¡Mira el espejo!
Juzgar ¡Mira el espejo! • Sermon • Submitted
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· 138 viewsLimpia tu vida, se honesto y podrás ayudar a los demás
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Este día empezaremos un tema un poco escabroso para los cristianos de tiempo, si tienes tiempo en la iglesia quizá has visto esto en algunas iglesias: querer juzgar a las personas; no sé cómo se empezó a dar eso, pero así es.
Tal vez es por las reglas que dicen que tenemos que seguir y te esfuerzas por cumplir, pero la verdad es que no puedes cumplirlas todas. Si cumplieras la mayoría y te falla en 2 o 1 y al conocer a otros cristianos que les faltan 9 o 7, te olvidas de las 2 que a ti te fallan y empiezas a hablar de las faltas de los demás. ¿Puedes creer que se vista así? ¿ya viste con quién viene? ¿dónde anda? ¿Como habla?
Si empiezas tu caminar en la vida espiritual, también sabes de lo que hablo, porque te has sentido juzgado por algunos cristianos y eso te desanima, o piensas que cuando se enteren de tu pasado o tu presente ¡te van a juzgar! Y prefieres evitarte la molestia.
Eso de juzgar puede ser desde una “opinión” hasta hablar descaradamente de alguien. Mucho del juicio puede ser “inofensivo”. Ves alguien y te formas una opinión de esa persona, no lo dices, pero lo piensas.
Alguien dijo: “honestidad es decir todo lo que uno piensa” y le contestaron “eso es ser estúpido, si dices lo que piensas, te quedas sin amigos”. Ese es otro tema.
En nuestra mente tenemos pláticas imaginarias, ves alguien y dices: “ese modelo de pantalón ya ni se usa, pero…” “a su edad yo no…” y etc. Algunas veces nuestro juicio puede ser muy dañino y quizá tú has sido víctima de eso. Pero cuando somos nosotros los que emitimos un juicio, pensamos que es correcto, que es verdad, que los demás son los que están mal. Ves alguien que hace algo que no entiendes o no compartes y dices: “¡alguien tiene que decirle!” te llega el sentido justiciero y tienes que hacer algo.
Por que sucede con frecuencia pensamos que juzgar es inofensivo y a veces piensas que es algo necesario. Aunque una voz en la mente nos dice ¡no juzgues a nadie! Y si ya tienes tiempo en la iglesia y alguien te dice algo, respondes: “la biblia dice que no debes juzgar” y a veces te encuentras en un dilema, porque es algo común de hacer. Es más, quizá en este momento piensas en lo que acabo de decir y me estás juzgando: “dice esto por…”, no estoy de acuerdo..., yo lo diría de otra forma, etc.
A veces lo piensas hasta en automático no lo puedes evitar. Así que para no decirle nada a esa persona ¡lo cuentas a los amigos! Chismerío santo, para que oren por ese tema. No quieres juzgar, pero es evidente que esa persona está mal, alguien tiene qué hablar del tema con alguien más.
Del otro lado están quienes han sido juzgados. Estar en esa situación es incómodo. Cuando vas por la calle y las personas te ven con el rabo del ojo, te quedan viendo y piensas ¿qué me ven? Será el tatuaje que tengo, el tatuaje que no tengo, flaco, gordo, sientes el escáner zzzz, no te dicen nada, sólo te ven. El sentimiento es horrible.
Quizá te han juzgado por como educas a tus hijos, por lo que comes, cuando todos pidieron agua de Jamaica y tu una michelada, sientes las miradas ¡borracho! O lo contrario, todos piden cerveza y tu pides un tu boing de mango y te quedan viendo y te dicen: ¡no me digas que eres religioso! Y te sientes juzgado.
O llegas con el novio que es humilde, lo presentas a tus amiguis y te quedan viendo con cara de: ¡así de desesperada amiguis! O ella es güera y él moreno…casi negro.
Todos hemos experimentado eso. Lo peor de sentirse juzgado es que no nos dan la oportunidad de explicarnos. Dan ganas de ver esa mirada y decir: ¡alto! Deja que te diga la historia detrás del tatuaje, te explico porque hago lo que hago. Cuando te juzgan, pueden decir que te quieren ayudar y que lo hacen por tu bien, pero dices ¡No es cierto! ¡no es por mi bien! Solo me estás juzgando y lo haces usando la Biblia, la religión ¡no te interesas por mí, sólo quieres juzgarme! Quieres que sea como tú, pero tú no eres perfecto.
Al escuchar el juicio, nunca respondemos: “lo que acabas de decir me ha hecho sentir tanta convicción que ¡quiero cambiar! Es más, quiero ser como tú”. ¡Nunca!
Ser juzgado no hace cambiar a la persona, no la hace querer ser mejor persona y en definitiva no quiere ser como esa persona que le está juzgando. Si somos honestos la mayoría hemos estado en los dos lados de esta moneda.
La Biblia toca el tema y aún así hay confusión. La Biblia dice ¡no juzgues! Por una parte, pensamos que si no lo hacemos, esa persona ¡seguirá en su error y va a terminar mal! Por otro lado es bueno que las personas nos confronten, pero cuando lo hacen decimos que no tienen derecho de confrontarnos. ¿Qué hacemos? ¿por qué la confusión?
Esta dinámica puede ser tan destructiva en las relaciones, el matrimonio, amistades, porque no hemos entendido esto de juzgar. Hay personas que se han sentido rechazados juzgados y aislados, se han sentido así porque tenemos los versos que prueban que tenemos la razón.
El problema es que cuando se sienten juzgados ¡no se acercan, se alejan! Y seguimos insistiendo ¡tienen que cambiar! Deben hacerlo de esta manera. Eso sucede, porque no hemos entendido el principio que veremos, por eso no cambian, sino que corren en dirección contraria, igual que cuando tú te sientes juzgado.
Jesús habla de este tema, en el evangelio de Mateo, Parte del sermón del monte que empezaremos a estudiar los miércoles. Jesús dice: “No juzguen”. Pero en ese pasaje, Jesús introduce a una plática que va más profunda y de eso hablaremos las siguientes semanas ¿cuándo podemos juzgar? ¿Cuándo es pecado? ¿cómo confrontar sin juzgar?
Jesús nos presenta el tema en su forma característica ¡siendo poco claro! En ocasiones decía algo que la gente no comprendía y ¡no lo explicaba! Sino que dejaba la tensión provocando que las personas meditaran en esas palabras. Por ejemplo: dijo esto “es bien difícil que los ricos entren en el reino de los cielos”, los que escucharon preguntan ¿qué quieres decir? ¿es un problema ser rico? Después Jesús aclaraba las cosas.
En este pasaje hace lo mismo, aunque después nos explica sobre el juicio. Si vienes por primera vez y alguna vez dijiste “si alguien me quiere obligar a hacer algo o me ve mal ¡nunca volveré a esa iglesia! Si alguna vez te sentiste juzgado en alguna iglesia qué bueno que estás aquí, porque si los cristianos hubiéramos entendido esto antes, no te hubieras ido de la iglesia.
“»No juzguen a nadie...” (Mateo 7:1, NVI)
Esta es la primera parte, y si es todo lo que leemos, podemos pensar ¿qué quiere decir? ¿si estoy haciendo algo mal nadie puede decirme nada? ¡no importa que esté mal! Porque la Biblia está diciendo que no juzguen a nadie. Pero el verso continúa:
“»No juzguen a nadie, (condena basado en tu opinión) para que nadie los juzgue a ustedes.” (Mateo 7:1, NVI)
La pregunta que surge es ¿ser juzgado por quién? ¿Dios? ¿las personas que estamos juzgando? Y Jesús NO responde, porque ese no es el punto principal qué quiere remarcar. Los que se sientan en la silla del juez a juzgar ¡cuidado! Porque los van a juzgar a ustedes también. Y ellos preguntan ¿Dios me va a juzgar? Jesús no responde claramente. ¿Los amigos o enemigos? No se.
El punto que debes saber es que, si quieres ser juez de alguien, se te va a regresar. Y después nos da la explicación:
“Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.” (Mateo 7:2, NVI)
A quienes les gusta juzgar dicen: “espera, alto, quizá no te has dado cuenta de que mi juicio es verdad, tengo razón. Esa persona está mal ¡alguien tiene que decirlo! Alguien tiene que hablar con él o ella. Hay muchas cosas que no debemos hacer y esa persona ¡las hace todas!
Jesús dice: Claro que está mal esa persona, pero tú ¡no juzgues! A menos que quieras que, así como juzgas seas juzgado.
Por lo que viene más adelante, entendemos que Jesús está diciendo: el punto no es que no opines de nadie o que nadie tiene nada malo en su vida y que no hagas nada ¡no es así! Jesús, de forma amable está diciendo “quiero que apliquen la regla de oro cuando juzguen”. Esto es importante: “quiero que juzguen a otros de la misma manera como ustedes quieren ser juzgados. Quiero que juzguen, así como quieres que tu Padre Celestial te juzgue”.
Ahora meditemos: Si sabes que se te juzgará igual como tú juzgas ¿cómo juzgarías? Yo se cómo quiero que me juzguen y como quiero que Dios me juzgue. Quiero que considere todas las agravantes, dónde nací, como me criaron, las carencias, lo que sufrí de niño y por eso busco la aprobación de los demás, las personas esperaban más de mí por ser hijo del pastor, pusieron mucha presión en mí y …etc.”
En otras palabras, quiero que cuando Dios me juzgue, considere todas las cosas por las que tuve que pasar, que sepa los detalles. Quizá al explicarle lo que viví, Jesús me abrace y diga: Pobre Isma, con razón fuiste tan zopenco, no tenías alternativa; me dará un pañuelo y dirá: es asombroso que hayas logrado tantas cosas con tan pocas alternativas, después de todo lo que viviste. Se voltea a San Pedro y le dice: No le hagan ninguna pregunta a este muchacho, directo al reino.
Al ser juzgado, yo quiero: comprensión. Y quiero que les digan a esos que me juzgan: Si es verdad que algunas cosas no las hizo bien, pero no saben el otro lado de la historia. Así quiero ser juzgado.
Imagina la audiencia que escucha esto, tienen muchas preguntas, y el Señor Jesús los lleva aún más lejos, estira su razonamiento y su proceso mental.
“»¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo…” (Mateo 7:3, NVI)
¿Por qué te fijas? O ¿por qué te preocupas? Y digo ¡por que tiene algo en su ojo! Tiene un problema, hay algo mal. Los oyentes piensan: ¡Ah, tengo razón! Esa persona tiene un problema ¡tengo razón! Esa persona está mal y alguien tiene qué decírselo.
Pero lo que Jesús dice es: Antes de que juzgues, primero dime ¿por qué te interesa? ¿qué te preocupa? ¿Por qué sientes que tú debes hacer algo? Esto es importante ¿qué hace que quieras juzgar a los demás? Y así, Jesús nos lleva a pensar lo siguiente ¿cuál es tu motivación? ¿qué hay en ti? ¡no en ellos! ¿qué está mal en ti que sientes la necesidad de sacar la astilla del ojo de tu hermano? Quizá hay algo más importante que debes saber en ti que en ellos. ¿Por qué su pecado te hace sentir como te sientes? ¿por qué el interés en sacar la astilla de tu hermano?
“»…y no le das importancia a la viga que está en el tuyo?” (Mateo 7:3, NVI)
¿Por qué tanta prisa para ver sus problemas…pero no los tuyos? Y decimos: yo sé la respuesta a la pregunta ¿Cuál es el problema? ¡Yo no tengo ese problema! Yo estoy bien, ellos están mal y no lo pueden ver. Mi corazón es tan puro que puedo verlos mejor que ellos mismos.
Jesús dice: ¡No es cierto! Se sincero, di la verdad. ¿Por qué tu interés en su astilla? Cuando tienes una viga en tu propio ojo que no quieres ver. Y aquí empieza a tomar sentido todo el asunto. Cuando veo algo en ti que me molesta, debo verme en ese espejo antes de decir algo. Cuando veo en ti algo que me hace querer juzgarte o hablar de ti con alguien más. Debo preguntarme ¿qué tengo yo? ¿qué tienes tú que me refleja a mí? Y termina la frase de la siguiente manera:
“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando ahí tienes una viga en el tuyo?” (Mateo 7:4, NVI)
Si dices: momento ¡yo no tengo nada en mi ojo! O dices: el problema de ellos es mayor al mío. El pecado de ellos es mayor. En ese momento cuando estás seguro de que ellos son los que tienen que hacer algo, cuando empiezas a sentirte el justiciero, te justificas y crees que tú eres el brazo de justicia de Dios.
Cuando estás frente a esas personas te enojas y te salen los versos de memoria, los mandamientos que justifiquen tu enojo. Te diré algo: ¿por qué lo que ves en ellos te hace enojar? Quizá es el reflejo de algo que tienes tú.
Quizá piensas: “ahora resulta que tengo que ignorar todo su pecado, la maldad, injusticia, ahora resulta que si veo algo mal ¡no debo hacer nada! Después van a decir que todo es mi culpa, que el problema soy yo. Si piensas eso, ¡alto! Porque no estoy diciendo eso.
Nuestra primera reacción al ver el pecado, las faltas de los demás, no es querer quitárselos, sino debe ser ir al espejo y vernos a nosotros mismos y decir ¿qué hay en ellos que me refleja algo de mí? Si esa fuera nuestra primera reacción, entonces podemos ser mejores y Jesús dice: Ellos podrán ser mejores.
