Maestros en la vida real
I. Qué es un maestro
Aquellos que tienen la responsabilidad de instruir a otros, especialmente en los asuntos de fe y vida: en el hogar, los padres; en Israel, los sacerdotes y maestros de la ley y, en la iglesia del NT, los apóstoles, profetas, pastores y maestros.
II. Maestros que enseñan con pasión
Me gustaría que en este encuentro pudiéramos reflexionar sobre nuestro llamado y en los motivos por los cuales estamos enseñando a los niños y a los adolescentes. También quisiera que revaloricemos la oración como la herramienta que no podemos dejar de usar en nuestra tarea de enseñanza y de formación espiritual. Quisiera que pensáramos en los temas que enseñamos para que nos preguntemos si los ponemos en la práctica, si son una realidad en nuestras vidas, para ser “maestros que enseñan con pasión” la Palabra de Dios.
III. Un maestro que impacta
La suma de las respuestas a estas preguntas dará un perfil del maestro, las características esperables en una persona que desea servir al Señor entre los niños.
Pero no se puede olvidar el llamado de Dios ni la pasión (dada por Dios), para servir entre los pequeños. Si está la disposición a servir al Señor y el amor a los niños, quizá las demás cualidades se puedan adquirir y aprender con el correr de los días. Por supuesto, debe haber una disposición para crecer y evidenciar esas cualidades que hacen más efectiva la tarea y el servicio.
Esto quiere decir que no podemos dar o seguir con la clase si detectamos alguna necesidad especial en ellos. Puede ser que algún tema les haya producido tristeza o melancolía, que estén preocupados por algo, que se hayan peleado con algún compañero, etc. A veces podemos estar tan entusiasmados con el tema y con la lección que preparamos que no nos damos cuenta de cómo están ellos, qué les produce ese tema, qué reflejan sus rostros.
Para eso es bueno que haya dos maestros por clase; entonces, cuando se presente alguna dificultad con algún alumno, uno puede continuar con la clase y el otro conversar con el niño que se muestra violento o inquieto, para darle un espacio de escucha y atención especial.
Como todo lo que somos habla de nosotros, nuestra vestimenta y nuestro aspecto personal también comunican. No sólo enseñan nuestras palabras, también enseñan nuestros gestos, los tonos de nuestra voz, nuestras actitudes y nuestro aspecto.
El maestro debe ser alguien prolijo en su aspecto: en su ropa y en el cuidado de su cabello.
La lección es importante, siempre que no esté por encima de ellos y sus necesidades. Ellos siempre deben estar en primer lugar.
IV. Cómo aprenden los alumnos
V. Barreras en la enseñanza
La práctica más ardua y encomiable consiste en llenar tu mente de material relacionado con el tema de la predicación y, luego, pronunciar el mensaje con las palabras apropiadas que te vengan al pensamiento en ese momento. Esto no es predicar espontáneamente; ya que, aunque las palabras son improvisadas —como creo que siempre deberían serlo—, los pensamientos proceden de la investigación y del estudio. Solo las personas irreflexivas piensan que esto sea sencillo; pero representa al mismo tiempo la forma más laboriosa y eficiente de predicar y tiene sus propias virtudes, de las cuales no puedo hablar ahora una por una, ya que nos desviaría de la cuestión que estamos tratando.
para poder hablar bien espontáneamente, un hombre debe elegir cuidadosamente un tema que entienda
VI. Cómo seguir creciendo
SUELE SUCEDER QUE LA PALABRA EVALUACIÓN NOS GENERE TEMORES y malestar. ESTO tiene que ver con experiencias escolares que han sido traumáticas y muy estresantes. Por este motivo, hemos sacado la palabra “evaluación” de nuestro vocabulario y de nuestra práctica. Pero, al no reflexionar en nuestra tarea docente, caemos una y otra vez en los mismos errores.
Me gustaría que en este encuentro pudiéramos comprender el valor de la evaluación e incorporarla, como una instancia más, de nuestra práctica. De este modo, podremos superarnos al ser cada día mejores maestros.
Se evalúa para:
• Mostrar una realidad.
• Mejorar la realidad y la calidad de la práctica.
• Revelar el grado de ajuste entre lo planificado y su implementación.
Toda evaluación debe ser en amor y respeto y no debe ser usada para desanimar, criticar u obstaculizar la tarea. El objetivo es construir y no desalentar.
Es por eso que, cuando terminamos una clase, nos deberíamos preguntar:
• ¿Se cumplieron los objetivos?
• ¿Cómo fue la participación de los alumnos? ¿Qué necesidades pude detectar en ellos?
• ¿Qué dificultades se presentaron?
• ¿Qué puedo aprender de estas dificultades para el futuro?
Si dedicas unos breves minutos después de cada clase para pensar en esto, verás los cambios positivos que habrá en tu enseñanza y en el desarrollo de cada lección.