Restaurándonos de relaciones dañinas
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Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.
INTRO
INTRO
Todos hemos tenido o tenemos relaciones en nuestras vidas que nos han causado daño:
Hemos tenido amigos que nos han traicionado o abandonado.
Hemos estado en trabajos con compañeros o jefes que nos hicieron mucho mal.
hemos estado en relaciones comerciales donde hemos sido estafado o hemos tenido que alejarnos por razones éticas.
Hemos dejado iglesias a causa de conflictos con hermanos.
Hemos tenido personas que nos evitan o hablan detrás de nosotros.
Tenemos conflictos familiares que nos dañan y mucho.
Soportamos matrimonios débiles donde nos sentimos no deseados y no amados.
A causa de todo esto muchas veces somos heridos andantes. Como los soldados que regresan de las líneas del frente, maltratados y magullados por nuestras malas relaciones interpersonales.
Puede ser aún más larga y dramatica la lista por supuesto, pero la pregunta es la misma para todas estas relaciones que hemos vivido y nos han causado daño o nos están causando.
¿Cómo podemos restaurarnos de esto? ¿se pueden sanar tantas heridas?
Las mayoría de las personas intentan seguir adelante, por supuesto. Quieren que su vida continúe, y por tanto siguen adelante, pero lo hacen con una carga interna muy pesada y que a veces se hace insoportable.
Hoy vamos a ver, a través de la palabra del Señor, cómo podemos restaurar o sanar esas heridas y podes seguir adelante, seguramente con la sicatríz, pero sin el dolor de una herida a causa de una relación dañina.
Debemos saber que el Señor puede restaurar las heridas de todas las relaciones dañinas, las del pasado, las del presente y las del futuro.
Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.
En base a esta verdad vamos a ver por lo menos cuatro principios de restauración.
PRIMER PRINCIPIO: Traer al Señor a esa relación
PRIMER PRINCIPIO: Traer al Señor a esa relación
Queda claro que no es mi intención ganarme el favor de la gente, sino el de Dios. Si mi objetivo fuera agradar a la gente, no sería un siervo de Cristo.
Casi siempre que somos heridos podemos caer en la tentación de tratar de hacer justicia o tomar una postura para agradarnos a nosotros mismos.
Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió.
Entonces cuando uno trae al Señor a una relación, no busca hacer lo suyo, sino lo de Dios.
SEGUNDO PRINCIPIO: Hacer lo del Señor
SEGUNDO PRINCIPIO: Hacer lo del Señor
Cuando somos dañados por una relación X, la tendencia es hacer justicia, y esa instancia buscamos consejo, aprovación, complicidad, etc. escuchamos muchas voces y no siempre son voces sabias e interesados en mi bienestar.
Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.”
Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.
Si alguien te pone pleito para quitarte la camisa, déjale también la capa.
Si alguien te obliga a llevarle la carga un kilómetro, llévasela dos.
Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.
Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.”
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen,
para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos?
Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles?
Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.
Cuando Job oró por sus amigos, el Señor le restauró su bienestar. Es más, ¡el Señor le dio el doble de lo que antes tenía!
También lo vemos en el caso de José, cómo Dios restauró toda la familia cuando él perdonó y reconoce que él no es Dios.
¿Por qué José dice eso? porque Dios es el único que tiene derecho a juzgar y a enojarse.
Luego sus hermanos se presentaron ante José, se inclinaron delante de él y le dijeron: —Aquí nos tienes; somos tus esclavos.
—No tengan miedo—les contestó José—. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios?
Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.
En este texto encontramos dos enseñanzas muy buenas para restaurar nuestra vida; en primer lugar, José pregunta: ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? y en segundo lugar, entender que Dios usa todas las circunstancias para bien.
Esto no es fácil, es más es imposible desde nuestra humanidad, desde el humanismo, que busca la justicia propia. La única manera de hacer esto es, traer al Señor a esa relación y luego hacer lo de Dios.
TERCER PRINCIPIO: Quitar los condicionantes
TERCER PRINCIPIO: Quitar los condicionantes
El secreto de esta clase de vida, no está en el razonamiento, sino en aprender a vivir como Cristo, siendo conscientes de que tenemos Su Espíritu viviendo en nosotros.
Al entender esto, debemos trabajar para quitar los condicionantes que fueron generados por la herida que sufrimos.
Por eso, arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Tal vez te perdone el haber tenido esa mala intención.
Veo que vas camino a la amargura y a la esclavitud del pecado.
Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia.
El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos.
Cuando uno aprende a perdonar y a quitar los condicionantes que las heridas nos metieron, la indiferencia, el rechazo, la envidia, el chusmerio, etc.; entonces nos hacemos fuertes, maduros, sanos, etc. Y las cosas que hacen los demás ya, no sólo que no nos afectan o si nos afectan lo resolvemos enseguida, sino que también, estamos dispuestos a servir y ayudar a los demás.
CUARTO PRINCIPIO: Servir a los demás
CUARTO PRINCIPIO: Servir a los demás
Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no sólo entre ustedes sino a todos.
Ya no nos importamos nosotros mismos, sino que estamos para alentar, sostener, ser pacientes, etc. con todos los demás.
Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.
Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente. Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que el Amo a quien sirven es Cristo;
Conclusión
Conclusión
Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán.
El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.»
