Sermón sin título (2)

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Dice que debemos ayudar a nuestros líderes a cuidar de nuestras almas con gozo. No sólo hemos de hacer lo que nos dicen que hagamos (a menos que nos digan que pequemos), sino que también hemos de hacer todo lo que podamos para facilitarles que lleven a cabo su supervisión.3 Sin lugar a dudas, la membresía de la iglesia facilita a los líderes el pastoreo del rebaño, por las siguientes razones. Estas razones no sólo deberían ayudar a quienes asisten a la iglesia a ver la importancia de hacerse miembros, sino también de convencer a algunos de los propios líderes a establecer y animar un proceso de membresía:

La membresía es esencial para una administración ordenada de la iglesia. Dios ha otorgado a la iglesia su multiforme gracia, la verdad de Su Palabra, y las almas de Su pueblo redimido. La iglesia debe ser una administradora fiel de estos tesoros, y para hacerlo debe poner mucho cuidado en el desarrollo y el mantenimiento de su estructura y organización. ¿Por qué los negocios que luchan por una ganancia económica de corta duración han de ser administrados de una manera más prudente, seria y comedida que una institución que está trabajando para almacenar tesoros en el cielo (Juan 6:27; Mat. 6:19–21)? Por el contrario, nosotros debemos hacerlo todo “decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40), y la membresía juega una parte vital en la estructura de cualquier iglesia. Eric Lane escribió:

menbresia de la iglesia 2.
  Dice que debemos ayudar a nuestros líderes a cuidar de nuestras almas con gozo. No sólo hemos de hacer lo que nos dicen que hagamos (a menos que nos digan que pequemos), sino que también hemos de hacer todo lo que podamos para facilitarles que lleven a cabo su supervisión. Sin lugar a dudas, la membresía de la iglesia facilita a los líderes el pastoreo del rebaño, por las siguientes razones. Estas razones no sólo deberían ayudar a quienes asisten a la iglesia a ver la importancia de hacerse miembros, sino también de convencer a algunos de los propios líderes a establecer y animar un proceso de membresía:
La membresía es esencial para una administración ordenada de la iglesia. Dios ha otorgado a la iglesia su multiforme gracia, la verdad de Su Palabra, y las almas de Su pueblo redimido. La iglesia debe ser una administradora fiel de estos tesoros, y para hacerlo debe poner mucho cuidado en el desarrollo y el mantenimiento de su estructura y organización. ¿Por qué los negocios que luchan por una ganancia económica de corta duración han de ser administrados de una manera más prudente, seria y comedida que una institución que está trabajando para almacenar tesoros en el cielo (Juan 6:27; Mat. 6:19–21)? Por el contrario, nosotros debemos hacerlo todo “decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40), y la membresía juega una parte vital en la estructura de cualquier iglesia. Eric Lane escribió:1
En la Biblia, algunas veces la iglesia es comparada a un cuerpo, otras veces a una familia o una casa, algunas veces a un reino, algunas veces a un ejército. Para que cualquiera de esos organismos funcione adecuadamente, se requiere algún tipo de orden. Lo mismo se aplica a la iglesia. La iglesia no es simplemente una colección vaga de individuos, sino una estructura íntimamente tejida como un cuerpo humano (Ef. 4:16), y por lo tanto tiene que estar correctamente organizada. Para ese ordenamiento, se necesita conocer exactamente quien pertenece a ella. Una familia que se sentase a la mesa para cenar o que cerrase sus puertas por la noche, sin saber quien se supone que debe estar allí y quien no, sería un fenómeno sumamente extraño. Un batallón del ejército que no supiese a quien se espera para desfilar pronto acabaría en el caos. Si la iglesia ha de ser una verdadera familia y una fuerza de combate efectiva, necesita conocer exactamente quien pertenece a ella.1
La membresía clarifica la diferencia entre la iglesia y el mundo. O, como dijo Jay Adams, ayuda a conocer quienes deben ser tratados como creyentes y quienes deberían ser tratados como “no creyentes”. La membresía nunca nos dirá quién es, y quién no es un verdadero cristiano, porque siempre habrá no-miembros que son salvos y miembros que no son salvos (cf. Mat. 7:21–23; 13:36–431
  Dos razones finales apoyan el hecho de que es sabio para los líderes de la iglesia enfatizar la membresía.
