JESÚS APARECE A UN DISCÍPULO QUE SUFRE DE REALISMO PESIMISTA
EVANGELIO DE JUAN • Sermon • Submitted
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Pasaje
Pasaje
¶24 Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Entonces los otros discípulos le decían: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré.
¶26 Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, Jesús vino* y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros.
27 Luego dijo* a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!
29 Jesús le dijo*: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.
El propósito de este evangelio según Juan
¶30 Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro;
31 pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
A lo largo del evangelio de Juan han habido declaraciones importantes con las que algunos hombres se dirigieron a Jesús. Juan el Bautista dijo: “El es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.” Jn. 1:27 y también lo llamó “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (v.29) e incluso lo llamó “novio” 3:29 aludiendo a que el era la verdadera promesa de Israel.
Andrés le dijo a su hermano Simon Pedro sobre Jesús, “Hemos hallado al Mesías” Jn 1:41. Y Felipe le dijo a Natanael: “Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas” Jn 1:45. Por su parte, Natanael se refirió a Jesús como “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.” Jn 1:49.
Nicodemo el maestro de Israel llamó a Jesús “Maestro” Jn 3:2; la mujer samaritana lo llamó “profeta” 4:19; y el resto de los samaritanos, “El salvador del Mundo” 4:42. La multitud que vio la señal de la multiplicación de los panes y pescados dijo de Jesús que era “el Profeta que había de venir al mundo.” 6:14.
En una ocasión Pedro le respondió a Jesús: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios. Jn 6. 68-69. En la fiesta de los tabernáculos algunos decían: “El es bueno” 7:12; otros, “el profeta” (v.41) y otros más “el Cristo” (v.42).
Aún los alguaciles del templo dijeron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre habla! 7:46. El ciego de nacimiento a quien Jesús sanó le llamó Señor, y le adoró (Jn 9:38). Marta le dijo: Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo. Jn: 11:27. La gran multitud que lo recibió en Jerusalén decía: ¡Hosanna! BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR, el Rey de Israel. Jn 12:13. En la ultima cena los discipulos le dijeron a Jesús: “Ahora entendemos que tú sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que tú viniste de Dios” Jn 16:30. Y Maria Magdalena cuando lo vio resucitado lo llamó “!Raboní!”.
Todos estas expresiones demuestran el impacto que causó el Señor Jesús en su tiempo y especialmente en la vida de las personas con que trató, algunas de ellas son más sublimes y claras que otras, le llaman el Cristo, el profeta, el Maestro, el Cordero, etc., pero sin duda ninguna de ellas expresa tan claramente la divinidad De Cristo como la que usó Tomás cuando vio a Jesús Resucitado: ¡Señor mío y Dios mío! (v.28).
Justo después de la ocasión en la Tomás pronunció estas palabras Juan nos dice que todo lo que escribió en su evangelio es con el fin de que “creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.” (v.31). Que variedad de testigos y creyentes nos ha presentado Juan a lo largo de su evangelio, desde un profeta tipo Elías que vivía en los desiertos, un hombre recto como Natanael, un Maestro respetado como Nicodemos, una mujer desordenada como la samaritana, hombres fríos como los alguaciles del templo, Sensibles como María magdalena, y hombres que piden evidencias físicas como Tomás; todos ellos son una gran nube de testigos cuyas declaraciones demuestran que Jesús es Dios.
I. TOMÁS EL DISCIPULO QUE SUFRÍA DE UN REALISMO PESIMISTA
I. TOMÁS EL DISCIPULO QUE SUFRÍA DE UN REALISMO PESIMISTA
En este ocasión se nos presenta a uno de los doces de quien nada se dice en los demás evangelios, salvo dos referencias que hace Juan acerca de él. Su nombre arameo es teõmã y en griego el Dídimo. En ambos casos significa “mellizo”. Tomás debió tener o una hermana o un hermano gemelo para que le dieran este nombre pero de ello no sabemos nada. Lo cierto es que a pesar de las escasas referencias que tenemos de este discípulos su fama no es poca cosa o más bien, su mala fama.
Así como a la gente llorona se le suele comparar con María Magdalena, a los incrédulos y escépticos se les suele comparar con Tomás. Sin embargo, esta fama no es justa. Es cierto, que Tomás demostró incredulidad ante la resurrección de Jesús, pero el resto de los discipulos también lo hicieron. Que este discípulo haya pedido evidencias físicas de la resurrección no lo hace el “incrédulo del grupo”. Recordemos que cuando los testigos que vieron a Jesús resucitado fueron a dar las buenas nuevas a los otros discipulos estos también se mostraron incrédulos. Por lo tanto, identificar a Tomás como el mayor de los incrédulo no hace justicia al carácter de este buen discípulo.
La primera vez que vemos en el evangelio de Juan a Tomás participando activamente fue durante la muerte de Lázaro. Para esa ocasión la hostilidad hacia Jesús estaba en un punto álgido hacía pocos días habían intentado lapidarlo (Jn. 11:8) los discipulos están seguros que un viaje a Jerusalén terminaría mal por lo que ellos se muestran renuentes a ir, a tal punto era su indisposición a ir que le preguntaron: “¿y vas otra vez allá?”. Es en esta ocasión que Tomás les dice: “vayamos también nosotros, para morir con el” Jn. 11:16.
McArthur en su libro Doce Hombres Comunes dice de Tomás:
“Eso es ser pesimista, y el pesimismo era típico en Tomás. Sin embargo, era un pesimismo heroico. Él no podía ver más que desastre por delante. Estaba seguro de que Jesús iba directamente al lugar donde lo apedrearían. Pero si eso era lo que el Señor estaba dispuesto a hacer, Tomás estaba inexorablemente dispuesto a ir y morir con Él.
No se puede sino admirar su valentía. No es fácil ser pesimista. Es una forma muy lamentable de vivir. Un optimista quizás habría dicho: «Vamos; todo va a salir bien. El Señor sabe lo que hace. Él dice que no nos va a pasar nada. Estaremos bien». Pero el pesimista dice: «Él está yendo a la muerte y nosotros vamos a morir con Él».
Opino que, aun cuando Tomás probablemente era pesimista, en sus palabras destaca más bien lo que la Biblia de las Américas ha llamado un “realismo franco”. No era un pesimista irracional, era un hombre realistas que sabía anticipar lo peor de las situaciones, eso no necesariamente es un defecto en el carácter y de hecho, pudo volverse un punto a favor al momento de testificar acerca de la resurrección de Jesús. Tomás no era un positivistas, optimistas o emocionalista fácil de convencer.
Juan nos dice que Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino Pero ¿Por qué este hombre no estaba reunido con los 10 discipulos el día que Jesús resucitó? Definitivamente tendríamos que conjeturar si queremos dar alguna explicación a este hecho, pudo haber sido por las características de su personalidad antes mencionadas que, hundiéndole en la soledad y el dolor lo aislaron del grupo; o que su realismo franco lo llevara a pensar que ya no valía la pena seguir luchando, que finalmente el Señor se había ido y él no sabía a donde (Jn. 14:5).
Lo cierto es que cuando hubo la ocasión los otros discípulos le decían: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré. Como se ha mencionado levemente, no debemos ser tan duros con la actitud de Tomás, no es él único del grupo que le ha costado creer. Se ha hecho evidente que ninguno de ellos esperaba la resurrección del Señor. María Magdalena fue la primera en decir: “He visto al Señor” Jn. 20:8. pero los discipulos que oyeron su testimonio “se negaron a creerlo” Mc. 16:11. Los discipulos que iban camino a Emaús que vieron al Señor resucitado contaban sus experiencias en el camino y como le habían reconocido en el partir del pan Lc. 24:35, pero los demás “tampoco les creyeron” Mc. 16:13. Incluso, cuando el propio Jesús se apareció en el monte de Galilea, al verle, algunos discipulos le adoraron, pero otros duraron ( Mt. 28:17).
El requerimiento de Tomás es elevado y atrevido pero no es descabellado si recordamos que Jesús “les mostró las manos y el costado” (v.20) al resto de los discípulos. Tomás necesitaba ver aquellas mismas evidencias, quería ver las señales que dejó la cruz en Jesús y más, quería meter su propio dedo en los huecos de su mano. Los verbos son muy interesantes, porque Juan nos indica que mientras los discipulos “le decían...” Tomás “... les dijo”. Dicho de otra manera, en varias ocasiones los discipulos intentaron convencerle pero Tomás estaba decidido a no creer hasta que se cumpliera su requerimiento, nadie lo sacaría de su posición, ni siquiera el testimonio de 10 hermanos.
De esta petición derivamos dos cosas. La primera es que las marcas que dejaron los azotes y la crucifixión que sufrió Jesús en el corazón de los discipulos debieron ser terrible. A su parecer era imposible que alguien pudiera revivir de semejante muerte, literalmente, Jesús había sido “herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades” (Is. 53:5), esto debió conmocionar al grupo. Y segundo, la gran misericordia y paciencia que el Señor ha tenido con este discípulos testarudo y lento. Pero no solo el requerimiento es elevado y atrevido además es sincero, Tomás no disimulo creer algo que no creía. Tampoco se alejó de quienes sí creían sino que se mantuvo con ellos y recibió la bendición que en primera instancia se había perdido. !Aprendamos de esto!
II. JESÚS APARECE A TOMÁS COMO UN ACTO DE INMESO AMOR
II. JESÚS APARECE A TOMÁS COMO UN ACTO DE INMESO AMOR
a. Jesús aparece en medio de los discípulos
a. Jesús aparece en medio de los discípulos
Ocho días después, de la declaración de Tomás, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, como la semana pasada, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros. Jesús entró de nuevo de la misma manera que lo hizo la vez pasada. El domingo anterior en que Jesús se les apareció Juan nos dice que las puertas del lugar estaban cerradas por miedo a los judíos. En esta ocasión no menciona nada acerca del miedo pero las puertas están cerradas de nuevo. Es probable que algo de aquel miedo aún persistiera. Ellos habían visto a Jesús resucitado; un entendimiento nuevo de la Escritura se les había dado; pero aún faltaba que fueran revestido con el poder del Espíritu Santo en el Pentecostés para que pusieran el mundo de cabeza.
Para algunos la expresión Paz a vosotros que usó Jesús tiene la connotación del típico saludo oriental que expresaba el deseo de prosperidad. Pero personalmente no descarto que el Señor mantenga la intención de la aparición del domingo pasado cuando les refirió las mimas palabras. Si ese es el caso, entonces, Jesús quería recordarles y en especial hacerle saber a Tomás que ahora ellos estaban en un nuevo estado de Paz con Dios. Cristo por medio de su muerte y resurrección ha alcanzado para su pueblo la verdadera Paz, el estado que surge cuando la justicia de Dios es satisfecha y el hombre es declarado inocente, es hecho justo, santo y adoptado en la familia de Dios.
b. Jesús se dirige a Tomás, satisface sus exigencias y lo reprende seriamente.
b. Jesús se dirige a Tomás, satisface sus exigencias y lo reprende seriamente.
Luego de este saludo, se dirigió directamente a Tomás y le dice: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Es sorprendente lo que aquí se nos relata, y explica muy bien la manera en que estos discípulos se relacionarían con Jesús de ahora en adelante. Jesús no estuvo fisicamente el día que Tomás manifestó su requerimiento, pero sí lo estuvo en su forma divina. Ahora los discipulos podían comenzar a entender aquellas palabras de Jesús: “pero les digo la verdad: les conviene que me vaya...” Jn. 16:7. En la ascensión de Cristo la presencia física de Jesús ya no estaría entre ellos, sin embargo, Él estaría presente con ellos en todo lugar y todo momento amándoles, consolándoles y guiándoles. los discipulos podrían unir su voz junto a la del apóstol Pablo y exclamar:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Rom. 8:35-39.
