Vivos para Dios Romanos 6.8-11
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Vivos para Dios.
Vivos para Dios.
1 ¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?
2 ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
3 ¿O no saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?
4 Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
5 Porque si hemos sido unidos a Cristo en la semejanza de Su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de Su resurrección.
6 Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;
7 porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado.
8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él,
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre Él.
10 Porque en cuanto a que Él murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto Él vive, vive para Dios.
11 Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.
Este capítulo presenta la solución de Dios al problema de nuestra naturaleza o “yo” pecaminoso.
Enseña que por un acto de Dios fuimos bautizados en Cristo, en su muerte. Al morir con Cristo, Dios nos separó del poder de la naturaleza de pecado heredada de Adán.2 También nos sepultó junto con Cristo, como evidencia de nuestra muerte con El, y además, nos resucitó, nos hizo participantes de su vida resucitada
4 Por ellas Él nos ha concedido Sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que ustedes lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de los malos deseos.
En la cruz tuvieron lugar dos sustituciones: por la primera, Cristo deshizo nuestros pecados a fin de perdonarnos y, por la segunda sustitución, destruyó el cuerpo de pecado (el poder que nuestra naturaleza pecaminosa en Adán tenía sobre nuestro cuerpo), a fin de santificarnos.
Nuestra vida anterior murió en Adán y fue sepultada. Ahora todo es nuevo, porque nuestra unión con Cristo hace nuevas todas las cosas, nos hace participantes de su vida resucitada.
17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas.
El Espíritu de resurrección habita en nosotros. En la medida en que por la fe le negamos a nuestra vieja naturaleza el derecho de controlarnos, y nos sometemos al señorío y gobierno de Cristo, el Espíritu Santo expresa la vida santa de Cristo en nuestros cuerpos mortales. La santificación es el fruto natural de la vida de Cristo en nosotros
30 Pero por obra Suya están ustedes en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación, santificación y redención,
31 para que, tal como está escrito: «El que se gloría, que se gloríe en el Señor».
4 para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes.
22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.
Entonces para poder entender este panorama y dejar las bases bien fundamentadas, podemos ver que la enseñanza de Ro. 6 se refiere, entonces, a la calidad de esta vida, y es claro que no se trata de nuestra vida vieja mejorada, sino de la sustitución de lo que éramos en Adán por lo que ahora somos en Cristo.
Esta vida funciona por medio de la fe, siguiendo así el mismo principio con que se inició nuestra relación con Dios: “el justo por la fe vivirá”.
La santificación es, entonces, el resultado de que Cristo viva su vida resucitada en nosotros.
¿Pero cómo sucede esto?
1) Cristo murió al pecado de una vez y para siempre. V. 10a: “Porque en cuanto a que Él murió, murió al pecado de una vez para siempre”. Esto significa que Cristo realmente murió y cuando murió destruyó el pecado de tal manera que su muerte no tiene que repetirse. Ocurrió una vez y para siempre. Él resolvió el problema del pecado en lugar de todos los que ahora estamos en Él.
2) Luego resucitó de entre los muertos. V. 9a: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos…” La obra ya fue hecha. El pecado fue destruido. Para eso es que el murió. Para que no hubiera razón para estar muertos. El resucitó.
3) Ahora la vida que Él vive, la vive para Dios. V. 10b: “pero en cuanto Él vive, vive para Dios”. Al morir, Cristo satisfizo las exigencias de la ira de Dios; al resucitar. La vida en su resurrección está definitivamente orientada hacia y para la gloria de Dios, habiendo acabado con el pecado.
4) Por tanto, Cristo es victorioso sobre la muerte. V. 9b: “la muerte ya no tiene dominio sobre Él.” La muerte es un enemigo vencido. Cristo es Señor de la muerte y no al revés. Él tiene las llaves de la muerte y del infierno. La muerte sirve a sus propósitos y ya no tiene ninguna autoridad final sobre Él.
5) Por tanto, Jesús nunca morirá. Él es indestructible, para siempre. V. 9a: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir”. Jesús nunca morirá.
Tal vez el punto más difícil del capítulo es que a pesar de que morimos al pecado, subsiste en nosotros la posibilidad de pecar, y que a pesar de tener una vida nueva en Cristo, la naturaleza vieja, de la que hemos sido separados, puede aún hacer demandas y hasta llevarnos a pecar.
Asi que debemos entender las implicaciones que lleva nuestra union en Cristo, como lo vimos en los 5 puntos anteriores, para tener una voluntad consciente de santificación constante.
Aunque pablo insiste en esto mas adelante deja en claro en estos versículos acerca de nuestra decisión de presentar, ofrecer o entregar
1 Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes.
Distinción entre “pecados” y “pecado”
Conviene señalar que la enseñanza de este capítulo se aclara considerablemente si al leerlo reemplazamos la palabra “pecado” (en singular) por la expresión “naturaleza pecaminosa”, pues a eso se refiere en el idioma original.
“La razón por la que pecamos es que hay una ley dentro de nosotros. Nos dirige constantemente a los pecados exteriores. Este pecado está en singular en la Biblia. No denota nuestra conducta; más bien, denota nuestra naturaleza. Este pecado está en nuestra naturaleza” Watchman Nee
“No hay alternativa para nuestro viejo hombre más que morir. No queda otra opción. Sin embargo, morir no es algo sencillo. Dios nos ha incluido en Cristo y después lo crucificó en la cruz. Cuando Cristo murió en la cruz, todos nosotros estábamos incluidos. Desde ese momento en adelante, ya no éramos más nosotros, ya no existíamos más. Nosotros nunca nos crucificaríamos ni podemos hacerlo. Nuestra crucifixión junto con Él terminó con el viejo hombre. Esta es la solución básica al problema del pecado”
Excusas sin fundamento, No saber y saver
Pablo enfatiza, sus respuestas podemos ver la preocupación de Pablo al repetir y tomarse el tiempo de recalcar una y otra vez, su respuesta ante la pregunta:¿Vamos a permanecer, entonces, en una actitud complaciente con relación a nuestra naturaleza pecaminosa? ¿Vamos a permitir que la naturaleza pecaminosa nos dicte lo que debemos hacer, por el hecho de que la gracia estará siempre dispuesta a perdonarnos?
Ya sabemos la respuesta ¡De ninguno modo!, ¡De ninguna manera! Esto puede llegar a pasar en un pensamiento natural, en un razonamiento que busca pecar, asi que pablo deja ver la contradicción total entre haber muerto a nuestra naturaleza pecaminosa y seguir viviendo de acuerdo con ella.
¿Cómo viviremos con Él?
En primer lugar, debemos recordar que funciona por la fe (el justo por la fe vivirá). Este es un principio bien establecido (1:17) y aplicable a toda la vida cristiana, no sólo a su iniciación.
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
La fe necesita siempre el fundamento de la verdad revelada por Dios, es decir, el conocimiento que proviene de El
3 ¿O no saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?
Este primer ‘saber’ está relacionado con nuestra unión con Cristo resultante de nuestro bautismo en El, llamado también bautismo en su muerte.
Este bautismo fue realizado por Dios en un acto que se completó en el pasado: “hemos sido bautizados en Cristo … bautizados en su muerte”.
Cuando Cristo murió, Dios nos colocó en Cristo y nosotros morimos en El; fuimos unidos con El en su muerte.
Por supuesto, no pudimos participar con Cristo de su muerte por el pecado. Pero sí participamos con El de su muerte al pecado, la muerte por la cual nos separó de la relación que teníamos con nuestra naturaleza pecaminosa.
Este es un hecho que debemos aceptar por fe. Dios nos sumergió en Cristo, nos unió a El en su muerte y en lo que su muerte significa.
Por ese acto que tuvo lugar en la cruz, fuimos sacados de la representatividad de Adán y puestos bajo la representatividad de Cristo
4 Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
agrega la mención del bautismo en agua, en el que estas verdades se hacen patentes.
La inmersión en el agua del bautismo representa nuestra sepultura: “sepultados juntamente con El [Cristo] para muerte por el bautismo” (v. 4).
El emerger del agua se equipara a la resurrección juntamente con Cristo. Antes estábamos inmersos en Adán, con todas las consecuencias de pecado, muerte y condenación.
Dios nos sacó de esa dependencia y nos unió a Cristo, a la nueva creación en El, con todas sus consecuencias de perdón, desconexión de nuestra relación con Adán, y libertad del dominio que tenía sobre nosotros nuestra naturaleza pecaminosa
Sin embargo, ésta subsiste en nosotros, pero con poder restringido. Antes no podíamos decir “no” a nuestra naturaleza pecaminosa pues ella reinaba sobre nuestra voluntad.
Ahora podemos decir “no” a nuestra naturaleza pecaminosa, porque por la muerte de Cristo ha sido destronada.
Ahora los creyentes en Cristo reinamos en vida (Ro. 5:17), porque la gracia reina por la justicia (Ro. 5:21).
La obra de Cristo aplicada por el Espíritu Santo, incluye una manera santa de vivir, la de Cristo.
Ahora tenemos libertad para decir “no” a la acción sugerida por nuestra naturaleza pecaminosa, y podemos triunfar sobre ella.
Cada vez que no usamos bien nuestra libertad y decimos “sí”, cometemos el pecado sugerido y debemos confesarlo, apartamos, y obtener el perdón.
5 Porque si hemos sido unidos a Cristo en la semejanza de Su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de Su resurrección.
5 Porque si hemos llegado a ser injertados en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la de la resurrección;
refuerza la enseñanza del bautismo, o unión con Cristo, con la ilustración de ser “plantados juntamente con El [Cristo] en la semejanza de su muerte” para vivir con El la semejanza de su resurrección.
La expresión “plantados juntamente” corresponde a haber sido injertados en Cristo, en su muerte, a fin de que su vida de resurrección se abra paso a través de la vida nueva, así como la savia de una planta manifiesta su fruto a través del injerto que se le ha practicado.
6 Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;
Este segundo “saber” está relacionado con la crucifixión de nuestro viejo hombre juntamente con Cristo.
Lo que nosotros éramos antes de conocer a Cristo, fue crucificado con El. Cristo nos representó al morir. Murió como nosotros debíamos morir y lo hizo con efectos totales a favor nuestro, de tal modo que cada creyente puede decir: cuando Cristo murió, yo también morí con El; no sólo llevó mis pecados, sino también mi condición de pecador.
Por eso Pablo dice: “para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado” (v. 6).
Notemos que lo que se destruyó no fue la naturaleza pecaminosa que, por experiencia personal sabemos que subsiste en nosotros.
En cambio sí fue destruido el poder dominante que esa naturaleza tenía sobre nosotros, y que actuaba sirviéndose de nuestro cuerpo.
Al decir “a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;” (v. 6) enseña que la naturaleza pecaminosa ha dejado de ser el amo, el dueño.
Dicho en otras palabras, ya no es inevitable servir al pecado. Ya no es imposible vivir alejado del pecado, ya puedes decir “BASTA”
8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él,
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre Él.
Este tercer ‘saber’ se relaciona con la resurrección de Cristo. Por el hecho de que morimos con Cristo, tenemos la seguridad de que vivimos y viviremos por El, porque El resucitó.
La muerte no podrá tener otra vez a Cristo en el sepulcro, porque El la venció para siempre. Dado que nosotros estamos unidos a Cristo, esta verdad se aplica también a los que creemos en El. La muerte no tendrá dominio sobre nosotros
Habiendo sido librado de su tiranía, ha pasado más allá de su jurisdicción para siempre. Como lo declaró el propio Señor glorificado
18 y el que vive, y estuve muerto. Pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
10 Porque en cuanto a que Él murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto Él vive, vive para Dios.
mediante nuestra unión con Cristo, comienza con una muerte al pecado de una vez y para siempre, y continúa con una vida de servicio sin fin para Dios.
La meta del evangelio no es el perdón solamente (justificación) sino el servicio a Dios (santificación). ¡Los creyentes son salvos para servir!
La forma de impedir el reposicionamiento del pecado en la vida de los hijos de Dios es negarle la obediencia y el servicio
24 Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
16 Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne.