Adorando Juntos en Armonía 2

Tiempo con Dios  •  Sermon  •  Submitted
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Pablo se aproxima al final de esta sección con algunos consejos muy prácticos. Está decidido a que a todos los que tengan algún don se les conceda la oportunidad de ejercerlo; pero está igualmente decidido a que las reuniones no se conviertan en un encuentro desordenado.
Pablo es muy específico: Sólo dos o tres deben practicar el don de lenguas, y eso sólo cuando esté disponible algún intérprete. Entre los que tengan el don de proclamar la verdad, el don de profecía, de nuevo dos o tres serán los únicos que puedan hacerlo en cada ocasión; y si hay alguien en la congregación que tiene la convicción de haber recibido un mensaje especial, que el que esté hablando le ceda la palabra.
Debe haber libertad, pero no debe haber desorden.
Esta sección de la carta es muy interesante, porque da mucha información que nos permite saber cómo eran los cultos, las reuniones, de la Iglesia Primitiva. Está claro que había una gran libertad y no poca improvisación. De este pasaje surgen dos cuestiones importantes.
1. Está claro que en la Iglesia del primer siglo no había un ministerio profesional. Es verdad que los apóstoles figuraban con una autoridad especial; pero hasta entonces no había un ministerio profesional local. Se recibía a todos aquellos que tuvieran un don que fuera de utilidad y bendición a la congregación. Nosotros somos bendecidos por tener ministros que dedican el 100% de su tiempo a la obra del Señor, pero eso no nos exime a los laicos de poner al servicio de la iglesia los dones que nuestro Dios nos ha dado. Recordemos lo que dice Efesios 4:11-12: Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. La función de los ministros, de los pastores es capacitarnos para que llevemos a cabo la obra de Dios. No es chamba del Pastor. Yo debo participar también con los dones que Dios nos ha dado.
2. Es indiscutible que había una cierta flexibilidad en el orden, o como diríamos elegantemente, en la liturgia de la Iglesia del primer siglo. Lo realmente característico de las reuniones de adoración de la Iglesia Primitiva debe de haber sido que casi cualquier persona consideraba que tenía el privilegio y la obligación de contribuir con algo en él. Nadie iba con la única intención de escuchar pasivamente; sino más bien con la de recibir y aportar. Está claro que eso tenía sus peligros; porque nos da la impresión de que en Corinto había personas a las que les gustaba demasiado hacerse oír; pero, con todo y con eso, la iglesia era entonces asunto de los cristianos de a pie más que ahora. Por eso es que a mi me encantan los grupos pequeños, porque son reuniones en las que todos aportamos y participamos, todos enriquecemos las sesiones y nos bendecimos unos a otros.
Tristemente, lo que no se puede negar es que en la actualidad, muchos miembros de la iglesia piensan más en lo que ésta puede hacer por ellos que en lo que ellos puedan hacer por ella, y peor aún, por lo general esas personas que no aportan, están más dispuestos a criticar lo que se hace que a asumir ninguna responsabilidad del trabajo de la iglesia por sí mismos.[1]
Llegamos a dos versículos que también se han prestado a muchas discusiones, los vv. 34 y 35: Como es costumbre en las congregaciones de los creyentes, 34 guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar. Que estén sumisas, como lo establece la ley. Si quieren saber algo, que se lo pregunten en casa a sus esposos; porque no está bien visto que una mujer hable en la iglesia.
¿Significa esto que la mujer no puede hablar en los servicios religiosos de hoy?
Desde nuestra óptica moderna, es difícil no intentar racionalizar las palabras del apóstol Pablo para que cuadren con nuestra cultura. Eso sería una crasa exégesis y una injusticia hermenéutica. Lo que nos toca es procurar entender estas palabras de Pablo dentro de su propia cultura; es más, nos toca tratar de ver cómo las anteriores enseñanzas claras del Apóstol cuadran con este texto.[2]
Es claro, por 11.5, que la mujer oraba y profetizaba en la adoración pública. También es claro, por los capítulos 12 al 14, que a ella se le dan los dones espirituales y se la anima a ejercitarlos dentro del cuerpo de Cristo. Las mujeres tienen mucho con que contribuir para participar en los servicios de nuestra iglesia.
