. El frío de noche, el sol y el calor por el día; y los peligros, y la escaces eran retos constantes. Para ellos debió haber sido muy alentador saber que Dios no se había desentendido de ellos. Más bien, estaba procurando cumplir lo prometido, aunque, tal véz el escenario dijera otra cosa.
Es como que alguien te prometiera prosperidad económica en medio de una pobreza extrema, decidiendo acompañarte, y protegerte en dicho escenario, garantizando que su promesa llegue a ser una realidad.
Como iglesias debemos considerar algunas cuestiones: 1. Nuestro escenario actual es como estar en un desierto. (hay peligros, hay escacés). Sin embargo, Dios está con nosotros y sigue siendo fiel a sus promesas.
Estemos confiados en Dios en medio de este desierto. ¿Cómo? No dejando que las circunstancias se apoderen de nuestro corazón. Recordando constantemente a aquel que está con nosotros. (Leer Mt. 28:20).
Vivamos aferrados a Sus promesas. ¿Cómo? Reflexionando diariamente en aquello que nos ha prometido. ¿Cómo? Leyendo, orando y cantando Su Palabra.
Entendamos que Dios, es fiel. ¿Cómo? Meditando en cómo cumplió Su palabra a los patriarcas, profetas y apóstoles. ¿Cómo? dejándonos informar en primer lugar, por Su Palabra, en segundo, por la historia de otros cristianos.

En Dios es en quién podemos confiar. (Gn. 28:16-22)

Confiar en alguien es un asunto de todos los días. Sin embargo, encontrar a alguien en quien podamos confiar, eso es otra cosa.
Moisés nos relata la reacción y determinación de Jacob al despertar del sueño:
Asombro y temor. Jacob se asombró por la presencia de Dios en ese lugar, de la cual no fue consiente. La reacción fue de temor. El Señor estaba allí, aquel lugar era morada de Dios, era una puerta al cielo.
Levantó una piedra por señal e hizo un voto. Era común en aquellos días erigir señales y hacer votos a deidades. El punto era dejar un testimonio visible de experiencias inolvidables (respecto a las señales). Y, en cuanto al voto, implicaba determinación.
Para Jacob era: …el Señor será mi Dios. (Gn. 28:21). La condición de Jacob era que:
Dios estuviera con él y le guardara en el camino.
Dios le proveyera de alimento y vestido.
Dios le regresara a casa de su padre sano y salvo.
Sabemos, por el libro de Gn, que Jacob experimentó todo aquello que pidió al Señor: Disfrutó de la compañía, protección y cuidado del Señor; y regresó a casa de su padre sano y salvo.
El Señor vino a ser el Dios de Jacob.
El punto es que Dios es aquel en quien Jacob confió; Jehová vino a ser su Dios.
Todo esto debió ser muy reconfortante para la comunidad en el desierto. Ellos conocían toda la historia, como nosotros. El Señor que vino a ser Dios de Jacob, era también su Dios. Ellos podía confiar en Él en medio del desierto y de todas las realidades difíciles que vivían.
Como iglesia, no somos muy diferente. Conocemos toda la historia del Dios de Jacob. Podemos y debemos confiar en Él.
Confiemos en nuestro Dios. ¿Cómo? Acercándonos más a Su persona. ¿Cómo? Conversemos con Él todos los días. Recordemos sus promesas.
Pongamos nuestras vidas en las manos de Dios. Descansemos en Su persona y lo que ha dicho en Su Palabra. No necesitamos, como creyentes, poner condiciones para creer en Dios o vivir a Dios. El punto es que ya Él es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo.
No dejemos que el escenario de nuestro país oscurezca nuestros ojos para no ver al Señor que está con nosotros, que nos ha sostenido, y sostiene. Él ha provisto alimento, ropa y protección; y lo más importante, NOS ACOMPAÑA SIEMPRE.

Conexión con Cristo.

Ahora, mis hermanos, lo más hermoso de este texto es encontrar que aquel que estuvo con Jacob y con Israel, fue nada más y nada menos que, Cristo mismo.
¿Cómo es que podemos llegar a tal afirmación?
Bueno, vayamos al v. 12:

Y tuvo un sueño, y he aquí, había una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo superior alcanzaba hasta el cielo; y he aquí, los ángeles de Dios subían y bajaban por ella.

Quisiera llamar la atención a la escalera en el sueño de Jacob. La misma es una especie de símbolo de acceso de Dios por la cual Su presencia viene a ser una realidad; de ahí la descripción de ángeles descendiendo y ascendiendo por ella. Dios estaba con Jacob y él tenía acceso a Él. La presencia de Dios estaba allí.
Vayamos ahora a Juan 1:49, 51,

49Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel

Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

Jesús mismo alude a la escalera de Jacob. En su ministerio terrenal, fue servido por ángeles. Vino a ser no solo el mediador entre Dios y los hombres (como Pablo le dice a Timoteo 1Tim 2: 5, o como el discípulo amado Juan 14:6), sino que es la presencia de Dios con sus hijos, con su pueblo. Él es el Dios con nosotros (Juan 1:1, 14).
Ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin de la era (Mt. 28:20)
No nos ha dejado solos, desamparados y huérfanos, nos ha dejado al E.S.
Es maravilloso saber que el Señor está con nosotros, que Su presencia y compañía es una realidad en donde quiera que estemos y a donde quiera que vayamos.
Es tan así esto, que a Juan se le mostró esta imagen en la revelación que Jesucristo le dio en Patmos. Apocalipsis 12:6, 14

6Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.

14Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.

La iglesia, el pueblo de Dios, es llevada (por Dios al desierto) para ser sustentada por Él. Su presencia, cuidado y sostén es por medio de la muerte del cordero inmolado.
Conclusión.
Iglesia de Dios, es una realidad que estamos en el escenario de un desierto. No es secreto que estamos enfrentados hostigamiento y pruebas, de adentro y de fuera.
Los peligros nos asechan, el panorama actual y el que se avecina no parece ser grato. Sin embargo, Dios está con nosotros sin importar dónde estemos y en que condición nos encontremos.
Recordemos la gran verdad de este texto para nuestras vidas:

!Confiemos en Dios, en Cristo nos ha garantizado Su presencia y compañía constante!

Así que, Tengamos presente que:
1. Dios es fiel a Sus promesas.
2. En Él podemos confiar plenamente.
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