Cena del Señor - Agosto 2022
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¿Estará Dios obrando en mi vida, a mi alrededor? ¿Está Dios participando de alguna manera en las circunstancias que me toca enfrentar? Los eventos que se producen cada día en mi vida son sorpresivos y aleatorios para mí, pero no para Dios. Dios tiene el control de cada situación, y definitivamente, a Él no lo toman por sorpresa.
La mayoría de nosotros hemos participado alguna vez en la organización de un evento, ya sea un encuentro de amigos, una celebración familiar o algún evento parecido. Cuando lo hacemos nos preguntamos cosas como:
¿Dónde nos vamos a reunir?
¿Qué vamos a comer?
¿Vamos a necesitar espacio para niños?
Y más.
Lo cierto es que no podemos simplemente decidir hacer algo y llegar todos al lugar a la hora señalada y disfrutar el momento. Alguien tiene que hacer compras, planificar, preparar todo.
Es allí dónde Dios interviene en nuestras vidas preparando eventos, encuentros, relaciones, actividades y más, aún cuando nosotros no lo notemos.
Considera esta situación, en medio de aquella semana final del ministerio del Señor antes de ir a la cruz. Había que preparar la última cena (anque los discípulos no sabían que lo sería), enmarcada en la celebración de la Pascua.
7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. 8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. 9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? 10 Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, 11 y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? 12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. 13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. 8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. 9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? 10 Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, 11 y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? 12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. 13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
7 Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, 8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:
—Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua.
9 —¿Dónde quieres que la preparemos?—le preguntaron.
10 —Miren—contestó él—: al entrar ustedes en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre, 11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” 12 Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena.
13 Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.
7 Llegó el Festival de los Panes sin Levadura, cuando se sacrifica el cordero de la Pascua. 8 Jesús mandó que Pedro y Juan se adelantaran y les dijo:
—Vayan y preparen la cena de Pascua, para que podamos comerla juntos.
9 —¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
10 Él contestó:
—En cuanto entren en Jerusalén, les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo. En la casa donde él entre, 11 díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está el cuarto de huéspedes en el que puedo comer la cena de Pascua con mis discípulos?”. 12 Él los llevará a un cuarto grande en el piso de arriba, que ya está listo. Allí deben preparar nuestra cena.
13 Ellos fueron a la ciudad y encontraron todo como Jesús les había dicho y allí prepararon la cena de Pascua.
7 Llegó el día de la Fiesta de los Panes sin Levadura en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua.
8 Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: «Vayan y preparen la Pascua para nosotros, para que la comamos».
9 «¿Dónde deseas que la preparemos?», le preguntaron.
10 Y Él les respondió: «Miren, al entrar en la ciudad, les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo a la casa donde entre.
11 »Y dirán al dueño de la casa: “El Maestro te dice: ‘¿Dónde está la habitación, en la cual pueda comer la Pascua con Mis discípulos?’ ”.
12 »Entonces él les mostrará un gran aposento alto, dispuesto; prepárenla allí».
13 Ellos fueron y encontraron todo tal como Él les había dicho; y prepararon la Pascua.
Jesús le encomienda a Pedro y a Juan la preparación del evento. “Vayan y preparen todo para que comamos juntos la Pascua” (v. 8), les diría el Señor.
Podríamos decir que Pedro y Juan, de alguna manera, nos representan a todos nosotros. Hay ocasiones en las que el Señor quiere que hagamos algo, que le sirvamos de alguna forma, y la convicción de cuál es su plan llena nuestro corazón. Pero presta atención a lo siguiente: Dios no deja los detalles librados al azar o dependientes de tu decisión. Él sabe perfectamente lo que quiere hacer.
Pedro y Juan no se iban a tomar la atribución de decidir ellos los detalles de la celebración de la Pascua. Por eso le preguntaron a Jesús: “¿Dónde quieres que la preparemos?”.
¿Podemos nosotros también hacerle al Maestro este tipo de preguntas? ¡Por supuesto que sí! Pero, ¡prepárate para sus repuestas!
