CONECTADOS - TODO PUEDE CAMBIAR ORANDO ¿TODO PUEDE CAMBIAR ORANDO? - TEMPORADA #3 Episodio X
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¿CAMBIA ALGO REALMENTE LA ORACIÓN?
¿CAMBIA ALGO REALMENTE LA ORACIÓN?
Es agradable hablar de los beneficios espirituales y cualquier otra cosa que podría derivar de la oración, pero, ¿qué decir de la verdadera pregunta?: ¿hace alguna diferencia la oración? ¿Cambia algo realmente?
¿La oración hace que Dios cambie de parecer? A esta pregunta podríamos responder rápidamente con un “no” rotundo. Ahora bien, pero si preguntamos de una manera diferente, como por ejemplo: “¿Todo puede cambiar orando? o si la oración cambia las cosas, ya la respuesta podría cambiar a un: “¡por supuesto!”.
La Biblia dice que hay ciertas cosas que Dios ha decretado desde la eternidad. Tales cosas sucederán inevitablemente. Si tú oraras individualmente o si tú y yo uniéramos fuerzas en oración, o si todos los cristianos del mundo orásemos colectivamente, eso no cambiaría lo que Dios, en su consejo oculto, ha determinado hacer.
Si decidiéramos orar para que Jesús no regrese, aun así él regresaría.
Aunque quizá tú preguntarás: “¿No dice la Biblia que si dos o tres se ponen de acuerdo en algo, lo conseguirán?” Sí, eso dice, pero ese pasaje habla de la disciplina de la iglesia, no de las peticiones de oración.
Una vez más, alguien podría preguntar: “¿No dice la Biblia de vez en cuando que Dios se arrepiente?”.
Sí, el Antiguo Testamento ciertamente lo dice. El libro de Jonás nos dice que Dios “se arrepintió” del juicio que había planeado para la gente de Nínive.
Al ver Dios lo que hicieron, es decir, que se habían convertido de su mal camino, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que les había anunciado.
Lo que claramente quiere decir es que Dios retiró la amenaza de juicio de la gente. La palabra hebrea nacham, traducida como “arrepentirse” en la Reina Valera Contemporánea, en este caso significa “confortado” o “aliviado”. Dios fue confortado y se sintió aliviado de que el pueblo se hubiera vuelto de su pecado, y por lo tanto él revocó la sentencia de juicio que había impuesto.
El parecer de Dios no cambia porque Dios no cambia.
El parecer de Dios no cambia porque Dios no cambia.
Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?
En verdad, el que es la Gloria de Israel no miente ni cambia de parecer, pues no es hombre para que se arrepienta.
Entonces, si Dios ya ha tomado una decisión, ¿por qué debemos orar? La Biblia nos instruye a:
Entonces, si Dios ya ha tomado una decisión, ¿por qué debemos orar? La Biblia nos instruye a:
oren sin cesar,
Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración.
Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.
Debemos orar con los motivos correctos, dependiendo solo de Dios y eligiendo obedecerle
Debemos orar con los motivos correctos, dependiendo solo de Dios y eligiendo obedecerle
Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Finalmente, la Escritura nos instruye a orar en la voluntad de Dios.
Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.
EL PODER DE LA ORACIÓN
EL PODER DE LA ORACIÓN
Hubo personas libradas del peligro, sanadas de enfermedades, vieron a sus seres queridos sanados, y presenciaron innumerables milagros como consecuencia de la ferviente oración.
Si algo hacía Santiago, era mesurar la realidad cuando escribió que la oración del justo es poderosa y eficaz (5:16).
Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz. Elías era un hombre con debilidades como las nuestras. Con fervor oró que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio. Volvió a orar, y el cielo dio su lluvia y la tierra produjo sus frutos.
El poder de la oración no es automático ni mágico. Las promesas de la Biblia concernientes a la oración van unidas a ciertas condiciones.
Recordemos declaraciones tales como: “Pidan, y se les dará” (Mateo 7:7); “si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá” (Mateo 18:19); y “si ustedes creen, todo lo que pidan en oración lo recibirán” (Mateo 21:22).
Versiculos como éstos han suscitado insólitas teorías de la oración. Esto ocurre cuando la gente aísla estos pasajes de todo lo demás que dicen Jesús y la Biblia acerca de la oración. Las distorsiones también abundan cuando abordamos estos versiculos cortos de manera simplista.
La idea de que Dios “siempre quiere sanar” ha sido una destructiva distorsión en la comunidad cristiana.
La oración no es magia. Dios no es un mozo celestial, dispuesto a satisfacer cada uno de nuestros antojos.
En algunos casos, nuestras oraciones deben comportar un esfuerzo del alma y agonía del corazón tal como Jesús mismo experimentó en el Huerto de Getsemaní. A veces el cristiano inmaduro sufre amargas decepciones, no porque Dios fallara en el cumplimiento de sus promesas, sino porque cristianos bienintencionados hicieron promesas “por” Dios que Dios mismo nunca autorizó.
Los resúmenes simples que da Jesús tienen el propósito de alentarnos a orar. El patrón parece simple. Debemos pedir y recibiremos. Sin embargo, el Nuevo Testamento expande las condiciones, dándonos una mirada más completa de lo que implica la oración eficaz:
Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.
Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.
y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye.
Como revelan estos pasajes, recibir de Dios lo que deseamos conlleva más que meramente pedir. No basta con la confianza en Dios. Debe haber una adecuada reverencia hacia Dios, obediencia a su voluntad, y una continua comunión con Cristo. La petición debe hacerse en conformidad con la voluntad revelada de Dios, y en conformidad con su naturaleza y carácter.
La Biblia nos exige que oremos “en el nombre de Jesús”. La invocación del nombre de Jesús no es un encantamiento mágico; su significación es más profunda.
Pedir algo en el nombre de Jesús no es añadir una frase al final de una oración. Más bien significa que creemos que nuestra petición va dirigida a nuestro Gran Sumo Sacerdote, nuestro Intercesor.
Si pedimos algo, debemos confiar en Dios, sabiendo que nuestra petición está en conformidad con la voluntad del Padre y la naturaleza y el propósito de Cristo.
Muchas veces la razón por la que nuestras oraciones no siempre son respondidas como deseamos se nos da en Santiago
Y cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones.
Dios no nos dará cosas que nosotros usaríamos inadecuadamente. Tampoco va a responder a peticiones hechas desde la ignorancia, las cuales resultarían desastrosas.
Moisés es un excelente ejemplo. En Éxodo 33:18, él ora: “Te ruego que me muestres tu gloria”. Moisés ha hablado con Dios. Ha visto a Dios hacer numerosos milagros: la zarza ardiente, las plagas, la división del Mar Rojo. Pero ahora Moisés quiere lo más grande: “Dios, las otras cosas fueron grandiosas, pero ahora permíteme tenerlo todo. ¡Permíteme ver tu rostro!”.
En los versos 19 y 20, Dios dice: “Voy a hacer que todo mi bien pase delante de ti, y delante de ti voy a proclamar mi nombre, que es EL SEÑOR. Porque soy misericordioso con quien quiero ser misericordioso, y soy clemente con quien quiero ser clemente… Mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo”. Dios le estaba haciendo un gigantesco favor a Moisés al rehusar atender su petición. Si Dios le hubiera concedido el deseo a Moisés, le habría costado la vida. Ningún hombre puede ver a Dios y seguir vivo. Moisés debió haberse alegrado de que Dios dijera “no”.
Otra razón por la que no logramos ver las respuestas deseadas a nuestras oraciones puede ser que estemos orando por cosas que ya tenemos en Cristo. En Juan 4, Jesús habla con la mujer junto al pozo. Él le dice que si ella se diera cuenta de con quién estaba hablando, habría sabido qué pedir. Lo mismo nos ocurre a nosotros. Si realmente supiéramos quién es Dios y todo lo que nos ha dado en Cristo, nuestra vida de oración sería muy distinta a como es.