“¡Hipócrita!...” (Mateo 7:5, NVI)
Un hipócrita en este contexto es el que ve algo en alguien y no va al espejo a verse a sí mismo. Es la persona que juzga sin verse a sí mismo, es quien busca la astilla en los demás en lugar de en sí mismo. Jesús dice: ¡no niego que hay un problema en ellos! Sí tienen una astilla en su ojo, tienen un problema, pero antes que puedas ayudarlos ¡tienes que ver cómo estás tú! Esa debe ser tu primera reacción y no ir a condenarlos.
Jesús dice: si haces eso, si te crees muy justo, o si eres inseguro y no quieres verte en el espejo, si confías sólo en ti para juzgar a los demás, entonces eres un…hipócrita.
¿No de eso nos acusan a los cristianos mucha gente? Que somos hipócritas ¿por qué lo dicen? No se trata de que no reconozcan que tienen una astilla, sí tienen un problema, pero han visto nuestra falta de voluntad y nuestra negación a tratar con la astilla que está en nuestro ojo.
Podemos justificarnos diciendo: Pero es de que a Dios no le agrada ese pecado. No está de acuerdo con su estilo de vida y sabes ¡es verdad! Pero primero ¡veamos el espejo! Si no nos vemos primero en el espejo, perdemos la autoridad y la oportunidad con las personas que necesitan hacer algo en sus vidas.
Eso pasa entre esposos, padres e hijos, madres e hijas, jefes y empleados, vecinos, pasa en todos lados. Porque cuando te sientas en la silla del juez, y sabes que no eres perfecto, que tienes errores, sabes que tienes tentaciones que no puedes dejar, hay algo que te cuesta, pero cuando vienes a querer ayudarme a sacar la astilla de mi ojo y veo que tú también tienes y no lo reconoces, no me dan ganas que me ayudes. Eso no ayuda, me hunde más en mi situación, no te puedo escuchar, porque padeces de lo mismo que me acusas.
Y dices: Vengo a decirte esto, porque ¡alguien te lo tiene que decir! ¡estas mal! No te das cuenta amigo. No ves el problema. Y quizá tienes razón, pero ¡Tú estás igual! Y no lo reconoces, no te quieres ver en el espejo, no quieres ver tu problema ¡tú no eres mejor que yo!
¿Por qué tengo que escuchar a mi amigo? ¿por qué debo escuchar a m mamá? ¿Por qué tengo que escuchar a mi jefe? Reconozco que tengo un problema, pero ¿te has visto en el espejo últimamente? Si no lo haces, me empujas a justificarme y no sucede nada bueno. Pero Jesús dice ¡Hay solución!
“¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo...” (Mateo 7:5, NVI)
Si dice: Primero, es porque hay un segundo o un después. Cuando hay algo que me irrita de los demás, es probable que yo tenga algo pendiente en mi vida. Eso no quiere decir que los demás estén bien. Hay algo mal, alguien tiene que hablar con ellos, pero primero debo verme al espejo.
Jesús dice: ¿quieres hacer algo al respecto? ¿quieres sacar la paja ajena? ¿quieres ayudar? Y decimos: Claro, no soporto a la gente que hace eso en sus vidas. Dios ¡dime qué debo hacer! Quieres que los llame, los busco y Dios dice ¡no! Entonces ¿hablo con ellos para que se avergüencen? ¡no! ¿los regaño? ¡no! Entonces ¿qué debo hacer? Primero ve al espejo. Y decimos, pero Dios ¡ellos son los del problema! ¿cómo puedo yo ayudarlos a ellos? Jesús dice: Yo sé, sólo quiero prepárate para que los puedas ayudar. Y decimos: Estoy listo, ya quiero ir. Ok, entonces, mírate en el espejo y decimos ¡Yo no soy el del problema! Jesús nos dice: ¡eso crees tú!
Jesús está enseñando que nuestra primera reacción al ver algo que se necesita arreglar, es verme a mí mismo y decir ¿Dios, ¿qué hay en mí que tienes que arreglar? ¿qué hay en su ojo y también en el mío?
Quizá dices: en mi caso lo que me empuja a actuar mal son mis hijos, mi pareja, si supieras lo entenderías. Si conocieras a mi jefe. Y sabes, yo pienso lo mismo, por eso es Jesús quien nos dice ¡mírate en el espejo! No yo.
“…saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.” (Mateo 7:5, NVI)
¿Por qué necesito ver claramente? ¿Por qué debo sacar primero mi viga? ¡porque hay algo después! ¿qué es? Sacar la astilla. Entonces ¿es verdad que tienen algo mal? ¡claro! Nunca he dicho lo contrario, no digo que su conducta me agrade, no digo que no vivan en desobediencia, no digo que estén bien y tú mal, sino que ellos al igual que tú ¡me preocupan! Por eso quiero que estés preparado para que no los hundas más y la única manera de hacerlo es primero quitando la viga de tu propio ojo. Sólo entonces verás claramente para poder ayudarles. Tratar con mi pecado me hace el candidato perfecto para hablar con ellos sobre su pecado.
Cuando veo en el espejo si hay algo mal en mí, cuando estoy dispuesto a hacer algo, cuando estoy dispuesto a que Dios examine mi vida, entonces soy el candidato perfecto para hablar con ellos de su astilla. Si no lo hago, entonces, no estoy ayudando sino juzgando de manera equivocada.
Ahora ¿cómo puedo ver la astilla en mis ojos? Para algunos es más fácil que para otros. Primero debes ver las emociones que la astilla ajena provoca en ti. ¿Te enoja? El enojo es tu problema no de ellos. ¿Su pecado te pone celoso? ¡ella no debería ponerse ese vestido! Quizá es porque tú no puedes ponerte ese vestido. Él no debería comprar ese carro, quizá es porque tú no puedes hacerlo; ese tatuaje se le ve ridículo, quizá porque a ti no te dejaron hacerlo. Mientras no desnudes tu problema ¡no podrás ayudar!
¿Por qué te enoja? Porque el celo de Dios me consume y si no le gusta a Dios ¡tampoco a mí! Pero ¡tú no eres Dios! Si el pecado de alguien más te enoja, debes ver por qué, quizá sea por la viga que tienes en tu ojo.
Algunas veces el pecado de otros nos atemoriza, pero si eres honesto y te ves en el espejo lo puedes arreglar. Si su pecado te amenaza, es por tu viga, tu problema ¡trátalo!
Si no lo quieres admitir o reconocer, serán los celos, el enojo quien los juzgue y eso no hará que las cosas cambien, por eso primero debemos mirarnos al espejo.
Si detectas la viga en tu ojo y la quitas, entonces podrás ayudar a otras personas con su astilla. Tus hijos te enloquecen y sabes que están mal, tienes razón, pero tu reacción ¡también está mal! Y juzgarlos sin considerar la viga en tu ojo, los hunde más.
Ahora, si eres tú el que está siendo juzgado y escuchas esto, si dices: Eh, ahora sí ¡nadie me diga nada, porque la Biblia dice que no deben juzgar, porque está igual o peor que yo; sabes, quizá una de esas personas que te dice algo, es verdad que te quiere ayudar y te invita a platicar, a una reunión, se acercan, no te quieren juzgar, sino que han estado donde tú estás y saben a dónde te diriges.
Mientras sigas escondiéndote, diciendo: no me juzguen, nunca aprenderás porque no escuchas. No crecerás porque te escondes detrás de algo que ¡no está en la Biblia! Te escondes para protegerte de la verdad que Dios quiere que veas. Quizá tienes tiempo de conocer a Dios y dices: “Si Dios me quiere decir algo ¡que me lo diga!” pero no has podido escuchar a Su Espíritu Santo, por eso necesitas alguien de carne y hueso que te aprecia y ha estado donde tú estás y sabe lo que se siente, por eso te dice algunas cosas porque te quiere ayudar. Así que el tema, también es para ti. ¡Mírate en el espejo!
Lo peor que puedes hacer es alejarte de quienes te dicen algo, te confrontan con la verdad, porque después de todo, la Biblia dice que no juzgues, pero también dice que nos ayudemos los unos a los otros a quitar la viga de los ojos, después de vernos en el espejo.
Jesús nos enseña algo a todos. Si estás corriendo, cuando menos admite que Dios puede enviar alguien a tu vida, alguien que te quiere ayudar de verdad.
Es fácil juzgar a las personas, así que dile a Dios: Ayúdame a que mi primera reacción sea verme al espejo; antes de juzgar que pueda detenerme y ver si hay algo de esa astilla en mi propio ojo.
Cuando esa sea nuestra primera reacción, imagina lo que puede hacer un grupo como este, con nuestros amigos ¡podremos ayudarlos! Y si han tomado un camino equivocado, que los lleva a la destrucción en esta vida y la venidera, pueden recibir el perdón de nuestro Dios. No juzguen, pero la frase termina diciendo: juzga de la mima manera, medida con que se te medirá.
Cuando Dios limpia tu corazón, entonces podrás ver claramente y quitar la astilla en los ojos de las demás personas.
Palabra de Dios.