EL CIELO - Moradas eternas
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Transcript
De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas.
La noche antes de que Jesús fuera crucificado, les dijo a Sus discípulos que les dejaría y que no podrían ir con Él (Juan 13:33).
Pedro preguntó a dónde iba y por qué ellos no podían ir con Él, y Jesús les aseguró que le seguirían eventualmente (Juan 13:36-37).
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Este dicho de Jesús ha confundido a muchos por la traducción de la Versión King James de las palabras "casa" y "mansiones". La palabra griega traducida "casa" significa "una morada", literalmente o en sentido figurado y, por ende, "una familia". La palabra traducida "mansiones" o "moradas" significa literalmente "el acto de permanecer o residir".
Así que, uniendo estas palabras griegas, Jesús está diciendo que en la casa de Dios (el cielo) habrá muchas personas en la familia de Dios permaneciendo todos juntos. Dentro de la casa celestial de Dios, los cristianos vivirán en la presencia del Señor. Esto es muy diferente de la idea de filas de mansiones en calles de oro, que es la imagen que muchas personas tienen de lo que Jesús estaba diciendo.
Jesucristo prepara un lugar en el cielo para los Suyos, quienes han venido a Él en fe, y el Espíritu Santo prepara a los redimidos en la tierra para su lugar en el cielo.
Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano.
El texto nos dice que habrá “una gran multitud, la cual nadie podía contar” todos de pie ante el trono de Dios. Aquí, nuevamente, las imágenes son de multitudes juntas, no viviendo por separado en diferentes mansiones.
De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas.
Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial,
porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos.
Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas.
Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor.
Vivimos por fe, no por vista.
Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor.
Así mismo hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero el esplendor de los cuerpos celestes es uno, y el de los cuerpos terrestres es otro.
Uno es el esplendor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas. Cada estrella tiene su propio brillo.
Así sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se siembra en corrupción, resucita en incorrupción;
lo que se siembra en oprobio, resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucita en poder;
se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual.
Así está escrito: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente»; el último Adán, en el Espíritu que da vida.
Fíjense bien en el misterio que les voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados,
en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados.
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.
Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza.
¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él.
Conforme a lo dicho por el Señor, afirmamos que nosotros, los que estemos vivos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera nos adelantaremos a los que hayan muerto.
El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre.
pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;
no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Filipenses 1:23 (NVI)
Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor,