Juzgar 4 No en tus Fuerzas

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La Ley sirvió para mostrarnos la necesidad del Salvador

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Juzgar 4 No en tus fuerzas
¿Cuántos tienen una regla no escrita de no hablar de religión en la familia? La mayoría de las religiones tienen que ver con Dios: Dios es bueno, la mayoría de las religiones diría que Dios es Amor; pero si quieres hablar de Religión en familia o con un grupo de amigos, o en la TV, eso no se puede, porque es un tema que divide.
En parte porque hay un sector que es religioso y los religiosos pueden ser dogmáticos, y a veces pueden ser crueles. ¡Tú incircunciso, te vas a ir al infierno! A veces se expresa de forma que no muestra los valores o el carácter que presume tener.
Los religiosos no se contentan con creer lo que creen, sino que creen que lo que creen es lo único que se puede creer, y quien no lo cree esta mal. Pero, si eres tú -de la religión que sea- quién profesa la fe verdadera, te caen mal los otros religiosos.
Hay otro extremo, el que dice: No importa de qué religión eres, escoge una y aférrate a esa, a fin de cuentas ¡todas las religiones llevan al mismo Dios, si eres judíos ,Islam, budista, Cristiano ¡lo que sea! Solo escoge una y no critiques a nadie, al final todo saldrá bien, porque todas las religiones son lo mismo. El problema con ese argumento es que un judío ortodoxo diría ¡no es cierto! Un bautista diría ¡no es cierto! Un Wesleyano diría ¡no es cierto! Y quizá dirían: Para ti es fácil decir que parecen lo mismo, pero si tuvieras la información que yo tengo, si creyeras lo que yo creo, verías que somos muy diferentes, no es así de simple.
Aunque, hay algo interesante ¿sabes que algunos temas son comunes para todas las religiones? Cuando menos en las más grandes. Por ejemplo, la regla de oro se encuentra en varias religiones: judaísmo, islam, budismo, hinduismo, Platón, Confucio, Aristóteles.
En islam es: “Nadie es creyente hasta que desea para su hermano lo que desea para sí mismo.”
Aristóteles: “Deberíamos portarnos con los amigos, así como deseamos que se porten con nosotros”.
Platón “Hago a otros como quiero que ellos hagan conmigo”.
Judaísmo: “Lo que odias, no lo hagas a nadie”.
Esta regla está en todas las religiones y no por eso, todas son lo mismo, aunque tienen algo en común. Otra cosa en común de las religiones es que tienen reglas. Hay cosas que deben y cosas que no deben hacer.
C. S. Lewis de mis escritores favoritos en un libro llamado “Abolición del hombre”, da una lista de “lo que debes y no debes” de las mayores religiones del mundo. Encontró 8 reglas o leyes comunes en esas religiones. No quiere decir que todas son iguales, sino que hay cosas en común. Por eso no puedes decir que tu religión está en lo correcto en todo y las otras mal en todo, porque algunas creen lo mismo que tú crees. Estas son algunas de esas cosas:
1. No lastimes a otros ni con palabras ni con hechos. 2. Honra a tus padres. 3. Se amable con la familia y los ancianos. 4. Se honesto en tus negocios. 5. No mientas.
6. No tengas relaciones sexuales con la esposa de alguien más. 7. Cuida de los débiles. 8. Pon en primer lugar a los demás. Lewis encontró esos puntos en común.
Ahora agárrate el cinturón, porque otra cosa que encontró que todas las religiones tienen en común es que ¡no pueden cumplir con esas reglas! En todas hay fracasos y frustración. En todas las religiones hay hombre y mujeres que no cumplen esas reglas o leyes.
Entonces, en todas las religiones hay “debes y no debes” y en todas las religiones se vive el fracaso de sus seguidores para cumplirlos. Todas las religiones presentan una lista de reglas, leyes que se deben cumplir porque es mejor para la sociedad, para tu relación con Dios -como sea que lo concibas-, pero ¡no somos buenos cumpliendo esas reglas!
Si no me crees, levanten la mano quienes alguna vez en su vida han lastimado a alguien; ¿cuántos en algún momento han desobedecido a sus padres? ¿cuántos alguna vez fueron groseros con sus hermanos? ¿cuántos alguna vez han sido deshonestos en un negocio o compromiso? ¿cuántos estuvieron a punto de mentir en el último? ¿cuántos han mentido alguna vez?
En todas las religiones del mundo, ya sea en una mezquita, sinagoga, templo, todo tipo de gente, cultura, idioma, en todas ellas, generalmente hablando dirían: se qué debo hacer, se qué no debo hacer, pero de todos modos ¡no he cumplido! Esto es común para todas las religiones. No debes de… y ¡lo hiciste! Y de acuerdo con las religiones más grandes del mundo, ahora tienes un problema con la deidad, con Dios.
Ahora bien, no tienes que ser religioso para entender esto; todos hemos quedado cortos de nuestras propias expectativas o estándar. Por un momento ¡olvida a Dios, religión o sistema religioso! Lo que es cierto para todos es que en alguna ocasión nos decepcionamos de nosotros mismos. Todos sabíamos que, al hacer una promesa, al firmar un contrato, al aceptar ese acuerdo, en ese momento te obligas y sin importar si eres religioso o si no crees en Dios, sabes que, al no hacerlo, no has podido cumplir tu propio estándar, algo con lo que tú mismo estás de acuerdo.
Y al no poder cumplir viene la culpa, porque tu conciencia o algo te acusa. Quizá en este momento estás en una situación así, y por eso buscas a Dios o te quieres alejar de Dios, porque intentaste algún sistema religioso para quitar la culpa y no pudiste. O te quieres convencer de que después de todo ¡no estás tan mal! Porque nadie es perfecto, no has lastimado a nadie, te quieres convencer, pero sabes que no es fácil.
Ante ese problema algunos se van al alcohol, al trabajo en exceso, drogas, hacer obras de caridad para querer pagar la culpa o cuando menos sentirse mejor, o botella tras botella. Y ni así puedes quitar esa culpa. No sabes qué mas hacer. ¡Bienvenido al mundo del religioso!
Porque ese es el mensaje de todas las religiones: “No debes, debes de…pero no puedes”. Y ahora estás en deuda con Dios, si no crees en Dios, estás decepcionado de ti mismo. No te gusta lo que has hecho y el problema es que no puedes hacer nada al respecto. Porque no puedes regresar el tiempo y ser el papá de ese adolescente una vez más, porque ahora tiene 27 años, no puedes regresar y ser ese padre, no importa cuántas veces digas: ¡perdóname! Des dinero, o lo que puedas hacer por esa relación ¡No puedes regresar el tiempo! No puedes cambiar ese pasado y estás atorado. No puedes regresar el tiempo y ahora sí ser fiel al cónyuge.
No puedes regresar el tiempo y ahora sí respetar, honrar al cónyuge, o a tus padres y sin importar cuanta culpa, vergüenza o dolor tengas ¡no puedes regresar el tiempo! ¿qué hacer? La culpa es real, la conciencia es real y nos grita la verdad ¡la regaste! No cumpliste tu promesa ¿qué haces con eso? Todos hemos quedado cortos a una ley de Dios o una ley nuestra o nuestro estándar.
¿Qué hago con eso? Esa es la pregunta que todas las religiones quieres responder. Se pregunta: ¿qué hago con mi pasado, con mi fracaso? ¿qué hago con el hecho que no cumplo ni con mi propio estándar? Me decepciono de mí mismo y parece que no puedo salir.
Por eso cuando Jesús llegó el anuncio fue: “buenas nuevas para todo el mundo”, todas las personas, no solo judíos, teístas, no solo los que vivían en ese tiempo, sino que la llegada de Jesús es buena noticia para todas las personas de todas las religiones, fe, todo antecedente, tribu, incluso para quienes no creían en Dios, porque la pregunta constante del alma es ¿qué hago conmigo mismo? ¿qué hago con mi pasado? ¿qué hago con mi imposibilidad de vivir bajo mi propio estándar? Mucho menos para vivir bajo el estándar de Dios. El mensaje revolucionario de Jesús es para toda la humanidad, vino a ofrecer solución al problema que toda religión tiene que es: ¿ahora qué?
