Adoración - Clase 4
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ADORACIÓN EN ESPÍRITU Y VERDAD
ya hemos considerado la adoración del Antiguo Testamento, espero estén tomando nota de todos los principios que hemos estado aprendiendo aquí. Vimos ya de manera superficial la adoración en Génesis, en Éxodo y en Levítico.
Hoy vamos a considerar la adoración en Nuevo Testamento y su relación con la adoración en el Antiguo testamento.
Es evidente que la manera en la que se adora a Dios en el N.T. cambio radicalmente en su forma, esto lo podemos notar fácilmente en el libro de hechos. Pero a pesar de los cambios, tienen una estrecha relación, las dos formas de adoración están relacionadas entre si como promesa y cumplimiento, tipo y antitipo, sombra y realidad.
La adoración del Nuevo Testamento fue prefigurada en la adoración del Antiguo Testamento en tipos y sombras.
Por ejemplo, la adoración de Israel en el monte Sinaí y en el tabernáculo presagió la adoración de nuestro Señor Jesucristo. Cristo es el verdadero adorador. Cristo es el verdadero sumo sacerdote. Y Cristo es el verdadero sacrificio. Cristo es el que adora. Él es tanto el sacerdote como la ofrenda. Y junto con el Padre y el Espíritu Santo, también recibe adoración como el Hijo eterno de Dios . Entonces, la adoración cristiana tiene que ver con Cristo.
La verdadera adoración que ofrecio y que él mismo recibe, fue prefigurada en el Antiguo Testamento en tipos y sombras.
cosas que solo son sombra de lo que ha de venir, pero el cuerpo pertenece a Cristo.
Pablo dice que las ordenanzas de culto del Antiguo Testamento eran “ na sombra de las cosas por venir, pero el cuerpo es de Cristo”
los cuales sirven a lo que es copia y sombra de las cosas celestiales, tal como Moisés fue advertido por Dios cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo. Pues, dice Él: «Haz todas las cosas conforme al modelo que te fue mostrado en el monte».
Pues ya que la ley solo tiene la sombra de los bienes futuros y no la forma misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que ellos ofrecen continuamente año tras año, hacer perfectos a los que se acercan.
El Señor Jesucristo es la verdadera forma. Él es la sustancia o la realidad de la sombra del Antiguo Testamento.
La adoración de Cristo ( y la adoración de la iglesia en él) es la adoración en Espíritu y en verdad.
Jesús usó esa frase para describir la adoración del Nuevo Testamento en su conversación con la mujer samaritana en el pozo .
»Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar» Jesús le dijo*: «Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. »Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. »Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren. »Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad». La mujer le dijo*: «Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo» Jesús le dijo*: «Yo soy, el que habla contigo».
Contexto:
La mujer era samaritana y los samaritanos adoraban en el monte Gerizim. Pero los judíos adoraban en el monte Sion en Jerusalén.
Los judíos y los samaritanos tuvieron una disputa larga sobre el lugar apropiado para adorar. Los samaritanos insistieron en que el monte Gerizim era el monte santo de Dios y que allí se le adoraría. Los judíos insistieron en que el monte Sión era la montaña santa y que Dios debía ser adorado en el templo de Sión.
En lo que respecta a la adoración del Antiguo Testamento, los judíos tenían razón. El SEÑOR eligió a Sion como su morada. Dios mandó a su pueblo que lo adorara en el monte Sion. Pero Jesús le informó a la mujer que llegaría el momento en que la disputa sobre el lugar apropiado de adoración quedará obsoleta.
En el evangelio de Juan, “la hora” se refiere al tiempo de su glorificación que vendría luego de su muerte y resurrección.
Juan 17:1 “Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a Ti,”
Esta hora, era el momento decisivo de la historia redentora, en la que se inauguraría los últimos días. Era la hora que marca la era Mesiánica. Incluso la samaritana lo entendió así: Juan 4:25 “La mujer le dijo*: «Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo»” Jesús se refiere a "la hora" como futuro y presente Juan 4:23 “»Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren.” La era mesianica vendrá pero además ya estaba aquí porque Cristo había llegado.
Su llegada marcó el comienzo de una nueva era de adoración que describió como "adoración en Espíritu y en verdad"
Jesús estaba diciendo que los que adoran al Padre en "la hora" que "ahora está aquí" deben adorarlo "en Espíritu y en verdad".
La hora de su glorificación es el comienzo de la era del Mesías. La adoración en la era mesiánica es la adoración que es "en Espíritu y en verdad".
¿Qué no es, adorar en Espíritu y en verdad?
No es adorar interiormente en el corazón y con sinceridad. Si, lo debemos hacer, pero esto siempre ha sido requerido, aun en el A.T. Esto no puede ser lo Jesús dijo. El no esta contrastando la adoración externa y la adoración interna, o la adoración insincera y la adoración sincera.
Jesus estaba haciendo un contraste histórico redentor. El contraste es entre la adoración del Antiguo Testamento y la adoración del Nuevo Testamento.
La adoración en el Nuevo Testamento es la adoración que es en Espíritu y en verdad. La hora de la glorificación de Cristo inauguró un modo de adoración que no era posible en el Antiguo Testamento. En otras palabras, el pueblo de Dios del Antiguo Testamento no podía adorar en Espíritu y en verdad porque la hora de la glorificación de Cristo no había llegado.
Su glorificación es el inicio de una nueva era de adoración en el que los creyentes adoran al Padre en Espíritu y verdad.
Note los tres términos aquí: Padre, Espíritu y Verdad. Se refieren a las tres personas de la Trinidad.
El Padre es Dios el Padre.
El Espíritu es el Espíritu Santo.
Y la Verdad es el Señor Jesucristo.
En el evangelio de Juan, Jesús se llama a sí mismo la verdad. Él es el verdadero adorador. Él es el verdadero sumo sacerdote. El es el verdadero sacrificio. Él es el verdadero tabernáculo. Él es el verdadero templo.
Con su llegada, los tipos y sombras del Antiguo Testamento dieron paso a la realidad que prefiguraban.
Con su venida , llego el momento para que el templo de Jerusalén fuera sustituido por el verdadero templo. Él es el verdadero templo.
Por eso Jesús le dijo a la mujer
Jesús le dijo*: «Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre.
»Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren.
Había llegado la era del Espíritu. Había llegado la era del Mesías. Y como Cristo nos ha dado su Espíritu que nos une a él, adoramos al Padre en él, por el Espíritu Santo. Es decir, adoramos al Padre en unión con el Cristo glorificado en el reino del Espíritu.
Eso es lo que significa adorar al Padre en Espíritu y Verdad.
El cambio de adoración del Antiguo Testamento a la adoración del Nuevo Testamento es un cambio de la sombra a la realidad o del tipo al antitipo. Es un cambio de las copias terrenales dadas temporalmente por Dios a las realidades celestiales, que significaban.
Dios le dio esta esperanza a los creyentes del A.T., ellos no se mantendrán adorando en una religión llena de sobras y figuras, Dios había prometido revelar la gracia y la verdad en Jesucristo. El Señor le esta enseñando a la mujer samaritana, aquello que Juan testifica en el Capitulo 1
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Juan 1.17–18, RVR60)
El autor de Hebreos lo deja muy claro. Contrastando la adoración de Israel en el monte Sinaí con la adoración de Cristo, el verdadero sumo sacerdote.
Porque cuando Moisés terminó de promulgar todos los mandamientos a todo el pueblo, conforme a la ley, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua y lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y a todo el pueblo, diciendo: «Esta es la sangre del pacto que Dios les ordenó a ustedes». De la misma manera roció con sangre el tabernáculo y todos los utensilios del ministerio. Y según la ley, casi todo ha de ser purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón. Por tanto, fue necesario que las representaciones de las cosas en los cielos fueran purificadas de esta manera, pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros, y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
Como nuestro gran sumo sacerdote entro en el cielo mismo, ya no adoramos en las sombras o figuras. Ya no adoramos en un templo terrenal sino en el celestial. El cambio de la adoración del Antiguo Testamento a la adoración del Nuevo Testamento es un cambio de ambito, pasamos de la tierra al cielo, de la sombra a la realidad.
En la adoración en Espíritu y en verdad, hay un ya y un todavía no.
Cristo ya ascendió al cielo. Y ya estamos unidos a él por el Espíritu. En ese sentido, ya estamos participando en la adoración del templo celestial.
Pero todavía no experimentamos la realidad completa de esa adoración celestial. Y no se experimentará completamente hasta que Cristo regrese al fin del mundo.
Así que hay un ya y un todavía no en nuestra adoración en Espíritu y en verdad. Cuando Cristo regrese, el límite entre el cielo y la tierra se eliminará permanentemente. La nueva Jerusalén descenderá del cielo:
Apocalipsis 21: 2 “Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo.”
La nueva Jerusalén es la ciudad celestial de Dios. Es su morada permanente, el último y verdadero lugar santísimo. Cuando descienda del cielo, la morada de Dios estará con el hombre, y morará con nosotros para siempre.
Apocalipsis 21 describe la nueva Jerusalén como un cubo perfecto. Esa era la forma del lugar santísimo en el tabernáculo y el templo.
La nueva Jerusalén es el lugar santísimo supremo, lleno del Espíritu de gloria de Dios. Cuando descienda del cielo, toda la tierra se transformará en un lugar santísimo. Toda la tierra se llenará del resplandor de su gloria. Y adoraremos al SEÑOR en ese reino santo por los siglos de los siglos.
»Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en Su templo; y Aquel que está sentado en el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos. »Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol les hará daño, ni ningún calor abrasador, pues el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos»
Después el ángel me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle de la ciudad. Y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones. Ya no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará allí, y Sus siervos le servirán. Ellos verán Su rostro y Su nombre estará en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos.
Esto es lo que esperamos cuando Cristo regrese. Esta es la realidad suprema de la adoración en Espíritu y verdad.
De todo lo que hemos visto en Genesis, Exodo, Levítico y Juan, podemos recoger varios principios bíblicos para nuestro servicio de adoración. Estos principios nos orientan a determinar qué debemos hacer en nuestra adoración corporativa.
La adoración debe ser ofrecida a Dios de acuerdo con las Escrituras. Las Escrituras son la regla de adoración y también la regla de fe. Nos dice cómo adorar al igual que nos dice qué creer. Cualquier cosa que no está ordenada en la Escritura, está prohibida como una ordenanza de culto. Ese es el principio regulador de la adoración expuesto en nuestros estándares de Westminster. La adoración que está de acuerdo con las Escrituras, es una adoración que se basa en los principios y ordenanzas de adoración establecidos en la Palabra de Dios y es totalmente consistente con ellos.
La adoración está centrada en Dios. El propósito de la adoración es glorificar a Dios. En la adoración, le atribuimos la gloria debida a su nombre y le damos gracias por sus maravillosas obras de creación y redención. Dado que ese es su propósito más elevado, la adoración no debe usarse como un medio para lograr algún otro fin. La adoración debe ser (teocéntrica) y no centrada en el hombre (antropocéntrica). Él es la fuente y el objeto de la verdadera adoración. Es necesario , entonces, distinguir servicio de adoración del entretenimiento y las artes escénicas. El objetivo de la adoración no es entretener a la gente o dar expresión a su creatividad, sino glorificar al Dios trino.
Nuestra adoración debe ser ofrecida por medio del mérito y la mediación de Jesús Cristo.
La Confesión de Fe de Westminster dice: “La adoración religiosa debe ser dada a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y solamente a Él; no a los ángeles, ni a los santos, ni a ninguna otra criatura. Desde la caída, la adoración es a través de un Mediador, pero por la mediación de ningún otro, sino solamente por la de Cristo. Para que la adoración sea aceptable a Dios, debe ofrecerse sobre la base de la obra redentora de Cristo y mediante su intercesión sacerdotal”.
Es sólo "por medio de él" que tenemos "acceso por un solo Espíritu al Padre" (Efesios 2:18).
Debemos “ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2: 5).
Aquellos que están unidos a Cristo a través de la fe dada por el Espíritu son, en virtud de esa unión, participantes en la adoración del cielo donde Cristo sirve como nuestro sumo sacerdote (Heb. 8: 1).
Con “plena certeza de fe”, nos acercamos a Dios en el santuario celestial y lo adoramos “con reverencia y temor” (Hebreos 10: 19-22; 12:28).
La adoración es espiritual. Es obra del Espíritu Santo. Es el resultado directo de la obra renovadora del Espíritu en nuestros corazones.
Es por el Espíritu que invocamos a Dios como “Abba, Padre” (Romanos 8:15; Gálatas 4: 6) y confesamos que “Jesús es el Señor” (1 Corintios 12: 3).
La adoración no se origina en nosotros y no la realizamos con nuestras propias fuerzas, es una obra del Espíritu en nuestros corazones. Llenos del Espíritu de Dios, le cantamos alabanzas y le cantamos con nuestro corazón (cf. Efesios 5: 18-19).
“Adorar al Padre en Espíritu y en Verdad” (Juan 4:23) es adorar al Padre por el Espíritu Santo en el Cristo glorificado.
El servicio de adoración cristiano es completamente trinitario. Es la adoración que el Padre busca, mediada por el Hijo y engendrada por el Espíritu.
La adoración es un pacto. Es un pacto de comunión con Dios por medio de sus ordenanzas públicas. Cuando nos reunimos para adorar, Dios se encuentra con nosotros y se comunica con nosotros, y nosotros con él. Nos comunicamos unos con otros de una manera que expresa y nutre el vínculo de alianza-comunión que nos une en una comunión amorosa.
En el servicio de adoración, hay un diálogo entre Dios y su pueblo.
Dios nos invita a Adorarle y nosotros respondemos en gratitud.
Dios nos instruye a través de su Ley; nosotros respondemos con confesión del pecado.
Dios nos asegura el perdón; nosotros respondemos con alabanza.
Dios declara sus promesas en el evangelio predicado y aplicado, luego sella estas promesas en los sacramentos y luego nosotros respondemos con oraciones de intercesión y acción de gracias.
Dios nos bendice y nosotros respondemos con obediencia humilde.
Mediante estas ordenanzas de adoración pública divinamente designadas, tenemos comunión y compañerismo con el Dios trino sobre la base de las promesas de su pacto cumplidas en Cristo.
La adoración debe ser edificante y ordenada.
1 Corintios 14:26 “¿Qué hay que hacer, pues, hermanos? Cuando se reúnan, cada cual aporte salmo, enseñanza, revelación, lenguas o interpretación. Que todo se haga para edificación.”
1 Corintios 14:40 “Pero que todo se haga decentemente y con orden.”
Estos principios deben regulan nuestro servicio publico de adoración en sus diferentes partes. Por ejemplo:
Pablo razona que un mensaje en lenguas no es adecuado para la adoración pública si no hay un intérprete presente. La razón es que sin una interpretación, no se puede edificar la iglesia. Todo lo que hacemos en la adoración debe edificar a la iglesia, y todo lo que no edifica a la iglesia no debe hacerse en la adoración.
Pablo enseña que la adoración debe realizarse de manera apropiada y ordenada porque "Dios no es un Dios de confusión, sino un Dios de paz" (v. 33). A Pablo no le preocupa el buen orden en sí mismo. Su preocupación es que la adoración a Dios refleje la naturaleza de Dios.
De modo que la adoración adecuada es una adoración edificante y ordenada. Es la adoración la que edifica el cuerpo de Cristo y refleja la naturaleza ordenada del Dios al que servimos .
Estos son algunos de los principios básicos de la adoración que encontramos en las Escrituras.
Esos principios deberían regular nuestros servicios de adoración. Nos ayudan a decidir qué hacer en la adoración y a saber por qué lo hacemos.