En la cultura de Corinto no le estaba permitido a la mujer confrontar al hombre en público. Aparentemente algunas mujeres que se convirtieron pensaban que el cristianismo les daba libertad de hacerlo. Esto causó división en la iglesia. Más aún, las mujeres de aquella época no recibían formación religiosa formal como los hombres. Ellas podían formular preguntas en el servicio de adoración que podrían ser respondidas en la casa sin necesidad de interrumpir una actividad pública. Pablo respondió que la mujer no podía alardear de su libertad en Cristo durante la adoración pública. La exhortación de Pablo apunta a promover la unidad, no a enseñar acerca del rol de la mujer en la iglesia.[3]
Debemos tener presente que la cultura del siglo I, tanto judía como gentil, no permitía que las mujeres hicieran mucha bulla en las reuniones públicas. Pablo, pues, simplemente sigue las normas establecidas por su propia cultura al insistir en que las mujeres no interrumpan o intervengan en la adoración pública[4]
Es muy probable que las mujeres estaban abusando de sus dones y usándolos fuera de lugar. Pablo no dice que las mujeres no tienen dones espirituales ni que deban ser esclavos de los hombres. Enseña que tanto hombres como mujeres, si actúan fuera de lugar en la iglesia, la destruyen en lugar de edificarla. Pablo también coloca una responsabilidad sobre los hombres; deben enseñar a sus esposas las verdades espirituales, pero hacerlo en casa. No se trata de un asunto de machismo, sino de orden establecido en la Palabra, y los varones somos los sacerdotes del hogar, somos los responsables de dirigir espiritualmente nuestra casa, pero es triste que, ¡en muchas familias es la esposa la que tiene que enseñarle al marido![5]
El teólogo Barrett, citando a Calvino, afirma “El lector discerniente debe concluir que las cosas que Pablo aborda aquí son indiferentes, ni buenas ni malas, y que se prohíben sólo porque obran en contra de lo apropiado y la edificación.[6]
En este capítulo 14 encontramos principios básicos para la adoración espiritual que Pablo da a la iglesia:
1. La enseñanza y la predicación de la Palabra sienta precedencia sobre todo lo demás.
2. La iglesia debe ser edificada.
3. No debe haber nada que perjudique el testimonio ante los que no forman parte de la iglesia
4. Siempre debe haber templanza o dominio propio.
5. Todo debe hacerse «decentemente y con orden» como dice la RV60, siguiendo a la Palabra de Dios.
6. Debe haber comprensión antes de que pueda haber bendición. Es evidente por las Escrituras que había cierta informalidad en las reuniones de la iglesia primitiva. Por un lado debemos evitar la formalidad y por otro el fanatismo. Es una línea muy fina. Una reunión planeada no es falta de espiritualidad, porque el mismo Espíritu puede guiar en el planeamiento anticipado así como el reunión misma. Pero incluso en un servicio planeado debemos dar lugar a que el Espíritu guíe.[7]
Algo que me cautivó cuando llegamos como familia a PIB Satélite hace diez años fue la excelencia y el orden con que se llevan a cabo las reuniones, y no solo las dominicales, los congresos, la Cumbre Global de Liderazgo. Hay un sentido de excelencia y orden ejemplar.
Ustedes saben que en ocasiones he tenido la bendición de ser anfitrión en las reuniones dominicales, y déjenme les cuento que en cada reunión de PIB hay un programa minuto a minuto de cada actividad; e inclusive en algunas ocasiones que he invitado a amigos o familiares que vienen de visita a la Ciudad de México y se congregan en una iglesia en su localidad, me dicen: “oye que diferencia con tu pastor que si acaba las reuniones a tiempo, porque allá el nuestro, parece que ya va a acabar, y se arranca con otro rollo”. Y miren, lo de menos es acabar o no a tiempo, aunque yo estoy convencido que ser puntual demuestra respeto hacia otra persona, lo crítico es que en la iglesia de Corinto cada quien hacía lo que quería, todos hablaban a la vez, era un completo desorden.
La adoración es vital para la vida del individuo y para la totalidad de la iglesia. Los servicios en nuestras iglesias debieran ser conducidos en una forma ordenada de modo que podamos adorar, ser enseñados y estar preparados para servir a Dios. En verdad en PIB Satélite somos bendecidos porque las personas que tienen la responsabilidad de planificar la adoración siempre se aseguran del orden y la dirección en vez de caos y confusión.[8]Desde la llegada con el ministerio de Conexión y Amor, hasta la despedida. Todo es en orden, porque el orden honra a Dios.
Así llega Pablo a la conclusión. El apóstol deja bien claro que no tiene ningún interés en anular el don de nadie; lo único que le mueve de veras es el deseo del buen orden de la iglesia. La gran regla que establece en efecto es que uno ha recibido de Dios cualesquiera dones que posea, no para su propio provecho exclusivamente, sino para el de toda la iglesia. Cuando una persona puede decir: «¡Gracias a Dios! ¡A Él sea la gloria!», entonces y solo entonces usará sus dones como Dios manda en la iglesia y fuera de ella.[9]
Yo soy retro y vintage, y como se imaginarán por lo general leo la versión RV60, aunque para mis clases por lo general uso la NVI. Pero, quiero usar la RV60 para la conclusión. Me encanta el versículo 40 en la RV60.
La conclusión “Hágase todo decentemente y con orden” es el resumen de todo el capítulo y, en cierta manera, de todo lo anterior de la carta. La palabra “decentemente” tiene la idea de que sea con decoro, y no se refiere a aspectos que llamaríamos morales, aunque hoy la usemos a menudo con ese sentido. Si alguno pregunta qué es lo decoroso, enseguida comprenderemos la necesidad de usar la sabiduría del Espíritu para aplicarlo en la práctica. El lenguaje, la forma de vestir, el orden del culto no puede ser el mismo en un servicio fúnebre que en un campamento en la playa. Pero en un caso o en otro, hay que mantener la noción del decoro. En el fondo, éste implica el adecuarse a los conceptos habituales en el medio de tal forma que, si “entra algún incrédulo o indocto” (v. 24), no sienta un choque al ver algo que puede estar dentro del espíritu de libertad cristiana, pero que no resulta de edificación.
Para muchos el mayor sacrificio será el orden. La improvisación no parece ser lo preferido del apóstol, aunque por cierto hay momentos en que el Espíritu nos lleva a hacer algo que no estaba planeado.
Así debe hacerse todo. ¿Qué tenía Pablo en mente al escribir esta palabra? Por supuesto, pensaba en lo que acababa de escribir, pero sin duda no podía sacar de su mente cuanto había ido acumulando desde el primer capítulo, en el que enfrentó las divisiones de la iglesia. En todo ha de reinar el Dios que “no es Dios de confusión sino de paz”.[10]
Dios permita, que todo lo que hagamos en nuestra vida sea decente y con orden.
[1]William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 643. [2]Roberto Fricke et al., Comentario bı́blico mundo hispano: 1 y 2 Corintios, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2003), 173. [3] Biblia del diario vivir, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 2000), 1 Co 14:35. [4]Roberto Fricke et al., Comentario bı́blico mundo hispano: 1 y 2 Corintios, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2003), 173. [5]Warren W. Wiersbe, Bosquejos expositivos de la Biblia: Antiguo y Nuevo Testamento, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 1995), 1 Co 14:34–35. [6]Roberto Fricke et al., Comentario bı́blico mundo hispano: 1 y 2 Corintios, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2003), 174. [7]Warren W. Wiersbe, Bosquejos expositivos de la Biblia: Antiguo y Nuevo Testamento, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 1995), 1 Co 14:36–40. [8] Biblia del diario vivir, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 2000), 1 Co 14:40. [9]William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 643. [10]Arnoldo Canclini, Comentario bı́blico del continente nuevo: 1 Corintios (Miami, FL: Editorial Unilit, 1995), 230–231.
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