El mismo sol que derrite el hielo, endurece el barro.

Éxodo, Saliendo con Dios  •  Sermon  •  Submitted
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Título 1

Éxodo 9:13–10:20 (NBLA)
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Levántate muy de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile: “Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: ‘Deja ir a Mi pueblo para que me sirva.
’Porque esta vez enviaré todas Mis plagas sobre ti, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que sepas que no hay otro como Yo en toda la tierra.
’Porque si Yo hubiera extendido Mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo con pestilencia, ya habrías sido cortado de la tierra.
’Pero en verdad, por esta razón te he permitido permanecer: para mostrarte Mi poder y para proclamar Mi nombre por toda la tierra.
Y todavía te enalteces contra Mi pueblo no dejándolos ir.
’Así que mañana como a esta hora, enviaré granizo muy pesado, tal como no ha habido en Egipto desde el día en que fue fundado hasta ahora.
’Ahora pues, manda poner a salvo tus ganados y todo lo que tienes en el campo, porque todo hombre o todo animal que se encuentre en el campo, y no sea traído a la casa, morirá cuando caiga sobre ellos el granizo’ ”».
El que de entre los siervos de Faraón tuvo temor de la palabra del Señor, hizo poner a salvo a sus siervos y sus ganados en sus casas,
pero el que no hizo caso a la palabra del Señor, dejó a sus siervos y sus ganados en el campo.
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo para que caiga granizo en toda la tierra de Egipto, sobre los hombres, sobre los animales y sobre toda planta del campo por toda la tierra de Egipto».
Moisés extendió su vara hacia el cielo, y el Señor envió truenos y granizo, y cayó fuego sobre la tierra. El Señor hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto.
Y hubo granizo muy intenso, y fuego centelleando continuamente en medio del granizo, muy pesado, tal como no había habido en toda la tierra de Egipto desde que llegó a ser una nación.
El granizo hirió todo lo que había en el campo por toda la tierra de Egipto, tanto hombres como animales. El granizo hirió también toda planta del campo, y destrozó todos los árboles del campo.
Solo en la tierra de Gosén, donde estaban los israelitas, no hubo granizo.
Entonces Faraón envió llamar a Moisés y Aarón y les dijo: “Esta vez he pecado. El Señor es el justo, y yo y mi pueblo somos los impíos.
»Rueguen al Señor, porque ha habido ya suficientes truenos y granizo de parte de Dios. Los dejaré ir y no se quedarán más aquí».
«Tan pronto como yo salga de la ciudad», le dijo Moisés, «extenderé mis manos al Señor. Los truenos cesarán, y no habrá más granizo, para que sepas que la tierra es del Señor.
»En cuanto a ti y a tus siervos, sé que aún no temen al Señor Dios».
Y el lino y la cebada fueron destruidos, pues la cebada estaba en espiga y el lino estaba en flor;
pero el trigo y el centeno no fueron destruidos, por ser tardíos.
Salió Moisés de la ciudad, de la presencia de Faraón, y extendió sus manos al Señor, y los truenos y el granizo cesaron, y no cayó más lluvia sobre la tierra.
Pero cuando Faraón vio que la lluvia y el granizo y los truenos habían cesado, pecó otra vez, y endureció su corazón, tanto él como sus siervos.
Y se endureció el corazón de Faraón y no dejó ir a los israelitas, tal como el Señor había dicho por medio de Moisés.
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Preséntate a Faraón, porque Yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para mostrar estas señales Mías en medio de ellos,
y para que cuentes a tu hijo y a tu nieto, cómo me he burlado de los egipcios, y cómo he mostrado Mis señales entre ellos, y para que ustedes sepan que Yo soy el Señor».
Moisés y Aarón fueron a Faraón, y le dijeron: «Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: “¿Hasta cuándo rehusarás humillarte delante de Mí? Deja ir a Mi pueblo, para que me sirva.
”Porque si te niegas a dejar ir a Mi pueblo, entonces mañana traeré langostas a tu territorio.
”Cubrirán la superficie de la tierra, de modo que nadie podrá ver el suelo. También comerán el resto de lo que ha escapado, lo que les ha quedado del granizo, y comerán todo árbol que crece para ustedes en el campo.
”Llenarán tus casas, las casas de todos tus siervos y las casas de todos los egipcios, algo que ni tus padres ni tus abuelos han visto desde el día que vinieron al mundo hasta hoy”». Moisés se volvió y salió de la presencia de Faraón.
Y los siervos de Faraón le dijeron: «¿Hasta cuándo este hombre nos será causa de ruina? Deje ir a los hombres para que sirvan al Señor su Dios. ¿No se da cuenta de que Egipto está destruido?».
Entonces hicieron volver a Moisés y Aarón ante Faraón, y él les dijo: «Vayan, sirvan al Señor su Dios. ¿Quiénes son los que han de ir?».
Y Moisés respondió: «Iremos con nuestros jóvenes y nuestros ancianos; con nuestros hijos y nuestras hijas; con nuestras ovejas y nuestras vacas iremos, porque hemos de celebrar una fiesta solemne al Señor».
«¡Así sea el Señor con ustedes», les dijo Faraón, «si los dejo ir a ustedes y a sus pequeños! Tengan cuidado porque tienen malas intenciones.
»No será así. Vayan ahora solo ustedes los hombres, y sirvan al Señor, porque eso es lo que han pedido». Y los echaron de la presencia de Faraón.
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto, para traer la langosta, a fin de que suba sobre la tierra de Egipto y devore toda planta de la tierra, todo lo que el granizo ha dejado».
Moisés extendió su vara sobre la tierra de Egipto, y el Señor hizo soplar un viento del oriente sobre el país todo aquel día y toda aquella noche. Y al venir la mañana, el viento del oriente trajo las langostas.
Subieron las langostas sobre toda la tierra de Egipto y se asentaron en todo el territorio de Egipto. Eran muy numerosas. Nunca había habido tantas langostas como entonces, ni las habría después.
Porque cubrieron la superficie de toda la tierra, y la tierra se oscureció. Se comieron toda planta de la tierra y todo el fruto de los árboles que el granizo había dejado. Así que nada verde quedó en árbol o planta del campo por toda la tierra de Egipto.
Entonces Faraón llamó apresuradamente a Moisés y a Aarón, y dijo: «He pecado contra el Señor su Dios y contra ustedes.
»Ahora pues, les ruego que perdonen mi pecado solo esta vez, y que rueguen al Señor su Dios, para que quite de mí esta muerte».
Moisés salió de la presencia de Faraón y oró al Señor.
Y el Señor cambió el viento a un viento occidental muy fuerte que se llevó las langostas y las arrojó al Mar Rojo. Ni una langosta quedó en todo el territorio de Egipto.
Pero el Señor endureció el corazón de Faraón, y éste no dejó ir a los Israelitas.
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