Sermón sin título (26)
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También en el ámbito natural, Dios ha colocado a las personas en diferentes posiciones, porque hay funcionarios del gobierno, ciudadanos, padres, hijos, sirvientes, ricos, ciudadanos de clase media y pobres. La persona humilde se mantendrá y continuará en la posición donde Dios la ha puesto, hasta que Dios la llame para que se aparte de ella. Si está en una posición humilde, está satisfecho, siendo la voluntad de Dios. Posee más de lo que es digno, y no se aleja de ello, sino que permanecerá con él hasta que el Señor se lo quite; es decir, si a Él le agradara hacerlo así. Si ese no es el caso, también está bien con él. Si ocupa una alta posición que va acompañada de riqueza, también la mantendrá y buscará ser fiel en ella. No se exalta a sí mismo por encima de los demás porque ocupa esta posición. Más bien, es humilde, sabiendo que no es digno de ello.—Vol. 4, página 72— llega a considerar que es su deber desempeñar esa función, haciendo así honorable el cargo o cargo que ocupa. La denigración de uno mismo no es un acto de humildad. Es mucho más fácil desechar todo y someternos a la pobreza, la vergüenza, el desprecio, la soledad y el silencio, que conservar nuestra posición con un corazón humilde y conducirnos de una manera que sea consecuente con nuestra posición. Así, alguien puede tener una posición elevada, ser rico, estimado y honrado, y al mismo tiempo tener una disposición humilde de corazón. No codicia el honor, el respeto y la obediencia porque tiene esta posición, ni se jacta de ella. Él
En segundo lugar, tampoco deseará ser elevado por otros por encima de la condición en que se encuentra.. Esto no le daría ni placer ni alegría, sino más bien tristeza y dolor, sabiendo que no tiene derecho a ello. Quiere ser humillado y pasar desapercibido en su paso por este mundo. Él sólo desea dar en lugar de recibir. Él deja que los Hamán tengan las rodillas dobladas y los Herodes las alabanzas. Es feliz cuando puede estar solo, y si alguien quiere estimarlo demasiado, transmitirá su aversión por esto, diciendo con Juan el Bautista: "Yo no soy (él)" (Juan 1:21). Con Pedro y Pablo, aborrecerá cualquier honor excesivo (cf. Hch 3,12; Hch 10,26; Hch 14,14). En cambio, la persona humilde estima mucho el bien que percibe en otra persona. Estima a esa persona más excelente de lo que es, se humilla en su presencia, está dispuesto a servirle y no tiene envidia si esta persona es honrada más que él,