Seamos la iglesia
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¿Cómo nació y se desarrolló la iglesia?
1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Hubo un grupo de personas que fueron fieles a Jesús durante su ministerio y lo siguieron dondequiera que fuere. Cuando llegó el momento de su arresto, juicio y crucifixión fueron conmovidos por los acontecimientos, pero mayormente quedaron juntos.
La Biblia nos relata que luego de la resurrección y los cuarenta días en que Jesús se les apareció vivo a continuación de esta, luego de la ascensión, unos 120 discípulos permanecieron unidos, apoyándose unos a otros.
15En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número) (Hechos 1:15)
Había más, pero alrededor de ese número estuvieron presentes en aquella ocasión allí en Jerusalén.
¿Qué pasó, entonces, luego de la ascensión? Diez días después, el día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado sobre la iglesia.
¿Quién era la iglesia en ese momento? Aquellos 120, es decir, los 12 apóstoles y esos otros discípulos que insistían en identificarse con Jesús y unos con los otros.
De manera que sobre ellos fue derramado el Espíritu Santo y experimentaron el viento recio, las lenguas como de fuego repartidas sobre cada uno, y el testimonio en diferentes idiomas, tal como el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:1—4).
I. Dios pone en movimiento la iglesia
I. Dios pone en movimiento la iglesia
Ese día, el apóstol Pedro se puso de pie ante la multitud que se reunió a consecuencia del estruendo y el evento, y les predicó el primer mensaje evangelístico de la iglesia. Como resultado, hubo personas que creyeron en Jesús. Esto fue lo que sucedió:
41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. 42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
41 Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. 42 Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración.
41 Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.
42 Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor), y a la oración.
41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas.
42 Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
Debemos prestar atención a las palabras utilizadas en este pasaje:
Algunos de los que escucharon recibieron la palabra.
Algunos de los que escucharon recibieron la palabra.
Pedro predicó y no todos creyeron. Los predicadores hemos experimentado esto muchas veces. Pero un cierto número sí recibió la Palabra. ¿Qué quiere decir esto? Escucharon con atención, entendieron lo que se les explicaba y creyeron.
Los que recibieron la palabra fueron bautizados.
Los que recibieron la palabra fueron bautizados.
Esto era algo que los discípulos habían aprendido durante el ministerio de Jesús, y aún durante el ministerio de Juan el Bautista. Los que creían se identificaban con su Salvador y expresaban su fe por medio del bautismo. Los que se bautizaban anunciaban de esa manera que ellos también habían creído en Jesús y lo habían recibido como su Salvador, tal como aquellos que los bautizaban.
Los que creyeron y fueron bautizados, fueron añadidos.
Los que creyeron y fueron bautizados, fueron añadidos.
El pasaje incluso nos da una estimación del número de personas que fueron añadidas aquel día a la iglesia, unos tres mil. ¿A qué se refiere con que fueron añadidos? Aquellas personas, a partir de aquel día, empezando con aquel momento en que creyeron en Jesús y fueron bautizados, fueron contados como parte de la iglesia. Ya no eran solamente los primeros 120; ahora eran los 3120. A veces podemos enfatizar lo poderoso del milagro ocurrido en Pentecostés, el viento recio, las lenguas de fuego, los idiomas en los labios de los discípulos. Sin embargo, el verdadero milagro, el poderoso milagro, fue el de los aproximadamente tres mil que creyeron en Jesús, lo recibieron como Salvador y Señor, y empezaron a caminar con Él a partir de aquel día. Ese fue el verdadero y poderoso milagro de aquel día.
