EXPIACIÓN LIMITADA (2)
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Introducción
Introducción
Cur Deus Homo (En latín: "¿Por qué Dios se hizo hombre?"), es un libro escrito por San Anselmo de Canterbury en el período entre 1095 y 1098, cuando Anselmo ya era arzobispo de Canterbury.
A simple vista puede parecer una idea bárbara que Dios haya sacrificado a su Hijo amado para perdonar el pecado de los hombres. Nos preguntamos ¿Por qué Dios siendo infinitamente sabio resolvió el asunto de esta manera? ¿No tenía una forma menos cruenta de hacerlo? ¿O será que Dios se vio enredado en sus propias leyes y ceremonias y fue obligado a actuar de este modo? Estas no son preguntas filosóficas ni cosas que competen solo a la “escolástica”, tiene que ver con nosotros y nuestra naturaleza; pero sobre todo con Dios y su carácter. le compete tanto al académico como al hombre “de a pie”; a la ama de casa, al campesino y al citadino; al joven y al anciano. Todos necesitamos comprender que fue lo que Cristo hizo, para quien lo hizo y por qué lo hizo, y más aún, por qué lo hizo como lo hizo. Todas estas cuestiones nos hablan de como es nuestro Dios, cuanto nos ama y lo que espera de nosotros como sus criaturas e hijos.
La doctrina de la Expiación es la que se encarga de responder preguntas como las mencionadas. En el sentido más estrecho la doctrina enseña que Cristo en su muerte cargó con el pecado y la culpa de su pueblo. Pero en un sentido más amplio la expiación incluye tanto la muerte como la vida obediente de Cristo, con la cual ganó para nosotros todas las bendiciones del pacto. En este marco el teólogo Wayne Grudem define la expiación como “...la obra que Cristo hizo en su vida y muerte para lograr nuestra salvación.”
I. El concepto Bíblico de expiación.
I. El concepto Bíblico de expiación.
En el libro de Hebreos (Versión RVR) encontremos el término expiación 3 veces (Hebreos 2:17; 10:6, 8) sin embargo, debemos decir que en el caso de los versículos (10:6,8) la palabra “expiaciones” fue añadida en español para darle un mejor sentido al texto pero no se encuentra en el griego. Mientras que la palabra que se usa en el (2:17) es ἱλάσκομαι que más que expiación significa propiciación. Pero aunque no tengamos una palabra usada con una definición concisa esto no debe considerarse un impedimento al tratar de darle significado a la doctrina pues el NT está impregnado por todas partes con la idea de la expiación.
Juan el Bautista anunció la expiación cuando dijo: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” Jn 1:29. y Jesús mismo dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Jn 3:16. En el libro de Romanos leemos: “a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente” Rom 3:25 y más adelante dice “...nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.” Rom 5:11. En la segunda carta a los Corintos se lee: Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él. 2 Co. 5:21. Y en el libro de Gálatas se indica de Cristo “...que se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre”. Gal. 1:4. Por su parte, en la primera carta de Pedro dice: “y Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados.” 1 Pe. 2:24. Mientras que en su carta Juan dice: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.” 1 Jn. 4:10. En cada una de estas ocasiones está implícita la idea de que Cristo murió por los pecados de su pueblo, es decir, expiación.
En el AT encontramos el término heb. Kaphar que se traduce como expiar y que significa literalmente “cubrir”. Y precisamente el sentido más amplio que encontramos en el AT acerca de la expiación es el de cubrir los pecados. Incluso dentro de está economía del AT encontramos un memorable día llamado El Día de la Expiación (Lev. 16). En esta ocasión se usaban dos machos cabríos que tipificaban la perfecta obra de Cristo y explicaban muy bien el doble aspecto de la expiación, a saber, la necesidad del derramamiento de sangre para el perdón, y la transferencia de la culpa a un tercero. Resulta que el primer macho cabrío era degollado y su sangre se llevaba detrás de velo y se rociaba sobre el propiciatorio y delante de él con esto el Sumo Sacerdote expiaba los pecados suyos, los de su casa y los de todo el pueblo (Lev. 16:15-19). El Segundo macho cabrío que permanecía con vida por medio de la imposición de las manos y la confesión del sumo sacerdote se le transferían los pecados del pueblo para luego ser enviado lejos al desierto y nunca más ser visto (Lev. 16:21-22). Así el primer macho cabrío indicaba que sin sangre no podría haber perdón de pecado, y el segundo indicaba que el pecado produce una muerte maldita (usamos aquí el término maldita en su sentido pactual).
En definitiva tanto en el NT como en AT encontramos el concepto expiación como la forma de quitar o remover el pecado delante de los ojos de Dios y traer un estado de reconciliación o perdón. Esta obra se tipificó en el AT por cientos de años a través de ciento de miles de corderos y finalmente fue consumada de manera perfecta en la vida y muerte de Jesucristo el Cordero de Dios, de quien Isaías profetizó:
“Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados. (Is. 53:4–5).”
II. La necesidad de la expiación
II. La necesidad de la expiación
En este punto es prudente retomar la primera de nuestras preguntas: ¿Por qué Dios siendo infinitamente sabio resolvió el asunto de esta manera? Es decir ¿Por qué Dios decidió enviar a Jesucristo a vivir y a morir en el lugar de los pecadores? Este asunto se ha abordado ampliamente bajo el tema: la necesidad de la expiación y los teólogos la han llamado explícitamente “la necesidad absoluta consiguiente” [John Murray]. Pero antes de abordar este tema debemos saber que en primera instancia no era necesario ni obligado para Dios salvar a los hombres. Puesto que Dios es un ser absolutamente innecesitado no estaba ni afectiva ni moralmente obligado con sus criaturas. Era perfectamente justo que Dios hiciera con los hombres lo mismo que hizo con los ángeles “....que no los perdonó cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno, y los entregó a fosos de tinieblas, reservados para juicio” 2 P 2:4. No obstante, Dios en un acto de total libertad y soberanía decidió salvar a un grupo de hombres y reconciliarlos con Él. Ahora bien, una vez que el Señor decidió salvarlos le era necesario llevar la obra a cabo de tal manera que fuera consecuente con la naturaleza de su Ser y la gravedad de la falta cometida. Es a esto lo que se le llama la “necesidad absoluta consiguiente”. Al Respecto John Murray comenta:
“En resumidas cuentas, aunque Dios no tenía la inherente obligación de salvar a nadie, sin embargo, debido a que la salvación había sido ya propuesta, era necesario concretarla por medio de una satisfacción que podía ser alcanzada sólo por medio del sacrificio sustitutivo y de la redención adquirida con sangre.” John Murray [Redención Aplicada y Consumada].
III. La causa de la Expiación
III. La causa de la Expiación
Pero esta explicación nos puede llevar a una pregunta causal que se remonta incluso antes del asunto de la necesidad de la expiación: ¿Qué causó que Dios decidiera libremente salvar a su pueblo por medio de la expiación? o lo que es lo mismo ¿Qué fue lo que movió a Dios a enviar a su Hijo como un sacrificio por los pecados de su pueblo? Al respecto la Biblia no da dos razones para ello, y ambas nos apuntan a su carácter. El amor y la Justicia de Dios. Aunque a nuestro limitado entendimiento el amor y la Justicia de Dios parecen ser irreconciliables, en la expiación vemos cumplir las palabras del salmista cuando dijo: “La misericordia y la verdad se han encontrado, la justicia y la paz se han besado.” Sal 85:10
En cuanto al amor leemos “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna”Jn 3:16. Aquí notamos que no fue que el sacrificio del Hijo movió el amor de Dios a favor de los hombres sino que el amor de Dios envió al Hijo para salvar a los hombres. El inmensurable amor de Dios halló su perfecta expresión al enviar a su Hijo, así lo afirma Pablo: “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” Rom. 5:8. El Apóstol considera el amor como causal en la salvación: “En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad” Ef. 1:5.
Ahora bien, este amor no es el amor general e indiscriminado que Dios tiene para con todas sus criaturas, es un amor selectivo que predestina y elige, como lo comenta Murray: “El amor de Dios del que surge la expiación no es un amor indiscriminado; es un amor que escoge y predestina. Le agradó a Dios establecer su amor invencible y eterno sobre una incontable multitud y es el propósito determinado de este amor lo que logra la expiación.” y aún añade “La expiación no gana ni obliga al amor de Dios. El amor de Dios obliga a la expiación a llevar a cabo el determinado propósito del amor”.
Pero para que el amor de Dios no fuera considerado una arbitrariedad o una violación a su justicia, se requería que la pena por el pecado se pagara y Dios proveyó el Cordero perfecto para que así fuera. Como dice Pablo: “a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia...” Rom 3:25. Es decir, Dios demostró que es realmente Justo al exhibir a Cristo ante los ojos de mundo como un sacrificio que aplacó Su ira y trajo el favor divino a los hombres que creyeran en Él. Pero de nuevo ¿Por qué haría tal cosa? ¿Por qué exhibirlo públicamente? Para dejar claro que Él nunca actuó con arbitraria injusticia. La ley demanda la vida del pecador (Ez. 18:20) y en su lugar se ofrecían animales como sacrificios. Al venir Cristo queda claro que aquellos sacrificio solo eran un recordatorio año tras años del pecado y que no podían pagar la pena.
El Dr. Sproul dice que Dios en el Antiguo pacto se expresó de la siguiente manera:
"Ustedes han cometido ofensas capitales contra mí y la ley requiere que ustedes mueran, pero en lugar de la muerte de ustedes aceptaré la muerte de un sustituto, simbolizada por la muerte de animales".
Estos sacrificios no eran perfectos no podían pagar la pena ni hacer perfectos a quienes lo ofrecían. En este sentido vemos leemos en el libro de Hebreos: “Pero en esos sacrificios hay un recordatorio de pecados año tras año. Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados.” Heb 10:3-4. Sin embargo, Dios otorgaba el perdón a la vez que postergaba con tolerancia la sentencia. Es lo que dice Pablo: “...porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús. Rom. 3:25-26.
Es así como el amor y la justicia de Dios se tomaron de la mano y causaron la Expiación.
IV. La naturaleza de la expiación
IV. La naturaleza de la expiación
Como se mencionó al principio en este estudio trataremos el tema de la expiación en su sentido más amplio, abarcaremos tanto la vida como la muerte de nuestro Señor Jesucristo, porque fue a través de su vida que el ganó todas las bendiciones y a través de su muerte que removió todas las maldiciones. En su libro Todos somos teólogos el Dr. Sproul comenta sobre su amigo John Guest, un evangelista anglicano, quien en una ocasión mientras predicaba acerca de la cruz de Cristo preguntó:
"Si al venir Jesús a este mundo solo hubiera rascado la punta de su dedo en un clavo para que se derramara solo un par de gotas de su sangre, ¿habría sido suficiente para redimirnos? Si somos salvos por la sangre de Cristo, ¿no sería eso suficiente?"
La pregunta por su puesto fue capciosa, pero procura llamar la atención al hecho de que lo que nos salvó no fue la sangre de Cristo, sino su vida. Si fuera solo un asunto de sangre, Jesús pudo haber aparecido quince minutos antes del juicio e ir al madero, pero se requería más que la sangre se requería la vida entera simbolizada en su sangre.
El pacto que Dios había hecho con su pueblo estipulaba por una parte las recompensas por obedecer la ley y por la otra el castigo por desobedecerlas. En el pacto esto se conocían como bendiciones o maldiciones.
Por ej. en cuanto a cumplir con le ley se indica:
Bendito serás en la ciudad, y bendito en el campo. Benditos serán el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra y el fruto de tu ganado, la cría de tus vacas y el aumento de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar.Bendito serás al entrar, y bendito al salir (Dt. 28:3-6).
En cuanto a quebrar esas misma ley se dice:
Pero si no escuchas la voz del SEÑOR tu Dios a fin de procurar poner por obra todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te mando hoy, todas estas maldiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán: Maldito serás en la ciudad, y maldito en el campo. Malditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Malditos serán el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas y el aumento de tus ovejas. Maldito serás al entrar y maldito al salir (Dt. 28:15-19).
La estructura del pacto requería que nuestro Sustituto pusiera tanto su vida como su muerte en lugar de la nuestra. En efecto, Cristo como nuestro Sustituto vivió su vida en perfecta obediencia a la ley de Dios en lugar nuestro. Cuando Juan el Bautista impedía bautizar a Jesús, este le dijo: “Permítelo ahora; porque es conveniente que cumplamos así toda justicia.” Mt 3:15. Sabiendo que la Justicia ganada por Cristo se imputaba por fe al creyente Pablo aspiraba lo siguiente: «No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe» (Fil 3:9). Incluso dice en su carta a los Romanos: “Así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos»” (Ro 5:19).
Wayne Grudem comenta:
“Por esta razón Cristo tenía que vivir una vida de perfecta obediencia a Dios a fin de ganar justicia para nosotros. Tenía que obedecer la ley durante toda su vida a favor nuestro de modo que los méritos positivos de su obediencia perfecta se contaran como nuestros. A veces a esto se le llama «obediencia activa» de Cristo, en tanto que a sus sufrimientos y muerte por nuestros pecados se le llama «obediencia pasiva».
Pero además de cumplir con la ley divina y ganar así todas sus bendiciones se requería que Cristo se sometiera a todo el castigo de la ley como si se tratase del peor de los infractores. Por lo general, cuando pensamos en este castigo lo hacemos solo considerado el sufrimiento físico de su padecimiento pero la Biblia habla de Jesús como el “varón de dolores y experimentado en aflicción” “despreciado” “sin estima” “herido de Dios” “afligido” “molido” “azotado” etc. Y definitivamente esto no puede referirse únicamente a los látigos y a la cruz, Jesucristo vivió una vida de sufrimiento. Es cierto, que en la cruz vemos la cima del dolor pero su vida estuvo caracterizada por el quebranto y el sufrimiento. De hecho el libro de Hebreos nos indica que era Hijo aprendió a obedecer mediante el sufrimiento (Heb. 5:8). Llama la atención que los evangelios retratan a Jesús llorando en varias ocasiones pero ninguna riendo. El Sufrimiento de Jesús en nuestro lugar debe considerarse desde los siguientes aspectos:
a. El dolor físico que experimento por la cruz.
b.El dolor que puede producir el pecado de todo su pueblo en un alma absolutamente santa.
«pero el SEÑOR hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros» (Is 53:6), y «llevando el pecado de muchos» (Is 53:12). Jesús era el «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1:29). Pablo declara que Cristo fue hecho “pecado” (2 Co 5:21) y “maldición” (Gal 3:13) por nosotros.
El abandono de todos los hombre y el abandono filial del Padre. En este sentido Marcos nos relata que Jesús dijo: «Es tal la angustia que me invade que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y vigilen» (Mr 14:34). Sin embargo lo que sucede es que todos los discípulos lo abandonaron y huyeron (Mt 26:56). Y estando colgado en el madero dijo: «Elí, Elí, ¿la- ma sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”)» (Mt 27:46). En este momento el hijo del hombre no tenía donde recostar su cabeza ni en la tierra ni en el cielo.
El peso de la ira de Dios. El Dios Creador derramó sobre Cristo la ira sobre por el pecado de su pueblo. Una ira devastadora imposible de soportar por un hombre, esta ira que derrite los montes, quiebra las piedras, y hacer temblar a las naciones se vertió sobre el hijo de Dios. Esto es lo que conocemos como propiciación. Cristo aplacó la ira de Dios y en su lugar trajo el favor divino.
V. El Alcance de la Expiación
V. El Alcance de la Expiación
Pero ahora demos responder a la pregunta crucial ¿Por quién murió Cristo? y sin duda esta es la pregunta más controvercial de todas las que hemos hecho y el punto de vista reformado la ha respondido bajo el lema “expiación limitada”.
El Dr. Sproul “A veces se resume la doctrina de la expiación con la frase: "Suficiente para todos y eficiente para algunos", lo cual quiere decir que su eficacia está limitada a un cierto grupo de personas pero fue suficiente para cubrir los pecados de todo el mundo. Hay muy poco desacuerdo en el hecho de que la expiación no se aplica eficazmente a toda la gente, así que esta frase simplemente define la diferencia entre el universalismo y el particularismo. Tiene que ver con la suficiencia de la muerte de Cristo y no específicamente con la intención de Dios en la expiación.”
El punto de vista clásico es que Cristo murió solo por aquellos que el Padre había elegido desde antes de la fundación del mundo. La muerte de Cristo fue una sustitución y una representación real, llevó el pecado y sufrió el castigo de los elegidos. En este sentido a la doctrina también se le ha llamado Sacrificio eficaz, redención particular, pero cualquiera que sea el título que se le de, la verdad que subyace es esta: Jesucristo vino a la tierra a presentar su vida en sacrificio, al hacerlo tenía un propósito particular y era morir por los pecados de su pueblo no por los pecados de toda la humanidad. Jesús dijo:
Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final. Jn 6:39
Roger Smalling comenta:
“Por lo tanto, la frase "Sacrificio Eficaz" significa que la Cruz cumplió con el propósito para el cual fue hecho. Si decimos que un martillo es "eficaz", se entiende que introduce clavos en las tablas. Si decimos que un detective es "eficaz", se entiende que cumple bien con su trabajo. Lógicamente, no podemos decir que una cosa es eficaz si no cumple con su propósito. Si perecen algunos por los cuales Cristo murió, no podemos decir que fue un sacrificio "eficaz".
Algunos objetan esta doctrina y dicen que el sacrificio de Cristo no fue eficaz sino potencial, es decir, tiene el potencial para salvar a todos aquellos que decidan creer en él pero no le garantiza la salvación a nadie. Pero si esto es cierto, se correría el riesgo de que si nadie decidiera creer la sangre de Cristo derramada en vano y se perdiera. J.I. Packer comenta:
“Cristo no ganó una salvación hipotética para creyentes hipotéticos, una mera posibilidad de salvación para quien posiblemente crea, sino una salvación real para Su propio pueblo escogido.”
Para Pablo la salvación era tan real que una vez que a un escogido se le aplicaba la salvación no había forma de que perdiera esa salvación:
"El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con el todas las cosas? (33) ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. (34) ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros." Rom. 8:32-34.
VI. Aplicaciones para la vida
VI. Aplicaciones para la vida
Siendo que en el día final el Juez justo leerá el historial de vida de cada ser humano y en base a la conformidad que se tenga con su Ley se les juzgará. ¿Qué prefiere usted, que se lea su historial o que en su lugar se lea el historial de Cristo?
La expiación de Cristo es la bisagra sobre la cual debe girar toda nuestra vida cristiana. Debemos procurar que la obra de la cruz irradie tanta luz que todas las áreas de la vida sean iluminadas con ellas. Usted debe considerar una perspectiva de su trabajo, de su negocio, de su familia, de su matrimonio renovado por el evangelio. El evangelio demanda que el Señorío de Cristo domine toda las áreas del saber, que todos los departamentos de nuestra vida estén sometidos a Cristo. Nuestro error ha sido pensar que el Señor es solo el Señor de los domingos y los cultos y el resto de nuestra vida dejarla bajo el gobierno del principe de las potestades del aire.
Quiero llamar su atención en este sentido, no descanse hasta que toda su realidad esté siendo gobernada por la palabra de Dios. Yo pregunté en días pasado si le tocará colocar el tema del matrimonio en algún apartado de la teología sistemática donde lo colocaría? nadie supo responderme, el Dr. Martín Lloyd Jones dijo sin dudar, en la doctrina de la expiación, esto haciendo eco de las palabras de Pablo “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella” Ef 5:25 Ningún hombre puede entender el matrimonio si no entiende esta doctrina. Note una vez más las palabras de Jesús: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” Jn. 17:3