No se nos dice nada sí Tomás finalmente metió los dedos en las heridas del Señor o no, posiblemente al verlo y al oírlo cayó bajo profunda convicción y dijo: ¡Señor mío y Dios mío!. Esta es la conclusión más natural a la que se llega por el contexto y por las palabras que le dice Jesús luego de esta declaración. Pero Cualquiera que haya sido el caso la evidencia había vencido su realismo franco y su pesimismo, aquellas pruebas lo llevaron a considerar que Jesús no solo era su “Señor mío” sino además su “Dios mío”, Tomás entendió que Jesús era Dios encarnado. !Que maravilla! !Que inescrutable riquezas de la gloria de Cristo!
Por otra parte, no podemos tratar ligeramente el hecho de que el Señor aceptará con naturalidad la afirmación de Tomás. En un entorno judío (monoteista) como el de entonces, de no haber sido verdad Jesús no hubiese aceptada semejante adoración. De esto tenemos suficiente evidencia en el NT. Pedro rechazó la adoración de Cornelio cuando este se postró a sus pies en su casa (Hch 10:25-26); Pablo y Bernabé rechazaron la adoración que los ciudadanos del Listra le querían ofrecer a considerarlos dioses (Hch 14:13-14); cuando Juan se postró delante del ángel para adorarle en Patmos, el ángel le dijo “no hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos…” Ap. 19:10. Pero en este caso Jesús aceptó tal adoración, e incluso la confirmó al decirle: ¿Porque me has visto has creído?
Estás palabras no solo corroboran que lo que Tomás está diciendo es cierto, tienen implícitas un reproche. La declaración del discípulo es sublime, pero aún así no le evita la dura exhortación. Jesús le está diciendo que ha llegado a tener fe solo porque pudo ver con sus propios ojos lo que Él había predicho que sucedería y que sus co-discípulos le habían testificado con tanta energía ¿Hasta donde puede avanzar un hombre en su vida con una actitud así? Nadie puede vivir de “ver para creer”, Tomás debía abandonar ese pecado si verdaderamente quería avanzar con Jesús.
Finalmente, Jesús agrega que la actitud contraría de “ver para creer” es más honorable y bendecida: “Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.” Es como si Jesús le estuviera diciendo a Tomas, tu has creído porque me has visto, pero más bienaventurados son aquellos que sin ver han creído y concluido lo que tu hoy concluyes. De aquí en adelante, veremos que toda el reino de la gracia avanza en esa dirección. Son tan creyentes y dichosos aquellos que sin ver pueden concluir al igual que Tomás que Jesús es “!Señor mío y Dios mío!”
III. LAS FINALIDAD DE ESTAS APARICIONES
III. LAS FINALIDAD DE ESTAS APARICIONES
Juan como de costumbre añade un nota parentética y dice: Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro; pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre. El relato de la resurrección tal como Juan lo presenta y en general el contenido de este Libro tiene como finalidad que crean en Jesucristo el Hijo de Dios.
Aunque este paréntesis parece interrumpir abruptamente la narrativa e incomoda a muchos lectores, personalmente lo encuentro fascinante. No hay un mejor lugar para colocarlo que este. A largo de libro Juan ha mostrado al Señor Jesús victorioso sobre todos sus enemigos desde los hombres religiosos hasta la misma muerte, pero justo aquí luego del relato de la declaración de Tomás se le ve triunfando aún sobre la incredulidad de uno de sus discipulos. ¿Podemos dudar de la suficiencia de nuestro Salvador y Señor? De ninguna manera, Él es el soberano y Todopoderoso Dios en quien la Biblia nos llama a confiar y amar.
APLICACIONES
APLICACIONES
1. Maclaren piensa que “Tomás hizo la peor cosa que un hombre melancólico puede hacer, irse a un rincón solo a meditar melancólicamente, y así exagerar todas sus idiosincrasias, distorsionar la proporción de la verdad, y abrazar su desesperanza, separándose de sus compañeros. Por lo tanto se perdió lo que ellos obtuvieron, ver al Señor.” Tomas es un buen ejemplo de lo que se puede perder un hombre que falta regularmente a la congregación de los hermanos. El domingo en que el Señor se le apareció él no estuvo, aunque no se dice las razones de su ausencia dada la coyuntura del caso parece injustificable su falta. Mientras el resto de los discipulos estaban llenos de gozo por la bendición que había recibido aquel domingo, Tomás permaneció por 8 días en su terca decisión de no creer. No solo permaneció en una actitud pecaminosa durante una semana sino que se privó a si mismo del gozo y regocijo que el resto del grupo tenía. Del mismo modo, hoy el pueblo de Dios se reúne los domingos para conmemorar la resurrección del Señor. Durante la reunión, el Señor viene a encontrarse con su pueblo de una manera especial y a impartir grandes bendiciones sobre ellos, los que no asistan tristemente se los perderán. Luchemos fuertemente contra todas las excusas pecaminosas que puedan surgir en nuestro corazones y atendamos obedientemente al mandato de congregarnos.
J.C. Ryle comenta:
“Haremos bien en recordar la acusación del Apóstol S. Pablo: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” (Hebreos 10:25). La única forma de prosperar en nuestra vida cristiana es no faltar jamás a la casa de Dios los domingos sin un buen motivo, no perderse nunca la Cena del Señor cuando se administra en nuestra propia congregación, no dejar nunca nuestro banco vacío en presencia de los medios de gracia. Quizá el mismísimo sermón que nos perdemos innecesariamente contenga una valiosa y pertinente palabra para nuestras almas. La mismísima reunión de oración y alabanza a la que no asistimos podría haber sido la que hubiera animado, avivado y reafirmado nuestros corazones. Qué poco imaginamos la gran dependencia que tiene nuestra salud espiritual de pequeñas ayudas regulares y lo mucho que sufrimos si nos perdemos nuestra medicación.”
2. La debilidad de los discipulos es algo que se hace patente a lo largo del evangelio, se no ha dejando abundante evidencia de muchas de sus flaquezas e inconsistencias. Tomás es un notable ej. de lo que afirmo. En reiteradas ocasiones 10 de sus compañeros de ministerio le daban testimonio de que habían visto al Señor, sin embargo, el se negaba a creerlo. Si a esto le sumamos el hecho de que Jesús en varias ocasiones les había hablando acerca de su resurrección, su actitud se vuelve condenable. Sin embargo, el Señor fue paciente y conforme a su debilidad así le trató. Imitar al Señor implica también seguir este ej. con los discipulos más débiles; que según podemos ver somos la mayoría. Seamos paciente los unos con los otros, con aquellos que lentos y testarudos se parecen a su hermano Tomás y recordemos cuan paciente y amable es el Señor.
Por otra parte, si alguno se considera débil y testarudo, sepa que en Jesús hay abundante paciencia y amor para usted. Algunas de las tradiciones más respetadas de la iglesia indican que Tomás fue el ministro encargado del llevar el evangelio a la india. Incluso se dice que algunas iglesias que aun permanecen se les puede conseguir sus orígenes bajo el ministerio de este discípulo. Según la tradición Tomás sufrió el martirio siendo atravesado por una lanza y así fue partió hacia la patria divina a encontrarse con su amado Maestro. La fe de este discípulo quizas era más lenta que la del resto, pero finalmente, no quedó en ese estado. El que comenzó la obra la terminó en él. Cuando miremos nuestras inconsistencias tengamos esperanza y paciencia, lo mismo en lo demás. !El Señor lo hará!
3. Debió haberle dolido profundamente en el corazón el reproche que el Señor hizo a Tomás por su incredulidad. Jesús conoce a los suyos y es rápido para tratar con sus debilidades. A pesar del estallido de gozo que experimento María Magdalena tras su resurrección el Señor rápidamente le índico: “Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre” (Jn 20:17), con el fin de elevar su alma a una adoración más centrada en su divinidad. Algo similar vemos aquí con Tomás y en otros lugares de este evangelio. Solemos pensar que el Señor es casi indiferente a nuestras faltas y que suele pasarlas por alto entre tanto cumplamos con otros deberes. Pero no es así, no vemos tal debilidad en el Señor, Su amor por su pueblo lo hace firme al disciplinarnos y corregirnos. Estemos siempre presto a su corrección la cual procura traer frutos de justicia a nuestra vida.
Ciertamente, si algo como lo que Jesús le dijo a Tomas ocurriera en nuestras congregaciones le acusaríamos de inapropiado, intransigente, y falto de tacto. Cuando aprendamos que el amor halla su perfecta expresión en la verdad y la corrección creceremos y maduraremos mucho más.
4. No dudemos bajo ninguna circunstancia que Jesús es Dios - hombre, o como se ha expresado ya: “Verdaderamente Dios y verdaderamente hombre”. Las pruebas a lo largo de las Escrituras son extensas. Contamos no solo con los más impresionantes tipos, señales y profecías cristológicas sino que además contamos con una inmensa variedad de testigos que afirman que Jesús es Dios encarnado. Dispongamos nuestras almas diariamente a través de la oración a confiar en Jesús y a rendirle alabanza como el Dios verdadera junto con el Padre y el Espíritu santo.
BIOGRAFÍA
BIOGRAFÍA
Tomás (del arameo teõmã, «mellizo»). Uno de los doce apóstoles (Mt. 10:3), que también era conocido por el nombre gr. de Dídimo, «mellizo». Al saber que Jesús quería volver a Judea, donde lo habían querido apedrear (Jn 11:7, 8), Tomás exclamó: «Vamos también nosotros, para que muramos con él» (v. 16). [Respondiendo a la pregunta de este discípulo: “Señor, si no sabemos adónde vas ¿cómo vamos a saber el camino” Jn 14:5] Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (14:1–6). Cuando Cristo apareció a los discípulos, Tomás estaba ausente, y no creyó en la resurrección hasta que vio con sus propios ojos al Señor (20:24–29). En su obstinación había afirmado que no creería hasta que no pusiera sus dedos en las llagas del Señor, y su mano en Su costado traspasado. Su confesión fue sin embargo sublime. Al ver al Señor, Tomás se postró ante Él, y clamó, diciéndole: «¡Señor mío y Dios mío!» Junto con otros seis discípulos, fue testigo y actor de una pesca milagrosa en el lago de Galilea, en una aparición del Señor resucitado (Jn. 21:1–8). Después de la ascensión, Tomás y los otros apóstoles se retiraron al aposento alto (Hch. 1:13). Según una tradición de gran antigüedad (siglo IV), anunció el evangelio a los partos y a los persas. Tomás habría muerto en Persia, según esta tradición. Otras tradiciones lo hacen el apóstol de la India, donde habría sufrido el martirio.
Circuló una diversidad de obras apócrifas a partir del siglo II en las que Tomás tiene un papel destacado. Varias de ellas son de carácter gnóstico y fantástico. Entre ellas se pueden destacar Los Hechos de Tomás, El Apocalipsis de Tomás y El Evangelio de Tomás. Estas obras sin embargo dan evidencia de su falsedad, contrastando intensamente con las enseñanzas y el carácter de los escritos canónicos
“Hay una cantidad considerable de antiguos testimonios que sugieren que Tomás llevó el evangelio hasta la India. Aun hoy existe un pequeño cerro cerca del aeropuerto en Chennai (Madrás), India, donde se dice que Tomás fue sepultado. En el sur de la India hay iglesias cuyas rafees pueden seguirse hasta los inicios de la era de la iglesia, y la tradición dice que fueron fundadas bajo el ministerio de Tomás. La tradición más confiable dice que fue llevado al martirio por su fe, habiendo sido atravesado con una lanza. Si eso fue lo que ocurrió debemos pensar que el apóstol cuya fe maduró cuando vio la marca de la lanza en el costado de su Maestro, sufrió el martirio muriendo atravesado por una lanza, cumpliéndose así su anhelo de estar nuevamente reunido con su Señor.” John McArthur. Doce Hombres comunes.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA
J.C.Ryle. Meditaciones sobre el evangelio de San Juan. Editorial el Peregrino. (2005).
John McArtuhr. Doce Hombres comunes y corriente. Editorial Caribe-Betania (2004)
Ventura, S. V. (1985). En Nuevo diccionario biblico ilustrado (p. 1163). TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.