¿Qué les respondió Jesús a Pedro y a Juan? Considera los detalles de la respuesta del Maestro (vs. 10-12).
¿Qué tipo de preguntas te provoca su respuesta?
He aquí algunas de las mías:
Algo especial suecedería en el momento en que los discípulos entrarían en la ciudad. Imagínate que eres Pedro, o Juan. Al escuchar la respuesta del Jesús se deben haber mirado significativamente el uno al otro con esa expresión que transmite “Esto es raro”. Jesús no les estaba dando una respuesta “normal” como: “Vayan al este de la ciudad y pregunten por la casa de… Yo ya hablé con él para que nos tenga listo el lugar”. No. La referencia que les da es un hombre con un cántaro de agua. Lo más frecuente era que las mujeres acarrearan los cántaros, así que eso iba a ser bastante particular. Imagino a Juan dándole un fuerte codazo a Pedro en las costillas al ver efectivamente al hombre llevando el cántaro. ¡Yo hubiera estado completamente sorprendido! ¿Cómo supo Jesús que Pedro, Juan y aquel hombre coincidirían en aquel momento y lugar? Así sabe Dios también los quién y cuándo de tu vida.
No iban a tener que entrevistar al hombre del cántaro. Solo necesitaban seguirlo. ¿Te das cuenta los cientos de cosas diferentes que podrían haber ocurrido en aquel momento? El hombre podría haberse encontrado con un amigo que lo invitara a conversar un momento, que tal vez lo invitara a su casa para mostrarle algo. O podría haber recordado algo y desviado su camino. Pero no; Jesús sabía exactamente adónde iría ese hombre. Para Jesús no existían los imprevistos. Su conocimiento divino lo llenaba todo.
Dado que el Maestro no les indica a sus discípulos que vayan “a la casa de” alguien conocido, lo más probable es que ellos no conocieran al dueño de casa (que ni siquiera sería el hombre del cántaro). Entonces, imagínate la situación: entra el hombre con el cántaro, y detrás de él llegan este par de desconocidos con este extraño mensaje: “¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discìpulos?”. Si tù fueras el dueño de casa, ¿cómo reaccionarías? Sí, más y más preguntas, más y más cuestionamientos. Tú no le abres la puerta de tu casa a cualquier persona, simplemente porque te lo diga. Pero, ¡vaya sorpresa!, este hombre no se sentiría intimidado ni invadido al escuchar aquella loca idea. De la misma manera, Dios sabe lo que está haciendo en tu vida. Hay personas que hasta ahora no conoces, a quienes Dios pondrá en tu camino, y a quienes Él ya ha estado preparando hace tiempo para ese encuentro. Jesús tenía --y tiene-- todo preparado.
¿Cómo reaccionaría (recuerda que hasta aquí Jesús les está diciendo lo que sucederìa) aquel hombre ante la inesperada pregunta de los discípulos? Diciendo algo así como: “¡Claro! ¡Adelante! ¡Pasen! Este es el lugar que preparé para el Señor y sus discípulos. Preparen la celebración aquí y si necesitan algo me lo hacen saber”. ¡Caramba! ¿Sería que ese señor no tenía esposa? Hasta el día de hoy hablamos del aposento alto. Fue el lugar utilizado para la celebración de la cena, y los discípulos permanecieron allí, utilizándolo, aún cincuenta días después, cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre ellos en el día de Pentecostés, y quién sabe cuánto tiempo más. Me imagino a Pedro y Juan intercambiando miradas asombradas a medida que todo lo que les había dicho el Señor se cumplia.
“...hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua”.
Dios sigue teniendo este control sobre todo, y lo manifiesta en tu vida también.
Tal vez sea bueno que recuerdes que esta no es la primera vez que sucedía algo así. Lucas 19:28-35 nos relata cómo fue que llegaron a tener el burrito en el que Jesús entró a Jerusalén. En esa ocasión, una semana antes de este evento de la cena, Jesús también les indica que vayan, diciéndoles lo que encontrarían y lo que tendrían qué hacer, y hasta cómo tendrían que responder cuando alguien les hiciera preguntas.
