Profeta Joel

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Joel

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CAPÍTULO I

Devastación de la tierra por la langosta

Palabra de Jehová que vino a Joel, hijo de Petuel.
Oíd esto, ancianos, y escuchad, todos los moradores de la tierra. ¿Ha acontecido algo semejante en vuestros días, o en los días de vuestros padres?
De esto contaréis a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación.
Lo que quedó de la oruga se lo comió la langosta, y lo que quedó de la langosta se lo comió el pulgón; y el saltón se comió lo que del pulgón había quedado.
Despertad, borrachos, y llorad; aullad, todos los que bebéis vino, a causa del vino nuevo, porque se os ha quitado de vuestra boca.
Porque un pueblo fuerte e innumerable subió a mi tierra; sus dientes son dientes de león, y tiene muelas de leona.
Asoló mi viña, y descortezó mi higuera; del todo la desnudó y derribó; sus ramas quedaron blancas.
Llora tú como joven vestida de cilicio por el marido de su juventud.
Desapareció de la casa de Jehová la ofrenda y la libación; los sacerdotes ministros de Jehová están de duelo.
10 El campo está asolado, se enlutó la tierra; porque el trigo fue destruido, se agotó el mosto, se perdió el aceite.
11 Confundíos, labradores; lamentaos, viñadores, por el trigo y la cebada, porque se perdió la cosecha del campo.
12 La viña está seca, y se amustió la higuera; el granado también, la palmera y el manzano, todos los árboles del campo se secaron, por lo cual se extinguió el gozo de los hijos de los hombres.
Palabras Clave
JOEL v 1
Un libro profético corto que describe una invasión de langostas como un presagio del día del Señor. Joel 1:3-21.
JOEL = «Jehová es Dios». Nombre de trece personajes bíblicos. Se destacan estos dos:
1. Hijo primogénito del profeta Samuel y padre de Hemán el cantor (1 S. 8:2; 1 Cr. 6:33; 15:17). También aparece con el nombre de Vasni (1 Cr. 6:28).
2. Hijo de Petuel; su libro es el segundo entre los Profetas Menores (Jl. 1:1). La vida de este profeta no se conoce.

JOEL (LIBRO DE). No tenemos en este libro ninguna indicación precisa de la época del profeta. Pero ciertos detalles parecen militar poderosamente en contra de una fecha anterior a la de Isaías. Se piensa que se sitúa en la época del avivamiento religioso de comienzos del reinado de Joás (2 R. 12:1, 16; 2 Cr. 24:1). Por cuanto Joel no menciona al rey, pero habla de los sacerdotes y de las ceremonias regulares del culto (1:9, 13; 2:12–17), esta situación armoniza con la época de la minoría de edad del rey Joás, cuando el poder lo ejercía el sumo sacerdote Joiada como regente (2 Cr. 23:2, 3). Por otra parte, Joel no hace mención alguna de los asirios ni de los caldeos, en tanto que hace alusión a enemigos que no existían como naciones en la época de los grandes imperios, o que no representaban amenaza entonces para Judá: los edomitas (3:19), fenicios y filisteos (3:4). No hace mención alguna del reino del norte. Por ello, puede ser situado alrededor del año 800 a.C. Se puede añadir que muchos profetas usaron pasajes enteros de Joel (cfr. Am. 9:13 y Jl. 3:18; Is. 13:6, 9, 10 y Jl. 1:15; 2:1, 10; Sof. 1:14, 15 y Jl. 2:1, 2; Ez. 47:1 y Jl. 3:18; Abd. v. 17 y Jl. 2:32). Resulta insostenible la postura de aquellos que buscan situar la profecía en la época de Jeremías, o incluso después del exilio en Babilonia.

La profecía de Joel tiene como perspectiva esencial el tiempo del fin. Joel parte de una catástrofe muy común en Oriente, una invasión de langostas seguida de una terrible sequía, para describir la época terrible del juicio de la ira de Dios sobre su pueblo y las naciones, el Día de tinieblas y de oscuridad, grande y muy terrible, el día grande y espantoso de Jehová (cfr. 1:15; 2:1, 2, 11, 31).

El profeta revela este «día», que no será un día solar, sino un período de varios años, período que debe corresponderse con el reinado del Adversario (Anticristo) según Dn. 9:24–27 y que Jesús describió en Mt. 24:29–30, Pedro en 2 P. 3:10–13, y Juan en Ap. 7ss.

Joel nos presenta las siguientes etapas:

1. El amanecer del día de Jehová. Castigo de la Judá infiel (en Joel, Judá representa el conjunto del pueblo), que consistirá en la súbita invasión del país por parte de un pueblo innumerable (1:6). Este pueblo es identificado (2:20): el del norte. Ezequiel da acerca de este enemigo detalles impresionantes (38:1–9, 14–16). Este pueblo, incluyendo en su seno todo un grupo de naciones, será tan numeroso que Joel lo compara a una invasión de langostas (1:4), atribuyéndole el mismo poder destructor (vv. 6–7). En Ez. 38:9 se le ve como una nube que va a cubrir el país). Joel 2:1–11 constituye una visión apocalíptica de esta invasión: carros y caballos, llama de fuego, cielo oscurecido, tierra que tiembla, cielos estremecidos. Pudiera identificarse con una batalla con intervención de armamento nuclear. «¿Quién podrá soportarlo?» (2:11). El profeta precisa el lugar de la batalla: «el valle de Josafat (3:2, 12), alrededor de Jerusalén. Allí es donde se decidirá el resultado de esta guerra».

2. El resultado del cataclismo: Si Dios tiene que castigar, quiere también su salvación. Por ello, le dirige apremiantes llamamientos al arrepentimiento (1:13–14; 2:12–17). El castigo será para Judá como un crisol de purificación. Y la terrible y rápida tempestad será seguida de una liberación milagrosa. Dios mismo intervendrá para quebrantar el espíritu del invasor y aniquilarlo (Jl. 2:18–20). La descripción paralela de esta intervención divina dada por Ezequiel es aún más detallada y cataclísmica (Ez. 38:17–23; 39:1–7); el enemigo del norte hallará allí su ruina total (vv. 11–17). «Éste es el día del cual he hablado» (v. 8).

Langosta.

Ciertos comentaristas dudan acerca de si se ha de colocar esta derrota del enemigo del norte al comienzo de la septuagésima semana de Daniel (Dn. 9:27), o si debe ser considerada como una fase de la batalla de Armagedón. (Véanse ARMAGEDÓN, GOG.) En el primer caso señalaría la victoria del Anticristo y el punto de partida del pacto malvado que él hará con Israel. Parece, sin embargo, que Joel, como Ezequiel 38–39, cuadra mejor con el punto de vista de un doble cumplimiento, antes de la tribulación y después del Milenio (cfr. Alexander, Ralph: Ezequiel, Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1979, pp. 123–134). En Joel se trata en particular el primer cumplimiento, en el período que cierra la Gran Tribulación y da inicio al Milenio (cfr. Jl. 3:1–2, 11–13, 18–21).

3. El derramamiento del Espíritu sobre Israel. El pasaje de Jl. 2:28–32 constituye un capítulo aparte, el capítulo 3 en la Biblia hebrea. De esta profecía ha habido ya un primer cumplimiento parcial en Pentecostés, porque Pedro afirma: «Mas esto es lo dicho por el profeta Joel …» (Hch. 2:16–21). El Espíritu ha sido, en efecto, dado a todos los creyentes, en tanto que en el AT no era dado más que a ciertos privilegiados siervos de Dios. Pero es evidente que Pentecostés no era todavía el gran Día del fin, marcado por los fenómenos cósmicos y por el triunfo visible del Señor. Lo que además queda aún por cumplir es la conversión de «todo Israel» al Mesías, gracias a un derramamiento particular del Espíritu que la incredulidad de la nación ha retardado hasta ahora (Jl. 2:28–32; Is. 32:13–15; 34:16; Ez. 36:24–27; 39:28–29; Zac. 12:10). Cuando esto suceda, «mi pueblo nunca jamás será avergonzado» (Jl. 2:26–27).

4. La gloria del reinado mesiánico. Joel proclama el término del Día de Jehová con el anuncio del advenimiento del Señor a Sión (3:17, 21). La prosperidad, paz y seguridad quedarán aseguradas al pueblo de Dios (vv. 16, 18–20). Este reino de Cristo sobre la tierra es descrito más ampliamente por Isaías y otros profetas. Será un tiempo de inmensas bendiciones para Israel y para todas las naciones. (Véase MILENIO.)

Recapitulando, se puede decir que Joel presenta los acontecimientos del fin en el siguiente orden: (1) Invasión de Palestina por las naciones, en el Día de Jehová (2:1–10; cfr. Zac. 14:2; Ap. 16:14). (2) Destrucción de los invasores por el Señor mismo (Jl. 2:11; Ap. 19:11, 21). (3) Arrepentimiento del pueblo escogido (Jl. 2:12–17). (4) Promesas divinas de liberación (vv. 18–27). (5) Derramamiento del Espíritu sobre Israel (vv. 28–29). (6) Retorno glorioso de Cristo, proclamación de su salvación y de su reino (Jl. 2:30–32; cfr. Hch. 15:15–17). (7) Juicio de las naciones (Jl. 3:1–16). (8) Descripción del reino mesiánico (vv. 17–21; cfr. Zac. 14:1–21).

ANCIANOS v 2

ANCIANO. En el Antiguo Testamento, magistrado, a la vez civil y religioso, que, hasta allí donde podemos saber, era nombrado en virtud de su derecho de edad, a la cabeza de una casa patriarcal, de una familia de la tribu, o de la misma tribu (1 R. 8:1–3; Jue. 8:14, 16). Al tener la posición de jefe de una tribu o de las familias más grandes, el anciano tenía la autoridad de príncipe. Ordinariamente, sólo los hombres de edad madura accedían a estas funciones. Otros pueblos, como los madianitas y moabitas (Nm. 22:4, 7), organizados en tribus, tenían ancianos. Este título designa generalmente a altos funcionarios (Gn. 50:7). Gobernaban al pueblo (Dt. 27:1; Esd. 10:8); representaban a la nación en las transacciones que la concernían (Éx. 3:18; Jue. 11:5–11; 1 S. 8:4); cuando se tenía que honrar a un huésped (Éx. 18:12); celebrar una alianza (2 S. 5:3), o celebrar actos religiosos (Lv. 4:13–15; Jos. 7:6). Un cuerpo de 70 ancianos ayudaba a Moisés a gobernar a los israelitas (Nm. 11:16–24). Cada ciudad tenía sus ancianos, que eran probablemente los cabezas de las familias de la localidad, y que ejercían la autoridad civil y religiosa (Dt. 19:12; 21:2; Rut 4:2–11; 1 S. 11:3; Esd. 10:14). Los ancianos seguían ejerciendo estas funciones en Judea durante la ocupación romana (Mt. 15:2; 21:23; 26:3, 47). (Véanse SINAGOGA Y SANEDRÍN.)

ORUGA V 4

ORUGA. En algunas versiones se usa esta palabra para traducir varias expresiones hebreas (Jl. 1:4; Am. 4:9), y en el original denota un insecto devorador. (Véase LANGOSTA.)

LANGOSTA V 4
Oruga, langosta, saltón, pulgón v 4
Aullad v 5
Cilicio v 8
Jehová, libación v 9
Confuncíos, Cebada v 11
Amustió v 12
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