O sea, se qué puedo hacer de ahora en adelante (o intentar hacer) pero ¿qué hago con lo que hice en el pasado? Y lo que Jesús dijo en su mensaje fue sencillo pero revolucionario que cambia la vida. Por eso al fina de SU ministerio no dijo: “lleven este mensaje a los judíos solamente, ustedes y yo somos judíos, tenemos el contexto del AT, por eso es para ellos”. Lo que dijo fue: “lleven este mensaje radical a toda nación, lengua, tribu, porque Dios ha hablado para toda religión y aquellos sin religión. Jesús vino a traer este tema que toda religión trata: Se lo que debo hacer y lo que debo ser, pero ¡se que no he podido! Y no puedo serlo.
Años después que Jesús llegó, el apóstol Pablo de forma magistral escribe a detalle el cristianismo, súper brillante, claro, profundo. Veremos un verso de sus manuscritos que se conoce como Romanos, escrito por el año 68-70 d. C. escrito a no judíos o cristianos necesariamente. En esa época no hay iglesias como ahora, es pocos años después que Jesús estuvo en la tierra.
Escribe a romanos de roma, piensan como romano, tienen su panteón de dioses, pero han descubierto que Jesús vino a ser Salvador no sólo de judíos, sino del mundo. Pablo les explica de forma didáctica, medio técnica, lo que significa que Jesús es Salvador y perdonador de todo pecado, no solo de un grupo de judíos, sino el pecado de todo el mundo. Vamos a ir despacio porque Romanos es difícil, pero los aspectos técnicos y gramáticos son asombrosos.
Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús;” (Romanos 8:1, NTV)
La palabra griega que traduce “condenación” es un término legal para describir a quién ha sido juzgado, encontrado culpable y condenado a prisión. Pablo dice: Si estás en Cristo, no importa tu pasado, tus antecedentes, qué has hecho, qué reglas o leyes has roto, una vez que estás en Cristo desde la perspectiva divina de Dios ¡ya no eres condenado! Puede que tu sistema religioso te condene, tú mismo o tus amigos te condenen; pero cuando estás conectado a Jesús como tu Salvador, desde la perspectiva de Dios ¡no eres, no estás condenado! Puede que te sientas como un condenadote e intentes el resto de tu vida des condenarte y querer ganar el camino de regreso para estar bien con los amigos, familia, contigo mismo o con Dios.
Pablo dice: si entiendes la magnitud de este mensaje, al comprenderlo, entiendes que ¡no eres condenado por Dios! Ahora bien, ¿cómo diantre llegó Pablo a esto?
pues por medio de él...” (Romanos 8:2, NVI)
¿Por medio de quién? ¡De Cristo! Por medio de Su muerte y resurrección, no por medio de ningún esfuerzo humano, sólo por medio de Cristo.
pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2, NVI)
Está diciendo es que hay 2 leyes: la ley del Espíritu y la ley del pecado y muerte. Hasta ahora tu vida ha sido gobernada por la ley del pecado y muerte, esa ley es que cuando pecas ¡algo muere! Todos conocían esa ley, pecas=algo muere. Al lastimar de hecho, dicho, la relación se resiente y algunos han matado alguna relación por lo que han dicho o hecho. Pecas y algo muere.
Esto tú lo sabes. Algunos mataron la relación con sus padres por como los trataron de niños y ahora ni se hablan. Pecas y algo muere. Otros matan una relación por la mentira y no tienes que ser religioso para experimentar esto, eso lo sabes, es la ley de la naturaleza humana. El pecado resulta en muerte y todos hemos matado o herido a alguien por nuestro pecado.
Pablo dice: la ley del pecado y muerte te ha gobernado y por eso ha matado tu relación con Dios, así como ha matado relaciones alrededor de ti. Tu pecado, el mío destruyó nuestra relación con Dios. Es la ley y no tienes que creerlo para que suceda. Es un principio que siempre se cumple. La cultura se mata a sí misma por el pecado, las familias se destruyen por el pecado.