El mismo Jesús está obrando en tu vida ahora. Puede ser que a ti todo te sorprenda, pero no le sucede lo mismo a Él. Ya sabe lo que va a suceder mañana, con qué personas te encontrarás, quién te hará una llamada o te enviará un texto, y te puede indicar hasta cómo debes responder.
Esta historia también nos deja en evidencia que todo es del Señor. El burrito y el aposento alto tendrían dueño, pero eran del Señor, y Él dispone de lo suyo cuando quiere y como quiere. Esto no es una excusa para apropiarnos de lo ajeno, pero es un testimonio de la grandeza, la autoridad y el poder del que nos ama y nos salvó.
Deja que Jesús te dirija. Escúchale y obedécele aunque no le encuentres sentido a lo que te dice. Él sabe de qué está hablando. Deja que tu fe crezca al caminar con Él.
14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 16 Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Entonces les dijo:
—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, 16 pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.
14 Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron juntos a la mesa. 15 Jesús dijo: «He tenido muchos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de que comiencen mis sufrimientos. 16 Pues ahora les digo que no volveré a comerla hasta que su significado se cumpla en el reino de Dios».
14 Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y con Él los apóstoles,
15 y les dijo: «Intensamente he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer;
16 porque les digo que nunca más volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios».
Dios tiene un plan exacto. Y al creer en Jesús, tú has sido integrado al desarrollo de lo que Dios está haciendo. Dios te incluye en su plan.
Observa el momento en el que Jesús celebró la Pascua por última vez con sus discípulos: fue Cuando era la hora. Ni antes ni después.
No te desesperers por el cumplimiento de las promesas de Dios. Llegará en el momento exacto, de acuerdo al plan perfecto de Dios. Dios no llega tarde ni pierde el control, puedes estar seguro de eso.
Considera aquel momento tan solemne. Satanás ya había entrado en Judas para inspirarlo en su traición (Lucas 22:1-6). Los apóstoles no lo percibían, pero aquel era un momento muy especial.
De la misma manera, nosotros seguimos desarrollando nuestras vidas como si nada ocurriera, como si cada día fuera “uno más”, sin importancia, sin destaque. Sin embargo, más allá de lo que nosotros podemos percibir, la batalla espiritual y el desarrollo de los planes de Dios siguen su curso.
Nosotros también vivimos en un momento profético y espiritual muy delicado. No podemos descuidar nuestro caminar con Dios.
El Maetro se sienta a la mesa y les expresa a sus discípulos lo especial que es para Él aquel momento.
“¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!”
Las palabras que les dirige parecen normales y dentro de lo esperado al comienzo. Jesús había anticipado la celebración de la Pascua. ¡Claro! Así como nosotros podemos anticipar la celebración de Acción de Gracias o Navidad con nuestra familia. ¡Sí!
Pero Jesús agrega: “...antes que padezca”.
¿Habrán prestado atención sus discípulos a aquella frase y a lo que el Maestro estaba anunciando? ¡Aquella misma noche todo iba a cambiar!
Tú no sabes lo que va a suceder mañana, o dentro de media hora. Pero Dios sí lo sabe, lo anticipa, se prepara (y te prepara).
Eres parte del plan de Dios. Por favor, ¡despiértate! Busca a Dios de todo corazón y deja que te llene de la santa preparación para lo que tengas que experimentar de ahora en adelante. Dios está obrando, y tú eres parte de su plan.
Jesús mira con anhelo hacia aquel momento en el que nos sentaremos a la mesa con Él.
“Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios”.
A esa cena hemos sido invitados también todos los que creemos en Jesús. El Maestro no dijo que no celebraría nunca más la Pascua. Anunció que la siguiente vez que la celebrara sería en el Reino, en lo que conocemos como la Cena de Bodas del Cordero.
Anhela aquel momento. Va a ser especial. Dios te ha invitado a aquella celebración. Dios, que no miente, lo ha anunciado y se cumplirá.
17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
17 Luego tomó en sus manos una copa de vino y le dio gracias a Dios por ella. Entonces dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Pues no volveré a beber vino hasta que venga el reino de Dios».