1) La membresía promueve la participación de aquellos que están en la “periferia” de la iglesia. Esto es especialmente cierto cuando comprenden que deben tomar una decisión entre estar comprometidos o no comprometidos. Un énfasis en la membresía provee una vía para que las personas den un gran paso en su santificación al trasladarse desde “la multitud” a la “congregación”. También es más probable que sirvan en la iglesia cuando han hecho la inversión de un compromiso de membresía. Como dijo Jesús, “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21; Lc. 12:34).
2) La membresía provee una oportunidad para educar a las personas acerca de la naturaleza y los distintivos de la iglesia. Esto librará a las personas que están involucradas regularmente de ser ignorantes en asuntos tales como la disciplina de la iglesia y los dones espirituales, incluso cuando no son discutidos frecuentemente desde el púlpito. En nuestras iglesias, hemos encontrado que las personas pueden asistir durante un largo período de tiempo antes de que se les enfrente a algunas doctrinas concretas de suma importancia, simplemente porque esas verdades no han surgido en la exposición bíblica por largo tiempo. Así que nosotros consideramos el proceso de la membresía como un ingrediente vital en nuestros intentos por amonestar “a todo hombre, y [enseñar] a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28).1
  La membresía de la iglesia no es sólo un compromiso por parte del miembro con la iglesia, sino que también es un compromiso de la iglesia para con el miembro. Tanto la iglesia como un cuerpo, como sus líderes, se comprometen a cuidar del miembro proveyendo las siguientes ventajas:
Oportunidades ministeriales.
El liderazgo.
la enseñanza.
el evangelismo.
el manejo de los fondos.
la música.
el cargo de ujier.
e incluso las tareas aparentemente mundanas como el cuidado de la guardería.
y el mantenimiento del edificio, deberían ser realizados por aquellos que aman a Cristo y están comprometidos con la iglesia.
Esto es así porque los miembros del cuerpo son dotados por el Espíritu con el propósito de llevar a cabo la obra del ministerio (1 Co. 12; Ef. 4:11–16). Una manera de asegurarse de que eso sucede es haciendo de la membresía un requisito necesario para tal servicio. Muchas iglesias hacen justamente eso; así que en muchos casos, aquellos que rehusan convertirse en miembros están diciendo básicamente que no están dispuestos a cumplir los ministerios para los que pueden haber sido dotados por Dios. Por otro lado, aquellos que son miembros tienen la libertad de obedecer a Dios en cualquier manera que Él les llame a servir.
Servicios útiles. Una iglesia que conocemos tiene un ministerio de orientación bíblica dotado de más de veinte hombres y mujeres cualificados para aplicar las Escrituras a los cuidados del alma. Han sido tantas las personas que han expresado un deseo por recibir este servicio que la iglesia ha tenido que limitar el acceso a recibir este ministerio solamente a los miembros. De la misma manera el personal pastoral agotado por el trabajo, a menudo tiene que tomar decisiones respecto a quien pueden ofrecer su tiempo, y aquellos que son miembros tienen prioridad sobre los que no lo son. La iglesia incluso se ha visto forzada a limitar las bodas en sus edificios a los miembros debido a la gran demanda y a lo limitado de su personal.
Puede ser que todas las iglesias no estén tan abrumadas como lo está ésta, pero es probable que muchas se encuentren en una situación similar. Y otras iglesias pueden incluso decidir (como lo hemos hecho nosotros en algunos casos) limitar intencionadamente sus servicios a los miembros con el propósito de animar a los creyentes a tomar ese compromiso. De cualquier manera, en muchos cuerpos locales aquellos que se han comprometido oficialmente encuentran que les resulta más fácil ser ministrados por la iglesia.
Responsabilidad amante. Otro beneficio de pertenecer a una iglesia local es que se nos pueden pedir responsabilidades ante sus líderes y miembros según el proceso de disciplina eclesiástica mencionado anteriormente en este capítulo. La posibilidad de ser amonestados por nuestro pecado o de ser puestos fuera de la iglesia es algo que de manera natural no vemos como beneficioso, pero esto es así sólo porque nuestro punto de vista está nublado por nuestra carne pecaminosa. Realmente deberíamos recibir con agrado e incluso buscar tal responsabilidad, porque es una herramienta poderosa que Dios usa para moldearnos a la imagen de Su Hijo.1
  La amonestación es un acto de amor que beneficia enormemente al amonestado, e incluso la disciplina más severa es llevada a cabo por el bien del ofensor. Considera estos versículos:
Que el justo me castigue, será un favor, Y que me reprenda será un excelente bálsamo. (Sal. 141:5)
No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; Corrige al sabio, y te amará. Da al sabio, y será más sabio; Enseña al justo, y aumentará su saber. (Pro. 9:8–9).
El que ama la instrucción ama la sabiduría; Mas el que aborrece la reprensión es ignorante. (Pro. 12:1)
El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; Mas el que escucha la corrección tiene entendimiento. (Pro.15:32)
Mejor es reprensión manifiesta Que amor oculto. Fieles son las heridas del que ama; Pero importunos los besos del que aborrece. (Pro. 27:5–6)
El tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. (1 Cor. 5:5).
De los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar. (1 Tim. 1:20)
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. (Heb. 12:5–6)
La responsabilidad y la amonestación por parte de otros creyentes pueden tener lugar en nuestras vidas si no somos miembros de una iglesia, pero como tratamos anteriormente, las últimas fases del proceso con frecuencia no pueden llevarse a cabo. De tal manera que si nosotros persistiéramos en algún pecado (¡Dios nos libre!), todos los medios que Dios ha diseñado para sacarnos del pecado no estarían a nuestra disposición. Así que, en efecto, el no estar dispuestos a unirnos a una iglesia local equivale a decir que no estamos interesados en la responsabilidad ante Dios en nuestras vidas.1
4
Relacionándonos con los Líderes de la Iglesia1
  Reconociendo la Autoridad de los Líderes
La primera mitad de Hebreos 13:17 nos impone la obediencia y la sumisión a nuestros líderes, y luego nos provee algún incentivo para poner en práctica esas virtudes.
El Mandato de Obedecer
“Obedeced a vuestros pastores”, nos dice el autor inspirado. 1
  El Mandato a Sujetarse
Hebreos 13:17 no sólo dice que debemos obedecer a nuestros líderes, sino también que debemos “sujetarnos a ellos1
1 Mack, Wayne A. y David Swavely. 1994. La Vida en la Casa del Padre: Un Manual para Membresía en la Iglesia Local. Primera Edición. Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
La Importancia de la Autoridad en la Iglesia1
Ayudando a los Líderes a Tener Gozo en su Ministerio1
Cómo Traerles Gozo
  Cómo Traerles Sufrimiento
Hebreos 13:17 dice que debemos ayudar a nuestros líderes a velar por nuestras almas con gozo y “no quejándose”. La palabra griega para “quejarse” literalmente significa “gemir”. Lamentablemente, ser la causa de que nuestros líderes giman llenos de decepción es un peligro muy real debido a nuestra tendencia pecaminosa a centrarnos en nosotros mismos y no en los demás. Nosotros podemos dificultar su ministerio y hacer que carezca de todo disfrute, por supuesto, haciendo lo opuesto a las actividades enumeradas anteriormente.
• Entristecemos a nuestros líderes cuando somos indiferentes con respecto a la salvación y dejamos de examinarnos con regularidad para ver si estamos en la fe (2 Cor. 13:5).
• Les entristecemos cuando pecamos contra Cristo o dejamos de crecer en Él como debiéramos.
• Les entristecemos cuando “nos mordemos y nos comemos unos a otros” (Gál. 5:15), y cuando sembramos discordia entre los hermanos (Pro. 6:19).
• Les entristecemos cuando no hacemos ningún esfuerzo por afirmar nuestro amor por ellos ni por conocerles personalmente.
• Les entristecemos cuando buscamos consejo meramente entre nuestros amigos o fuera de la iglesia, especialmente cuando lo hacemos en el ámbito de los impíos (Sal. 1:1).
• Les entristecemos cuando respondemos a sus reprensiones afectuosas con insultos o insensibilidad (Pro. 9:7).
• Les entristecemos cuando desconfiamos de sus motivaciones y les juzgamos injustamente o demasiado apresuradamente (1 Cor. 4:1–5).
• Y finalmente, les entristecemos siendo “patatas de banco” que piensan que nuestra única responsabilidad es calentar un asiento el domingo por la mañana.
  Más abajo hay veinticinco cualidades mencionadas con respecto a los ancianos y diáconos. Esto no tiene el propósito de ser un análisis exhaustivo de los asuntos interpretativos ni de las ramificaciones prácticas de esas cualidades, sino solamente una breve explicación de cada una, con el propósito de ayudar a los hombres a evaluar el ejemplo que están presentando a los demás en la iglesia.
• “Irreprensible” (probablemente un encabezamiento general para las demás cualidades) significa que yo vivo una vida coherente de crecimiento en la piedad a lo largo de un amplio período de tiempo de tal manera que nadie pueda poner en duda legítimamente mi salvación, mi santificación, ni mi sinceridad.
• “Marido de una sola mujer” (u “hombre de una sola mujer”) significa que yo, de una manera coherente, expreso afecto y devoción a mi esposa y no a otras mujeres. Si soy soltero, significa que practico la pureza sexual en mente y en acción.
“Sobrio” significa que soy prudente, cuidadoso, y controlado en mis acciones. No me entrego a los caprichos de la comida, ni la bebida, ni ningún otro placer, más allá de los límites de la Escritura, la conciencia y el buen sentido.
• “Prudente” (también traducido como “sobrio”) significa que soy sensato, cuidadoso, y controlo mi pensamiento según la Palabra de Dios. No estoy sujeto a los caprichos del pensamiento ni las emociones, ni acepto mis propias ideas o las ideas de los demás sin un escrutinio bíblico.
“Decoroso” (o “disciplinado”) significa que vivo una vida organizada y estructurada en la cual planifico hacer el uso más sabio de mi tiempo y se puede contar conmigo para cumplir tanto las responsabilidades grandes como las pequeñas.
• “Hospedador” (literalmente “un amigo de los extranjeros”) significa que mi hogar y todas mis posesiones le pertenecen a Dios y no a mí, y estoy listo y dispuesto a compartirlas incluso con aquellos que tal vez nunca hagan nada por mí.
• “Apto para enseñar” significa que he aprendido la suficiente doctrina bíblica por mi propio estudio y por medio de maestros fieles como para instruir a otros de manera precisa y efectiva.
“No dado al vino” significa que yo nunca podría ser considerado como alguien cuyo juicio está afectado por el uso del alcohol ni de otras sustancias.
• “No pendenciero” significa que yo nunca recurro a ningún tipo de violencia física o verbal en mis relaciones con mi familia, amigos, conocidos, ni siquiera enemigos.
“Amable” significa que respondo a las deficiencias de los demás, e incluso a sus abusos, con una preocupación afectuosa y no con comentarios hirientes ni ningún otro tipo de represalias.
“Apacible” significa que la última cosa que yo quiero hacer es entrar en debates o conflictos, aunque sé que en ciertas ocasiones estos surgirán. He mostrado repetidamente la habilidad para estar en desacuerdo con otros sin crear división en el cuerpo.
• “No codicioso” significa que mis motivaciones en mi trabajo y en mis inversiones nunca son hacerme rico ni siquiera acumular más posesiones para mí mismo. Yo veo el dinero que gano meramente como un medio para cumplir los deberes bíblicos de proveer para mí mismo y para mi familia, para sostener la obra de Dios, y para dar a quienes tienen necesidad.
“Que gobierne bien su casa” significa que yo cumplo la función de un líder piadoso en mi hogar con respecto a cualesquiera responsabilidades Dios me ha dado. Si tengo hijos, debo ser tan buen líder, ejemplo, educador, y administrador de disciplina, que ellos viven unas vidas obedientes y ejemplares.
“No un neófito” (no un recién convertido) significa que me esforzaré para crecer tan rápido como pueda en Cristo, de tal manera que los demás puedan verme como espiritualmente maduro. También tendré cuidado de cultivar la humildad en mi vida de tal manera que no caiga en el hoyo del orgullo espiritual.
• “Que tenga buen testimonio de los de afuera” significa que mi conducta no cambia cuando dejo la compañía de los cristianos; soy una persona tan consciente, honesta, y comprensiva cuando trabajo, conduzco, y voy de compras como cuando estoy dando una clase de la escuela dominical.
• “Honestos” significa que soy lo suficientemente serio como para que nadie me pueda acusar de ser frívolo o que no reconozca la gravedad de los asuntos espirituales.
“Sin doblez” significa que no digo una cosa a una persona y lo contrario a otra. Tampoco hablo gratuitamente cuando es mejor no decir nada.
“Que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia” significa que entiendo la doctrina bíblica, pero también la vivo hasta el punto que no tengo ningún pecado inconfesado ni dudas acerca de la justicia de ninguna actividad en mi vida.
• “No soberbio” significa que me considero a mí mismo como menos importante que los demás y busco el bien de ellos por encima del mío propio.
• “No iracundo” significa que no “exploto” cuando soy maltratado o cuando las cosas no se hacen a mi manera. En el calor del momento no actúo de una cierta manera de la que luego tengo que arrepentirme.
• “Amante de lo bueno” significa que me regocijo tanto en mi propia obediencia y crecimiento y en la obediencia y el crecimiento de los demás, que haré gustosamente cualquier cosa que facilite ese crecimiento.
“Justo” significa que no muestro parcialidad hacia un tipo de persona respecto a otra, y que se puede contar conmigo para actuar de una manera bíblicamente coherente en mis tratos con los demás.
• “Santo” significa que adoro a Dios coherentemente apartándome del pecado y de los estorbos que pudieran tentarme a pecar.
• “Dueño de sí mismo” significa que he desarrollado el hábito de luchar y vencer mis deseos pecaminosos en lugar de ceder a ellos. Practico la disciplina personal incluso en asuntos no morales de tal manera que pueda estar mejor equipado para vencer la tentación cuando esta surja.
• “Retenedor de la palabra fiel” significa que estudio la Escritura con la suficiente profundidad para ser capaz de “saber defenderme” en una conversación con un hereje o con un hermano que está en el error.
Hemos de admitir que estos patrones divinos para los hombres son muy altos; pero, de nuevo hemos de enfatizar que todos nosotros somos capaces de ser la clase de ejemplos descritos en estos pasajes (por el poder del Espíritu Santo). Parece ser que muchos hombres en el cuerpo de Cristo han considerado que estos requisitos son aplicables sólo a los ancianos y diáconos, y por lo tanto no han hecho una prioridad en sus vidas el vivir conforme al modelo divino. Quiera Dios dar a Su iglesia más y más hombres que busquen la función de un líder afectuoso, un maestro eficaz y un ejemplo piadoso.1
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