Pero Pablo también dice que esa ley, ese principio ha sido derrotado, ha sido vencido por otro principio más poderoso. Explico, cuando subes a un avión ¿qué la pasa a la ley de la gravedad? ¿se elimina? ¡claro que no! Sigue vigente como siempre, pero al tomar un avión te aferras a otro principio, a otro conjunto de leyes que supera o sobrepasa la ley de la gravedad. La gravedad es la misma, es real, como siempre, si no ¡no podrías volar! Pablo dice: la ley del pecado y muerte siempre existirá, mientras estes en el mundo, pero a través de Cristo se introduce una nueva ley y la puedes aprovechar, no solo tú, sino la gente de toda religión que entienda que ha quedado corto de sus propias expectativas o las de Dios. Pablo lo llama: Ley del Espíritu que da vida.
Y por todos sus escritos Pablo dice que esa ley del Espíritu es: Perdón y Gracia. Y esto también lo has experimentado. Algunos han matado alguna relación por el pecado, nos hemos sentido mal e intentado recuperar esa relación. Envías mensajes, intentas verte con esa persona, haces lo que puedes y quieres portarte bien, enmendar la relación, pero al fin te das cuenta del hecho que ¡no puedes sanar esa relación con hacer cosas buenas!
La única forma de retomar esa relación con alguien que has herido es que ¡ellos te den permiso de regresar! Y ese permiso lo pueden dar 1 segundo después que los ofendiste o te lo pueden dar 1 año después o en su lecho de muerte si así deciden. Pero la única forma de volver a una relación con alguien que has ofendido o herido es si esa persona decide perdonarte ¿no es cierto?
La ley del Espíritu de Vida es que Dios decidió, no por algo que tú hayas hecho o prometido hacer, no es nada que hayas hecho para que Dios se viera forzado a decir: Ok, regresa. La ley del Espíritu de vida es que Dios decidió, Dios te invita a ti y a mí y a gente de toda nación, toda fe, de todo el mundo, de regreso a una relación con ÉL, pero no basado en tus promesas o que cumplas la ley de ahora en adelante, sino basado en SU decisión de extenderte el perdón por Su gracia y Su bondad. La ley del Espíritu de Vida es que Dios decidió hacerlo, no por algo que tú hayas hecho.
La ley del pecado y muerte permanece, sigue, pero la ley del Espíritu de Vida supera esa ley y Dios ha dado a conocer al mundo por medio de Jesús su deseo de extender perdón por medio de Su Hijo Jesucristo, para todas las personas de toda fe, religión, idioma en todo el mundo.
La religión dice: “No eres suficientemente bueno para cumplir por tu cuenta con las leyes y las reglas”. La religión es un recordatorio de nuestra necesidad de algo diferente, algo más que una lista de leyes, y Dios por medio de SU Hijo Jesucristo nos dijo: ¡Yo lo se! Tu religión te ha puesto donde quiero que estés ¡en necesidad de un Salvador! Por eso envié a mi Hijo a vencer la ley del pecado y muerte para ofrecerte lo único que restaura nuestra relación y es el regalo del perdón y de la gracia. Sigue:
En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder…” (Romanos 8:3, NVI)
La ley no pudo librarnos, los 10 o 600 mandamientos, la ley islámica, la de tu conciencia ¡no importa! Lo único que la ley puede hacer es ¡condenarte! La ley no puede salvarte. Cuando te detienen por rebasar el límite de velocidad, has violado la ley, no puedes apelar a una ley superior que te salve. La ley te condena ¡no te salva! La ley te condenó, no te pudo salvar.
Dios dice: lo que la ley, cualquier ley, toda ley de cualquier religión, lo que toda religión no puede hacer ¡Dios lo hizo! Esto es asombroso, cualquier ley, tu propia ley, lo que no pudo hacer, Dios lo hizo y ¿cómo lo hizo! ¿al enviar una lista más grande de leyes? ¡no!
Religioso o no, no importa ¡sabes que eres culpable! Le grité una vez, mentí poquito, religioso o no ¡tú sabes tus secretos! Y esto que sabes de ti, lo sabe tu Padre Celestial de ti; que tú no puedes resolver esto por tu cuenta. Has estirado las reglas diciendo: él o ella se lo merece, se lo ganó, no tuve un buen padre, no es un buen empleado, él o ella falló primero; y al hacer eso nos sentimos mejor con nosotros mismos, pero al final sabemos que seguimos siendo culpables y seguimos quedando cortos. Y ahora Pablo nos dice cómo lo hizo Dios:
…; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado…” (Romanos 8:3, NVI)
Dios envió a SU hijo a todo el mundo, no sólo judíos o romanos, cristianos, gente del medio oriente, sino para todos. Al enviarlos como sacrificio por el pecado, no de un grupo, no solo los pecados de tu propia conciencia. Con SU muerte venció la ley del pecado. Muerte por ti y por mi y extendió el perdón y gracia a todos, en todo el mundo que quiera recibirlo.
Lo que la ley fue incapaz de hacer, lo que la religión es incapaz de hacer, lo que la tradición es incapaz de hacer, eso de que ve a este lugar, no te pongas esto, vístete así, porque aquello, repite esto, lo que tu sistema religioso fue incapaz de hacer. Es verdad tu religión había algunas cosas que te llevaban en dirección correcta, pero ni con todo eso, tu religión fue capaz de resolver el problema del corazón humano ¿qué hago conmigo mismo? ¿qué hago con mi pecado, con mi pasado? A partir de ahora puedo intentarlo, pero ¿qué hago con mi pasado? Lo que la ley no pudo hacer, Dios lo hizo al enviar a SU Hijo y así:
…condenó Dios al pecado en la naturaleza humana,” (Romanos 8:3, NVI)
¿A quién condenó? ¡al pecado! No me condenó a mí, a ti, sino al pecado en la naturaleza humana.
a fin de que las justas demandas de la ley…” (Romanos 8:4, NVI)
¿Cuáles son las justas demandas de la ley? Eso de que no debo ofender a nadie, eso de honrar siempre a mis padres, eso de ser amable con mis hermanos, respetar y ayudar a los débiles y ancianos, de siempre ser honesto en mis negocios, de honrar a mis pastores, eso de nunca mentir, ser fiel, eso de poner a los demás en primer lugar, todo eso son las justas demandas de la ley ¿alguien quiere intentar cumplir esas demandas a plenitud?
a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros…” (Romanos 8:4, NVI)
Dios ofrece por medio de Jesús una nueva posición ante ÉL. Una posición en que te dice: te daré la justicia, será tuya como si siempre cumples las leyes a la perfección. Te daré esa posición que no la puedes merecer y esto ¡tú lo sabes! Te decepcionas a ti mismo, no puedes vivir cumpliendo las leyes de cualquier sistema religioso que adoptes o conozcas. ¡No puedes! Por eso YO te daré como regalo, no porque lo hayas ganado, YO te lo doy y puedo hacerlo porque YO llevaré todo el castigo, todas las consecuencias, toda la condenación que tu mereces y la pongo en mi Hijo, para que te pueda dar lo que no mereces y esa es la única forma de restaurar y poder tener una relación conmigo.
Te daré lo que no mereces, una posición de justificado delante de mí. Esto es para todo el que decida recibirlo ¡no se impone! Es para quien decida y lo pida, es para quien entiende lo importante de ese regalo de mi Hijo.
El dilema de toda religión, del cristianismo es ¿qué hago con mi pasado? ¿con mi fracaso? ¿qué hago con mi pecado? Dios dice: te diré mi solución y es ¡mi Hijo! Si lo recibes como tu Salvador, tu pasado será borrado, lavado, tal vez enfrentes consecuencias en tus relaciones, porque quizá otras personas no te den ese tipo de perdón, pero YO quiero que sepas que eres justificado ante mí y te doy como un regalo lo que la ley no pudo hacer, no pudo arreglar tu pasado, sólo puede condenarte, lo que la ley no puede hacer, eso hice por ti al enviar a mi Hijo.
a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu.” (Romanos 8:4, NVI)
La religión dice 3 cosas: 1. Debo de…, 2. No puedo, 3. Estoy en deuda. El mensaje de Jesús al cristianismo es: lo que la ley no pudo hacer, Dios lo hizo al enviar a SU Hijo para ser el sacrificio por el pecado. Esto quiere decir que, ya seas bautista, presbiteriano, indú, musulmán, católico, nueva era, no importa, esto quiere decir que, si hay algo en ti que quiere “ganar” “merecer” el favor de Dios, es porque nunca has aceptado el regalo gratuito del perdón.
Si cuando oras no importa de qué religión, tradición, algo en ti dice: Dios se que no soy digno, he hecho el intento y seguiré intentando cumplir la ley, es más, desde ahora no tendré no vio, novia, intentaré ser buena persona, cumplir la ley, de manera que me des tu favor. Si en algún lugar de ti esta ese pensamiento, sin importar de dónde viene, es porque nunca has aceptado el regalo más grande que se te ofrecerá. El regalo del perdón total, absoluto y una justificación ante Dios y no se ofrece sólo a los cristianos, sino a todo el mundo.
Conozco personas criadas como cristianos pero que nunca han recibido este regalo, porque en sus mentes, crecieron pensando que la ley me condena y ¡la ley puede salvarme! La ley me condena, pero si cumplo la ley, la ley me salvará y la Escritura es clara, la buena nueva es clara. Lo que la ley no pudo hacer ¡Dios lo hizo por cada persona! Al enviar a SU Hijo al mundoy la invitación es para ti, no para que hagas mejor trabajo cumpliendo la ley, sino para que seas de quienes dice: Dios, necesito algo mejor que una segunda oportunidad, algo mejor que un nuevo comienzo, algo mejor que una nueva regla ¡necesito ser perdonado! Y cuando esa es tu petición, la respuesta de Dios es ¡sí! Porque lo que la ley no pudo hacer ¡Dios ya lo hizo! Al enviar a SU Hijo para ser el sacrificio por el pecado.
Si has aceptado ese regalo del perdón este es el momento para agradecer a Dios que te envió un Salvador. Quizá has ido a la iglesia toda tu vida y aún te sientes bajo condenación del pecado, porque nunca has aceptado ese perdón. Quizá has escuchado de Jesús, has cantado, participas, pero no has tenido un momento en tu vida que dijiste: Wow aun sigo intentando hacer por mí lo que Dios ya hizo.
Sin importar tu pasado, tradición, iglesia en que creciste, esto es para ti, es para todos, por eso se llama Buena Nueva. Porque lo que la ley no pudo hacer, Dios ya lo hizo. Esto enseña la Biblia; la religión nos lleva a reconocer la necesidad de un Salvador y Dios envió al Salvador.
Si aún no has aceptado ese regalo, hoy es el día que puedes decir: Dios he intentado ser bueno con mis fuerzas, he intentado ganarme, merecer, trabajar para tener tu perdón, pero hoy quiero descansar al saber que has hecho por mi lo que no puedo hacer por mi mismo. Te pido perdón por mis pecados y acepto a tu Hijo como el Salvador de mi vida.
La ley del pecado y muerte ha sido derrotada por una nueva ley, la del Espíritu de Vida, de perdón y gracia y se extiende de parte de Dios que te invita a llamarle Padre.
Palabra de Dios
Si hoy quieres tener una relación con Dios por medio de SU Hijo, oremos: Padre, hoy creo que lo que la ley no pudo hacer, tú lo has hecho. Creo que por medio de tu Hijo toda condenación es quitada de mí. Creo que en mi mejor intento nunca podré ser lo suficientemente justo por mi cuenta. Creo que me ofreces el regalo de la justificación, una posición de justo ante ti, por medio de tu Hijo Jesucristo.
Pongo mi fe en tu Hijo, en SU muerte en la cruz como el pago final, total, absoluto por mi pecado, no te debo porque ya pagaste mi deuda del pecado. Padre estoy agradecido por ese regalo.
Padre, que esta verdad sencilla, vaya de mi cabeza a mi corazón y a cada parte de mi ser, que sienta esa libertad emocional que viene con saber que he sido perdonado y en el Asombroso Nombre de Jesús, todos decimos ¡amén!
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