17 Y tomando una copa, después de haber dado gracias, dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes;
18 porque les digo que de ahora en adelante no beberé del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios».
Observarás que en este relato, en el evangelio de Lucas, el Maestro toma dos veces la copa e invita a los discípulos a compartirla.
Aquella fue una larga comida compartida. Lo que conocemos como “La institución de la Cena del Señor” ocurre hacia el final, pero la cena tuvo diferentes momentos.
Jesús toma la copa y da gracias: “¡Gracias, Dios eterno por el fruto de la vid y por esta celebración delante de tu presencia!”.
¿Ya nunca más bebería Jesús el vino con sus discípulos?
El Maestro anuncia que hay un futuro, hay un plan, hay una obra de Dios por delante, y hay promesas por cumplir.
Jesús promete beber del fruto de la vid cuando venga el Reino, cuando suceda su Segunda Venida y se reúna con sus discípulos para siempre.
19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
19 Tomó un poco de pan y dio gracias a Dios por él. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: «Esto es mi cuerpo, el cual es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí».
19 Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: «Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí».
Dado (entregado) por ustedes
Una de las maneras más claras de expresar amor es dar.
Seguramente recuerdes cuando alguien te dió algo que resultó ser muy especial para ti.
Todavía recuerdo aquel momento en mi niñez cuando mis padres me dieron mi primera bicicleta. Fue especial, y representó muchos momentos de mi niñez que dejaron memorias que todavía guardo en mi corazón.
Recuerdo un compañero del seminario que me dió un libro. Era un libro usado, un léxico griego que yo no hubiera podido comprar. ¿Me quejé porque no fuera nuevo? No. Lo atesoré con todo mi corazón y aún hoy recuerdo aquella dádiva. Me sentí amado, atendido.
La Biblia expresa el amor de Dios de esta manera:
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Durante aquella cena de Pascua, Jesús se refirió a la dádiva de Dios.
23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Así como lo hizo con la copa, Jesús toma el pan y agradece. ¿No te parece interesante? Nosotros por lo general agradecemos una sola vez por los alimentos, y en general, por comida y bebida. Jesús lo hizo dos veces.
Pero Jesús estaba estableciendo un recordatorio especial para godos nosotros, algo que quedaría en la memoria colectiva de la iglesia hasta su Segunda Venida.
Imagina ese momento en que el Maestro, luego de dar gracias, parte el pan. Lo imagino mirándolo fijamente, viendo más allá del pan.
“Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado...”
Jesús miraba el pan, pero veía su cuerpo, su cuerpo entregado a la muerte por ti.
El cuerpo de Jesús fue maltratado. Fue azotado, herido profundamente, rasgado, golpeado con saña, atravesado, se hizo derramar su sangre.
...por vosotros...
Sí, fue por ti.
La palabra “dado” en este pasaje es εὐχᾰριστέω, una “buena gracia”. Tú sabes que le llamamos “gracia” a las cosas que Dios nos da sin que las merezcamos. Esta es todavía una gracia especial, una “buena”.
A Jesús nadie le quitó su cuerpo, no se lo arrebataron para lastimarlo, maltratarlo y matarlo. El cuerpo de Jesús fue entregado.
Así como Dios le había enseñado al pueblo de Israel a ofrecer corderos en sacrificio por el pecado, así fue entregado el Hijo de Dios, para que nosotros fuéramos perdonados.
Recibe, por favor, esta máxima expresión del amor de Dios.
Jesús está hablando de la cruz, donde los despojos de su cuerpo fueron expuestos públicamente, a la vista y el conocimiento de toda la humanidad de todas las épocas, para la redención de todos los que creen en Él.
El Maestro estableció aquel gesto, el de partir el pan y compartirlo como una familia, como un recordatorio para todas las edades, hasta su Venida.
“...haced esto en memoria de mí”.
Hoy lo volvemos a hacer recordándolo a Él, en su honor, en obediencia a su mandato.
Lo hacemos recordando la cruz, su sacrificio, su entrega.
4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
4 Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades
y soportó nuestros dolores,
pero nosotros lo consideramos herido,
golpeado por Dios, y humillado.
5 Él fue traspasado por nuestras rebeliones,
y molido por nuestras iniquidades;
sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz,
y gracias a sus heridas fuimos sanados.
6 Todos andábamos perdidos, como ovejas;
cada uno seguía su propio camino,
pero el Señor hizo recaer sobre él
la iniquidad de todos nosotros.
4 Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó;
fueron nuestros dolores los que lo agobiaron.
Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios;
¡un castigo por sus propios pecados!
5 Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones
y aplastado por nuestros pecados.
Fue golpeado para que nosotros estuvieramos en paz,
fue azotado para que pudiéramos ser sanados.
6 Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas;
hemos dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros.
Sin embargo, el Señor puso sobre él
los pecados de todos nosotros.
4 Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades,
Y cargó con nuestros dolores.
Con todo, nosotros lo tuvimos por azotado,
Por herido de Dios y afligido.
5 Pero Él fue herido por nuestras transgresiones,
Molido por nuestras iniquidades.
El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él,
Y por Sus heridas hemos sido sanados.
6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas,
Nos apartamos cada cual por su camino;
Pero el Señor hizo que cayera sobre Él
La iniquidad de todos nosotros.
20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
20 De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.
20 Después de la cena, tomó en sus manos otra copa de vino y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, un acuerdo confirmado con mi sangre, la cual es derramada como sacrificio por ustedes.
20 De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes.
Ya sabes que Dios te ha buscado. Dios ha tenido interés en ti, te ha visto, conoció tu quebrantamiento y el horrendo futuro que te esperaría si Él no interviniera.
Y vino a tu rescate.
Cuando Dios quiso expresarnos su amor, nos llamó a establecer un pacto con Él. Ese pacto, ese convenio salvador, fue sellado con la sangre de Jesús. Y es representado por la copa en la Cenal del Señor.
Imagina por un momento a Jesús elevando aquella copa, mirándola, y viendo más allá de ella.
Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
Poco sabían aquellos discípulos que lo vieron elevar aquella copa lo que ocurriría aquella misma noche y al día siguiente.
Dios quiso establecer un pacto con todos los que reconocieran a su Hijo, lo recibieran y se comprometieran con Él por la fe.
¿Eres tú una de esas personas que se han tomado de la mano de Jesús y que no se van a apartar de Él hasta estar en su presencia?
Dios estableció con sus hijos un nuevo convenio, aquel del que habló por medio del profeta Jeremías:
31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.
En el color del vino que llenaba aquella copa, Jesús vio su propia sangre, que sería derramada por tí y por mí.
Esa sangre selló el pacto que Dios hizo con nosotros.
Hubo un pueblo, Israel, que para nuestro beneficio incumplió el pacto que Dios hizo con Él. Nosotros somos llamados a un pacto con Dios, un pacto que implica abandonarlo todo con tal de seguir a Jesús. No seamos, nosotros también incumplidores de este pacto.
Celebremos la Cena del Señor siendo conscientes de lo que hacemos.
23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
23 Yo recibí del Señor lo mismo que les transmití a ustedes: Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este pan es mi cuerpo, que por ustedes entrego; hagan esto en memoria de mí.» 25 De la misma manera, después de cenar, tomó la copa y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que beban de ella, en memoria de mí.» 26 Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga.
23 Pues yo les transmito lo que recibí del Señor mismo. La noche en que fue traicionado, el Señor Jesús tomó pan 24 y dio gracias a Dios por ese pan. Luego lo partió en trozos y dijo: «Esto es mi cuerpo, el cual es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí». 25 De la misma manera, tomó en sus manos la copa de vino después de la cena, y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, un acuerdo confirmado con mi sangre. Hagan esto en memoria de mí todas las veces que la beban». 26 Pues, cada vez que coman este pan y beban de esta copa, anuncian la muerte del Señor hasta que él vuelva.
23 Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan,
24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es Mi cuerpo que es para ustedes; hagan esto en memoria de Mí».
25 De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; hagan esto cuantas veces la beban en memoria de Mí».
26 Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga.