El fuego de Dios - Ministros de fuego
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Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego.
Que hace de los vientos sus mensajeros, Y de las flamas del fuego sus ministros.
Prendiendo fuego el ministerio
Prendiendo fuego el ministerio
Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos.
El verbo anazopureín (aná, de nuevo, zo, vida, pur, fuego) significa aquí atizar el fuego, especialmente soplando, a fin de que lo que son como carbones encendidos, pero más o menos ocultos bajo la ceniza del miedo o de la indolencia, se manifiesten en llamarada que calienta e ilumina
Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los ancianos te impusieron las manos.
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.
En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
Había sido instruido en el camino del Señor, y con gran fervor hablaba y enseñaba con la mayor exactitud acerca de Jesús, aunque conocía sólo el bautismo de Juan.
Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento ni sabiduría.
Quemados por el fuego del servicio
Quemados por el fuego del servicio
Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.
Y aunque mi vida fuera derramada sobre el sacrificio y servicio que proceden de su fe, me alegro y comparto con todos ustedes mi alegría.
Mi vida ha sido un continuo ir y venir de un sitio a otro; en peligros de ríos, peligros de bandidos, peligros de parte de mis compatriotas, peligros a manos de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar y peligros de parte de falsos hermanos.
He pasado muchos trabajos y fatigas, y muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed, y muchas veces me he quedado en ayunas; he sufrido frío y desnudez.
Y como si fuera poco, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias.
¿Cuando alguien se siente débil, no comparto yo su debilidad? ¿Y cuando a alguien se le hace tropezar, no ardo yo de indignación?
Si me veo obligado a jactarme, me jactaré de mi debilidad.
El Dios y Padre del Señor Jesús (¡sea por siempre alabado!) sabe que no miento.
Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso.
CONCLUSIÓN:
CONCLUSIÓN:
Por amor a Sión no guardaré silencio, por amor a Jerusalén no desmayaré, hasta que su justicia resplandezca como la aurora, y como antorcha encendida su salvación.