LA DEPRAVACIÓN TOTAL
LAS DOCTRINAS DE LA GRACIA • Sermon • Submitted
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INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
la bipolaridad es el nombre que se se asigna a ciertos cambios, por lo general intensos, en el estado de ánimo. De un estado de ánimo eufórico y optimista a la tristeza y la depresión. Para este trastorno anímico existen varios tratamientos que van desde los fármacos hasta largas conversaciones con psicoterapeutas que ayudan a identificar y a corregir algunas de estas emociones. Pienso que hasta aquí, todos estamos familiarizados con este tema Y es que aunque se conoce poco acerca de esta afección del estado anímico el término ha tenido buena aceptación en la cultura y la mayoría comprende ligeramente de que se trata.
Ahora bien, imagine por un momento que un querido amigo o conocido suyo le dice con un tono de confidencialidad: "era yo quien quería hacerlo, y yo quien no quería hacerlo. Era yo mismo. Y porque ni quería del todo, ni del todo no quería, luchaba conmigo mismo y me hacía pedazos.”
¿Qué pensaría usted? ¿Qué recomendación le haría? ¿Pensaría que está loco o que necesita de algún fármaco? ¿Se le zafó un tornillo o perdió la cabeza entera? A decir verdad, no parece que semejante expresión provenga de una persona mentalmente estable. En efecto, esta frase fue dicha por alguien hace mucho, mucho tiempo atrás, mas o menos a finales de siglo IV. Al parecer para entonces ya había un hombre con trastornos severo de bipolaridad.
!Ah! pero lo interesantes es que quien dijo o más bien escribió está expresión no era cualquier hombre, se trata del primer autobiógrafo del mundo [Confesiones], y primer historiador en relatar la historia desde una perspectiva teista [Ciudad de Dios]. Además, fue el filósofo más prominente durante toda la edad media. Boer lo consideró un hombre grande de corazón, en la fe, en el amor y en la humildad. Ponsatí Muriá lo llamó “el último de los grandes filósofos de la antigüedad”; Mientras que Richard Baker lo coronó con el inigualable título del gran teólogo de los siglos IV y V y la figura dominante del pensamiento cristiano por un milenio, y es que por si fuera poco este hombre era pastor y teólogo. Me refiero a Aurelio Agustino, quien a la postré sería conocido como San Agustín o Agustín de Hipona.
Para ser más exacto y justo con la expresión del gran San Agustín ampliaré un poco más sus expresión, esto fue lo que dijo:
“Cuando pensaba consagrarme por entero a tu servicio, Dios mío [...]era yo quien quería hacerlo, y yo quien no quería hacerlo. Era yo mismo. Y porque ni quería del todo, ni del todo no quería, luchaba conmigo mismo y me hacía pedazos.”
Este era Agustín un hombre consciente de las terribles luchas que suelen desatarse en el interior del hombre Nadie se atrevería a señalarlo de bipolar o de locura. Fue un gran defensor de la fe de su tiempo, luchó contra los donatistas, los maniqueistas, y por supuesto, contra un conocido monje británico llamado Pelagio de quien nos ocuparemos un poco en este estudio.
Pelagio al igual que los sicólogos y siquiatras de hoy consideraba que la voluntad humana no era tan compleja como parecía. Decía que el hombre tenía dentro de él todo lo necesario para vencer el pecado (el mal) en su vida y obtener la salvación.
Pero Agustín solía recordar aquellas grandes luchas internas que el mismo sostuvo cuando quería y a la vez no quería hacerse cristiano. Su famosa oración: “Si lo quieres, Señor, hazme casto, pero todavía no” nos habla de ellas. Agustín sabía que habían cosas que deseaba y a la misma vez nos las deseaba. La voluntad no era absolutamente libre, al parecer estaba cautiva por otra fuerza.
Ante esta pobre condición San Agustín sostuvo que el pecado es tan fuerte que se apodera de todas las facultades del hombres, y mientras estamos bajo el pecado, el hombre es libre para pecar pero no puede querer no pecar. Para el Pastor de Hipona Adán fue creado sin pecado, pero con la posibilidad de pecar, ese decir, Adan era verdaderamente libre para decidir no pecar o pecar, y en efecto, eso fue lo que hizo, pecó. luego de pecar él ni ningún hombre de su descendencia no puede no pecar.
Agustín agregó que solo una vez que el hombre era redimido por la obra de Cristo en la cruz del calvario y liberado del yugo del pecado se le daba la habilidad para pecar y para no pecar. Y finalmente, cuando esté en el estado de Gloria no podrá pecar.
I. LA CAIDA DE ADÁN Y EL PECADO ORGINAL
I. LA CAIDA DE ADÁN Y EL PECADO ORGINAL
Pera entender mejor el tema debemos remontarnos al asunto de la caída, específicamente al primer pecado. Pelagio pensó que el pecado que cometió Adán no afectaba a sus descendencia y no se heredaba, que el hombre nacía completamente libre tanto para pecar como para no pecar, y por lo tanto, no requería la gracia para salvarse pues podía hacerlo por sus propios medios.
Pero el punto de vista de Agustín e histórico de la iglesia ha sido que el pecado de Adán como representante de la raza humana ante Dios trajo consecuencias, a estas consecuencias se les conoce como el pecado original.
El pecado original, no es el primer pecado ni la forma en la que todos los hombres pecan imitando a aquel primer pecado, sino el efecto que ese primer pecado trajo sobre toda la desendencia adamica.
Vayamos recapitulando, Adán fue hecho sin pecado, con la habilidad de poder no pecar y de pecar, él podía decidir. Al decidir pecar perdió la capacidad de no pecar, ahora Adan era un hombre pecador que no podía no pecar. Fue este estado caído que heredó toda su descendencia:
Cuando Adán había vivido ciento treinta años, engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y le puso por nombre Set. Gn 5:3
Hay un paralelo indiscutible con:
Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Gén 1:2
Lo cierto es que luego de la caída descendencia de Adán no portaba de la misma manera la imagen y semejanza de Dios porque esa en toda santidad y justicia se había perdido. Ahora portaban la imagen y semejanza de Adán; quien tenía la imagen y semejanza de Dios desfigurada por el pecado.
II. LA DEPRAVACIÓN TOTAL
II. LA DEPRAVACIÓN TOTAL
El pecado trajo consecuencias en todas las facultades del hombre. Tal como Dios lo había advertido Adán murió y junto con él toda su descendencia. Por ese pecado la mente del hombre se volvió oscura, aunque podía continuar razonando, ya no lo hacía con la luz plena de la justicia. El centro de sus pensamientos no era Dios sino él mismo. Su cuerpo también se vio afectado ahora envejecería, se enfermaría y moriría. En cuanto a su voluntad sus deseos se desordenaron a tal puntos que ahora no podía desear ningún bien para su alma, no poseía ningún afecto hacia Dios ni la habilidad para hacer obras que se conformaran al estándar de Dios. Esto se deduce con claridad en las palabras del salmista:
“El necio ha dicho en su corazón: No hay Dios [mente oscura]. Se han corrompido, han cometido injusticias abominables; no hay quien haga el bien [acciones corruptas]. Dios ha mirado desde los cielos sobre los hijos de los hombres para ver si hay alguno que entienda, alguno que busque a Dios [Voluntad corrupta]. Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno.
Debemos enfatizar que el estado del hombre que describe el salmista no se limita a una generación particular de hombres. Tal estado de pecaminosidad es heredado. Fue el mismo David que con lamento dijo: “He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre.” Por su puesto David no quiere decir que su madre lo tuvo bajo una condición de adulterio o algo parecido sino que nació siendo pecador. Al respecto, el lema de la teología reformada es el siguiente: “el hombre no es pecador porque peca, peca porque es pecador”.
Al respecto Pablo comenta:
“Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron” Rom 5:12.
Y Salomón quien es conocido por su búsqueda exhaustiva del sentido de la vida y la sabiduría escribió:
«He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones». Ecl. 7.29:
Por su parte la Confesión de Westminster dice:
Por este pecado cayeron de su rectitud original y de su comunión con Dios, y de esta manera quedaron muertos en el pecado, y totalmente contaminados en todas las partes y facultades del alma y del cuerpo. [Capítulo Seis. De la caída del ser humano, del pecado y su castigo ].
A este estado de total corrupción lo hemos llamado Depravación total y es la primera de los cinco puntos doctrinales que forman el famosos TULIP, o los cinco puntos del calvinismos. El hecho de ser la primera doctrina responde más que a un orden arbitrario para crear el acróstico TULIP. La forma en la que pensemos acerca de la depravación del hombre terminará influyendo en la forma en la que miremos la gracia y en como vivamos nuestra vida cristiana.
Hay corrientes en la iglesia que piensa que el pecado afecto todas las facultades del hombre excepto la voluntad. Por otra parte hay quienes piensan que el pecado afectó la voluntad del hombre pero dejó una pequeña isla de justicia en ella. En ambos caso el hombre tiene lo necesario para procurar su salvación. Por otra parte el punto de vista reformado, histórico y bíblico es que el hombre está totalmente depravado o corrompido, es decir, que todas sus facultades se han dañado por el pecado y esto incluye su voluntad. El hombre no está enfermo de pecado, sino muerto en su pecado.
Pablo procurando exaltar las gracias de Dios en Cristo escribió:
“Y Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” Efe. 2:1-3.
a. Lo que no significa la depravación total
a. Lo que no significa la depravación total
La Depravación Total no significa que el hombre sea todo lo malo que pueda ser. Cuando pensamos en los grandes tiranos de la historia pensamos en grados muy alto de maldad, pero debemos estar seguros que no eran tan malos como podía ser.
Tampoco significa que el hombre ha perdido todo sentido del bien, de la moral o de la justicia, aún en los peores hombres se puede identificar algún buen deseo e incluso algún buen afecto. Algunos de los hombres más malos han demostrado un especial afectos por sus madres o hijos.
Tampoco significa que el hombre no tiene ninguna clase de libertad y que por lo tanto en el terreno de la moralidad es como un títere. Y aquí tendremos que entrar en el tema del Libre albeldrío.
III. EL LIBRE ALBEDRÍO
III. EL LIBRE ALBEDRÍO
Si definimos el libre albedrío como una capacidad inherente en el hombre para actuar en total independencia a Dios y a su propia naturaleza diríamos que de ninguna manera el hombre es libre. Pero pensar en una clase de libertad como está no solo es teológicamente incorrecto sino que es irracional.
Ahora si decimos que libre o libertad es la capacidad del hombre de elegir aquello que por naturaleza desea o prefiere, entonces el hombres es Libre. El hombre siempre es libre de elegir y por ende, es responsable de las consecuencias de sus elecciones.
Tome a un oso y coloque frente a él algún árbol frutal y una pizza ¿Qué cree usted que sucederá? El oso libremente elegirá el árbol frutal. Siempre “elegirá” de acuerdo a su naturaleza. Su elección libre estaba coaccionada a su naturaleza.
Ahora bien, volvamos al texto de Efesios pero esta vez en la versión RVR, ahí nos dice:
“entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”
No dice que el hombre vivía haciendo los deseos de la Voluntad, como si ella fuera señora del hombre, al contrario esta voluntad sirve a algo más, es esclava de algo más, a saber de la carne. El hombre hace la voluntad de la carne. Dicho de otra manera, el hombre vive eligiendo y haciendo aquellos que su naturaleza caída prefiere y desea. El es un ser libre pero siempre en los limites que Dios y su propia naturaleza le imponen.
Ahora piense en un cerdo y preséntele esta par de opciones: por un lado colóquele un suculento banquete con todas clase de cosas buenas y deseables, y al lado póngale un chiquero asqueroso con toda clase de basura ¿Qué piensa usted que elegirá el cerdo? sin pena ni disculpas él se lanzará al basurero a comer y menospreciará el gran banquete. Tuvo la opción de elegir entre el buen banquete y el mal chiquero pero la voluntad de su naturaleza siempre hará que se incline al mal chiquero. Así la voluntad de este cerdo en un sentido es libre y en otro sentido es esclava. Es libre porque él eligió pero es esclava porque no puede elegir nada que contrario a su naturaleza porcina.
¿Que se requiere para que este cerdo no elija más la basura? ¿que tal si lo empujamos con fuerza hasta llevarlo al banquete? ¿podríamos hacerlo comer? ¿qué tal si desaparecemos de su vista el chiquero y solo le ponemos frente al banquete ? En ambos casos hemos coaccionado su libertad, lo hemos obligado. Ahora el cerdo ha quedado reducido a una simple marioneta. Y sobre él no puede haber ninguna carga moral por cuanto no fue una decisión basada en la voluntad. En realidad lo que se requiere es un cambio de naturaleza, un verdadero milagro, el cerdo tendría que volver a nacer pero con una nueva naturaleza.
Vayamos retomando una vez más los aprendido. Adán era la cabeza federal de la raza humana ante Dios, sí Adán cumplía el pacto que Dios había hecho con él viviría en un estado de santidad y justicia. Pero sí por el contrario pecaba caería de ese estado y moriría. Adán era completamente libre para decidir entre el bien y el mal, entre pecar y no pecar. Pero Adán pecó y al pecar cayó de aquel estado de excelencia. Esto trajo consecuencias no solo sobre él sino sobre toda la raza que representaba. A estas consecuencias le hemos llamado pecado original. Aunque el hombre seguía siendo hombre y poseía todas sus facultades, estás se dañaron seriamente. Ahora el hombre se convertía en un ser que no podía no pecar, o lo que es lo mismo solo sabía pecar. Todo lo que el hombre hiciere es pecaminosos. Aun aquellas cosas que exteriormente coinciden con lo que Dios ha llamado justo y bueno.
Y la razón de que aunque algunas de sus obras se conformen exteriormente a la ley de Dios y sean pecaminosas es porque no proceden de la fe, no procuran traer gloria a Dios en Cristo y en ocasiones ni si quiera procuran un bien verdadero para las personas. De hecho, suelen ser muy pecaminosas estás obras porque lejos de exaltar la gracia de Dios en Cristo, es un intento pernicioso por obtener la salvación por medio propios.
Es así como el hombre al igual que el cerdo de nuestra historía necesita un cambio de su naturaleza. Así como el cerdo no tiene la capacidad de cambiarse de naturaleza del mismo modo el hombre no puede por sí mismo cambiar su naturaleza pecaminosa, necesita de un milagro. Este milagro se le llama regeneración o nuevo nacimiento. Dios Espíritu Santo opera en el corazón y realiza un cambio en su naturaleza. Ahora es una nueva criatura nueva con nuevos deseos y afectos. Con esta nueva voluntad el viene libremente a Cristo Jesús para la salvación de su alma. Pero no solo viene a Cristo, sino que ahora el chiquero de su pecado lo detesta, le parece repulsivo y huye de él con vergüenza y nauseas.
Si comprendemos estos y reconocemos que fue la soberana gracia de Dios la que nos salvó, que no había ningún poder interior o capacidad en nosotros que nos llevara a salvarnos, y admitimos que dependimos por entero de Dios para nuestra salvación, diremos junto Pablo:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” Ef 2:4–7.
APLICACIONES.
Entender que el hombre es un ser depravado en su totalidad nos ayuda a conducirnos por esta vida con sabiduría. Apoyaríamos gobiernos ordenados y justos que hagan cumplir la ley porque es un medio que Dios usa para refrenar el mal. !El grito de la libertad! de algunos sectores sería considerado con suspicacia pues requerimos de la espada del estado para refrenar el mal.
Aun en la esfera de la política podemos ver el impacto de esta doctrina. ¿De qué manera se reorganizaría el gobierno de una nación (o de una iglesia, o empresa) si comprendiéramos que el hombre es propenso al mal? aún más ¿Qué clase de gobernante elegiríamos?
Para el matrimonio la doctrina es sumamente relevante. ¿Qué debo esperar de mi matrimonio y en especial de lo que debo aportar en él si reconozco que estoy en pacto con una persona depravada?
En cuanto a la crianza de los hijos, no demanda mucho amor y paciencia el hecho de saber que mis hijos son pecadores al igual que yo. Que debo evitar exponerlos a tentaciones innecesarias que dada sus debilidades puedan caer fácilmente.
Esta doctrina humilla el orgullo humano, y nos lleva a entender la verdadera naturaleza de la gracia, es inesperada, inmerecida, e impagable. El hombre es completamente pasivo en su salvación. Todo lo que Dios demande de él (fe y arrepentimiento) es porque previamente se lo ha dado en forma de don.
Esta doctrina es un catalizador para la adoración humilde y devota. La gracia de Dios en Cristo es alabada con profunda belleza cuando se admite: No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a tu nombre le corresponde toda la gloria, por tu amor inagotable y tu fidelidad. Sal 115:1
