EL DIVINO ALFARERO

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Reflexión de cómo Dios nos forma y nos repara

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La labor del alfarero

Los alfareros tienen la tarea de crear vasijas, platos y esculturas usando su materia prima: la arcilla, el barro.
Ellos primero tienen qué ir a buscar el barro, humedecerlo y amasarlo hasta que quede apto para ser trabajado y posteriormente darle la forma que desean, para hornearlo y así tener una vasija hermosa que pueda ser de utilidad.
¡Es una tarea ardua y que requiere de gran destreza!

Dios, el divino alfarero

La Biblia nos enseña que Dios nos “formó”, (Gén. 2:15, 22) usando distintas materias primas (al hombre del polvo de la tierra y a la mujer de la costilla del hombre). No fueron creados de la nada o sólo por orden de la voz de Dios, sino que Dios se tomó el tiempo de recolectar, moldear y dar vida a nuestros primeros padres.
No sólo Adán y Eva fueron formados y moldeados por Dios, porque la Biblia también nos dice en el Salmo 139:13 “Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre” . Dios, el divino alfarero, que formó a Adán y a Eva con sus propias manos, también nos ha tejido a nosotros desde el vientre.

Vasijas rotas

¡Pero hay un problema enorme! Hemos llegado a ser vasijas rotas para el Señor:
Jeremías 19:11 LBLA
11 y les dirás: «Así dice el Señor de los ejércitos: “De igual manera romperé yo a este pueblo y a esta ciudad, como quien rompe una vasija de alfarero, que no se puede reparar más; y los enterrarán en Tofet por no haber otro lugar donde enterrar.
El pecado nos ha quebrado. Aunque el ser humano salió perfecto y santo de las manos de Dios, el enemigo pronto quebró nuestra naturaleza y condenó a toda la humanidad a ser vasijas rotas (Gen. 3:23 “Y el Señor Dios lo echó del huerto del Edén”).
¿Para qué sirve una vasija rota? ¡Para nada!
LA PIEDAD
El 21 de mayo de 1972, el geólogo australiano de origen húngaro Laszlo Toth, que tenía graves problemas mentales, se lanzó contra la escultura gritando “Soy Jesucristo resucitado de entre los muertos” y la golpeó quince veces, destrozando el rostro, rompiendo el brazo izquierdo y lesionando el codo de la obra, de la que se desprendieron cincuenta fragmentos.
Gracias a la existencia de numerosos calcos y reutilizando, en la medida de lo posible, los fragmentos originales junto con una mezcla de cola y polvo de mármol, fue posible reintegrar la obra con fidelidad.

Kintsugi

No siempre es posible regresar las obras dañadas a su estado original, a veces las marcas de sus heridas no pueden ser borradas.
El Kintsugi es una técnica japonesa para restaurar las cerámicas quebradas. Kintsugi significa “carpintero de oro” y este arte consiste en pegar las piezas rotas con arcilla para luego espolvorear estas roturas con polvo de oro o de plata. Los japoneses creen que “las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto, y que deben mostrarse en lugar de ocultarse, incorporarse y además hacerlo para embellecer el objeto, poniendo de manifiesto su transformación e historia”.

El Divino reparador

Dios tiene el deseo de repararnos, de unir las piezas sueltas de nuestra vida. Es imposible olvidar nuestra historia, pero Dios no pretende que lo hagamos, así como el kintsugi se trata de fortalecer y embellecer aquellos lugares donde antes hubo heridas, Dios quiere fortalecer nuestras debilidades (2 Cor. 12:9 “Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”), quiere embellecer nuestras heridas con su sangre preciosa para testimonio a todas las naciones de que Él es el único que salva.
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