II. La obra de Dios en su iglesia
II. La obra de Dios en su iglesia
El versículo 42 nos señala algunas cosas que sucedieron espontáneamente en aquel grupo de personas a partir de aquel momento. Es aquí donde vemos el surgimiento e inicio del desarrollo de la iglesia:
1. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, …
1. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, …
La mayoría de estas personas no habían escuchado todas las enseñanzas de Jesús a lo largo de los tres años de su ministerio. Los apóstoles sí, habían escuchado atentamente, habían absorbido lo que Jesús había enseñado, y ahora estaban listos para repetirlo, para enseñarlo a otros. Aquellas personas se reunirían para escuchar aquella δῐδᾰχή (aquella enseñanza, RVR60 lo traduce como “doctrina”), para ser ahora ellos quienes la retendrían para luego enseñarla a otros. De hecho los estudiosos dicen que las notas de aquel contenido fueron lo que llegó a constituir el “protoevangelio”, la semilla de la que luego surgieron los evangelios que hoy leemos en el Nuevo Testamento. En resumen, aquellas personas se reunían a escuchar la enseñanza de los apóstoles, lo que ellos habían escuchado de boca del propio Maestro.
2. …en la comunión unos con otros, …
2. …en la comunión unos con otros, …
Algo que también surgió espontáneamente en aquel grupo fue la relación que establecieron entre ellos. Surgió entre ellos la comunión, la κοινωνία (ese tipo de relación diferente y especial que a partir de entonces se produce entre aquellos que tienen en común la fe en Jesús). Sí, es una relación diferente. Entre los cristianos se pueden producir amistades, sociedades, y demás, pero la comunión es algo diferente, algo que no se produce en las relaciones comunes y corrientes que se establecen en el mundo sin Cristo. Este tipo de relación es tan importante que si no se llega a producir, el creyente tiene que analizar su fe y su caminar con el Señor. Los cristianos experimentamos comunión unos con otros, una forma especial de acercamiento, comunicación y apoyo mutuo.
3. …en el partimiento del pan…
3. …en el partimiento del pan…
Los discípulos de Jesús partían el pan. ¡Qué novedad! Es decir, si comían pan tenían que partirlo, ¿no es así? Sí, pero esta frase, el partimiento del pan, es una referencia a lo que a partir de entonces se convirtió en ceremonia. Había sido una comida compartida aquella última Pascua que los apóstoles habían compartido con Jesús, y justamente durante esa comida el Maestro les enseñó aquello de lo que les ordenó que volvieran a hacer para representar su sacrificio, el partimiento de su cuerpo y el derramamiento de su sangre. Es lo que hasta hoy conocemos como la celebración de la Cena del Señor. Los apóstoles pudieron enseñarles a aquellas personas que aquello era lo que el Señor les había ordenado. Así que esta celebración tiene un alto contenido de obediencia, es lo que se hace porque Jesús ordenó que así se hiciera, y representa un anuncio poderoso para todo el que lo pueda recibir (“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.” 1 Corintios 11:26). Los discípulos que creyeron volvían a anunciar la muerte del Señor y su Segunda Venida. Así como se habían bautizado en obediencia a la enseñanza del Maestro (Mateo 28:19, 20), de la misma manera le obedecían celebrando la Cena del Señor.
4. …y en las oraciones.
4. …y en las oraciones.
Los nuevos discípulos, junto con los que ya creían antes de la resurrección, oraban. Compartían espontáneamente momentos de oración, oraban unos por los otros, oraban por su comunidad, por la misión que tenían que llevar a cabo. Oraban por nosotros, los que habríamos de creer de allí en adelante. No solamente oraban: perseveraban en ello. Es decir, no dejaban de hacerlo. Insistían delante de Dios llevándole sus cargas, preocupaciones, desafíos y preguntas.
Así que aquellos hombres y mujeres escucharon hablar de Jesús, hasta tal vez algunos fueron testigos de alguna de sus enseñanzas o uno de sus milagros, y espontáneamente se reunieron para seguir hablando, pensando y orando en el nombre de Jesús, a quien reconocieron como su Salvador y Señor.
Las cosas no solamente fueron diferentes para ellos, sino para toda su comunidad.
43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
43 Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles.
43 Un profundo temor reverente vino sobre todos ellos, y los apóstoles realizaban muchas señales milagrosas y maravillas.
43 Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales se hacían por los apóstoles.
La iglesia, desde su comienzo, conforme al plan de Dios, tiene un impacto en la comunidad.
Esto me lleva a preguntarme qué clase de impacto está produciendo nuestra iglesia, aquella con la que me congrego, en la comunidad que nos rodea. ¿Hay un impacto?
Cabe aclarar que el impacto que se produjo en aquel momento no tiene que ver con lo que “la iglesia” propiamente hubiera hecho, sino con lo que Dios estaba haciendo. La gente todavía estaba impactada por:
El evento del viento recio, las lenguas repartidas como de fuego, la proclamación en diferentes idiomas. Era evidente que “algo especial” estaba sucediendo con aquel grupo, y la comunidad lo reconocía.
Lo que la gente siente, propiamente, es temor. Ese temor es el producto de la presencia y el poder de Dios presentes entre los humanos. Ha sucedido a lo largo de toda la historia. Basta recordar la experiencia de Moisés en el monte, y el sentimiento del pueblo que lo rodeaba. Cuando Dios manifiesta su presencia entre sus hijos, hay temor.
El versículo habla de maravillas y señales hechas por los apóstoles. Sí, es una referencia a los milagros que fueron hechos en aquellos días, muchos de los cuales no se encuentran descritos aquí. Los milagros producen temor, ese que brota en el corazón cuando uno experimenta algo para lo que no encuentra explicación, o que solo se puede explicar por la intervención de Dios. Las maravillas y señales pueden ser, en muchas ocasiones, el resultado de la oración, algo que el versículo anterior menciona que los discípulos perseveraban en practicar.
Pero mientras esto impactaba así a la comunidad, la congregación de los hijos de Dios reaccionaba así:
44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
44 Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: 45 vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. 46 No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, 47 alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.
44 Todos los creyentes se reunían en un mismo lugar y compartían todo lo que tenían. 45 Vendían sus propiedades y posesiones y compartían el dinero con aquellos en necesidad. 46 Adoraban juntos en el templo cada día, se reunían en casas para la Cena del Señor y compartían sus comidas con gran gozo y generosidad, 47 todo el tiempo alabando a Dios y disfrutando de la buena voluntad de toda la gente. Y cada día el Señor agregaba a esa comunidad cristiana los que iban siendo salvos.
44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común;
45 vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno.
46 Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
47 alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos.
Este pasaje abre todo un nuevo panorama de lo que sucedió con aquella primera iglesia de la historia. Al mismo tiempo, nos lanza el desafío no solamente de imitarlos sino de experimentar lo que a ellos les sucedió, lo que sintieron, lo que los motivó para actuar como lo hicieron.
5. Todos los que habían creído estaban juntos…
5. Todos los que habían creído estaban juntos…
Estaban juntos. Nadie se los impuso. No se apegaron a una cierta lista de requisitos indispensables para ser la iglesia. Solamente experimentaron la necesidad de estar juntos y actuaron conforme a esa necesidad. ¿Qué es lo que motiva a los cristianos a “estar juntos” hoy en día? ¡Hay personas que van a la iglesia como una forma de entretenimiento! Necesitamos recuperar aquella necesidad que motivó a los primeros cristianos a acercarse unos a otros. No necesitamos personas que participen en las actividades de la iglesia por “lo que digan los demás”. Necesitamos necesitarnos.
6. …tenían en común todas las cosas…
6. …tenían en común todas las cosas…
Uno de mis profesores de historia en secundaria repetía esta afirmación: “El primero que le puso límites a una porción de tierra y dijo ‘Esto es mío’ fue el primero en crear discordia”. De esa manera se refería a la forma en que el individualismo, o el egocentrismo, han desarrollado las distancias y aún la violencia entre las personas. Aquellos primeros cristianos no reclamaban ser propietarios de nada. Simplemente compartían. Si alguien lo necesitaba, que lo utilizara. Eso es lo que sucede en las familias, ¿no es así? Esta actitud representa una renuncia al reclamo de derechos para edificar la comunidad, en este caso la iglesia. Hoy en día, muchas veces nos aferramos desmedidamente al reclamo de que esto o aquello “es mío”, cuando podríamos aplicar más el llamado a compartir lo nuestro.
7. …vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
7. …vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
¿Podemos estar de acuerdo en que esta también fue una obra del Espíritu Santo en las vidas de aquellas personas? A veces parecemos concentrarnos tanto en los milagros espectaculares y llamativos que perdemos de vista la importancia de obras de Dios cómo esta. Aquellos discípulos no permitían que ninguno de los suyos pasara necesidad. Hoy en día, en demasiadas ocasiones no nos enteramos de lo que necesita el hermano o la hermana. Estamos muy ocupados haciendo lo que consideramos importante y se nos pasa por alto la necesidad del otro. Tenemos que aprender de estos cristianos, quienes tomaron la iniciativa de hacer algo, renunciando a lo suyo, con tal de ayudar a otro. Juan nos diría que no amemos de palabra, sino de hecho y en verdad (1 Juan 3:16–18). Elevemos nuestra mirada, consideremos a quienes nos rodean, perdamos la vergüenza de compartir nuestra pobreza o nuestras limitaciones. ¡Abandonemos ya la soberbia! Dejemos de creernos héroes si ayudamos. ¿Podremos sentir todavía hoy en día ese llamado del Espíritu a dar de lo nuestro para que a otro no le falte?
8. …perseverando cada día en el templo…
8. …perseverando cada día en el templo…
Hay en esta frase dos verdades que necesitamos considerar seriamente:
a. Los cristianos expresaban públicamente sus convicciones y su búsqueda de Dios.
Iban al templo, como la mayoría de los que los rodeaban. Podríamos decir que participaban de las actividades de “otra iglesia” u “otra religión”. Lo interesante es que ellos no reconocían esa diferenciación. Ellos simplemente buscaban a Dios. Perseveraban en ello. No faltaban al momento en el que se oraba a Dios, por más que fuera un rabino fariseo el que dirigiera la oración. No se perdían la lectura de la Palabra, sin importar quien lo hiciera. ¡Tenemos tanto que aprender de ellos! En nuestro tiempo tenemos que seguir expresando públicamente y sin avergonzarnos nuestra fe. Sí, lo hacemos al asistir semanalmente a las actividades de nuestra iglesia, aunque existan personas a las que eso pareciera molestarles. No nos avergoncemos de expresar públicamente nuestra fe.
b. Los cristianos se reunían todos los días.
¡Qué fastidio! ¿Todos los días? ¿Es que no tenían nada que hacer? Sí, tenían. Y tenían familias que atender, pero también como familia no se perdían de participar de su búsqueda de Dios juntos. Los hijos de Dios deben reunirse, pero en ninguna parte dice que eso está limitado a los domingos, o a cierto día de la semana. Los discípulos de Jesús tenemos que reunirnos, cuanto más frecuentemente mejor. No te canses de ver el rostro de tus hermanos. Al contrario, es mejor que nos habituemos a compartir más y más momentos y actividades con ellos.
9. …y partiendo el pan en las casas…
9. …y partiendo el pan en las casas…
Ya fue expresado que el partimiento del pan era algo en lo que aquellos cristianos perseveraban. Es una referencia a la celebración de la Cena del Señor, pero al comienzo de la historia de la iglesia eso también representaba una comida compartida, tal como lo era la cena de Pascua para los judíos. Espera, pero, ¿dónde lo hacían? …en las casas… ¿No es un poco irreverente que no celebraran la Cena del Señor y la comunión entre los hijos de Dios fuera de un lugar sagrado? No. Los que se acercan a Dios lo tienen que hacer en espíritu y en verdad, como lo enseñó el Maestro (Juan 4:23, 24), y eso no depende del lugar físico donde eso ocurra. Las casas, los hogares donde viven los hijos de Dios, son un lugar más que apropiado para compartir y celebrar como iglesia.
10. …comían juntos con alegría y sencillez de corazón…
10. …comían juntos con alegría y sencillez de corazón…
Una vez más, por si no había quedado claro lo anterior, los discípulos de Jesús compartían los alimentos, literalmente comían juntos. Se nos especifica aquí la actitud, el sentir con el que lo hacían. Allí no había fingimientos, falsa piedad o conveniencias. Simplemente comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Se reían juntos, se abrazaban, se contaban historias, compartían sus preocupaciones y dificultades, desarrollaban sus vidas compartiéndolas con los demás. Tenían menos protocolos que nosotros. Se veían más libres y eran profundamente espirituales. Tenemos que compartir más almuerzos y cenas juntos. ¿Siempre estaban todos juntos cuando hacían esto? No se especifica. Es probable que a lo largo de la semana se juntaran dos familias por aquí, tres por allá, unos diez aquí y unos cuatro allá. Pero los hijos de Dios compartían.
11. …alabando a Dios…
11. …alabando a Dios…
Es interesante que se haga mención de esto. Los cristianos alababan a Dios. ¡Qué bueno que lo sigamos haciendo hasta nuestros días! ¿Tocaban instrumentos de música? No dice. ¿Lo hacían siempre cantando? Tampoco lo menciona. Puede ser que lo hicieran celebrando la obra de Dios en sus vidas con sus testimonios. Sí, posiblemente también cantaran. Pero lo importante, más allá de la manera, era que alababan a Dios. Seamos cuidadosos. Hoy en día podríamos a veces cantar sin alabar, aplaudir sin poner nuestro corazón en la alabanza. Que no falte la alabanza a Dios en la iglesia de Jesucristo.
12. …teniendo favor con todo el pueblo.
12. …teniendo favor con todo el pueblo.
Los discípulos de Jesús ayudaban, no solamente a los miembros de su propia congregación sino a todos los que necesitaran algo. Ayudaban a todos. ¿A quiénes ayudamos nosotros? ¿Se caracteriza también la iglesia contemporánea en ayudar a la comunidad? Bueno, debería. No podemos vivir de espaldas a lo que sucede a nuestro alrededor. Debemos involucrarnos con las necesidades. ¿Significa eso que la iglesia está obligada a ser la organización de beneficencia de la comunidad? No, no tendría por qué ser la única. Simplemente los hijos de Dios no pueden pasar junto a alguien sin ayudar, como sucedió con el buen samaritano. Extendamos nuestras manos a los necesitados a nuestro alrededor.
13. …el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
13. …el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
La labor evangelística era, desde el mismo comienzo, la razón de ser de la iglesia. La iglesia siempre ha sido, es y será, la cumplidora de la Gran Comisión. Los discípulos de Jesús de todas las épocas son llamados a ser testigos de la resurrección, portadores del mensaje del evangelio para todas las personas. Sin embargo, observa como aquí se expresa claramente que era el Señor quien añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. Sí, la Gran Comisión es la definición de nuestra misión, y debemos llevarla a cabo con fidelidad. Pero quien hace la obra, realmente y en sentido práctico, es el propio Señor. La iglesia se reunía espontáneamente, compartían, alababan, oraban juntos, se educaban en la Palabra. Y Dios añadía a los que recibían el mensaje de salvación. No se trata de que llevemos adelante nuestros propios planes para la evangelización del planeta, sino de que seamos sensibles a la dirección de Dios y obedientes, para que Él haga su obra por medio de nosotros. Alcanzar al mundo para Cristo nunca ha sido ni será “nuestra labor”, independientes de la intervención de Dios, sino que dependemos de Él para hacer lo que tenemos que hacer. Seamos la iglesia, siendo obedientes a la dirección y obra del Espíritu en nuestras vidas, y Dios va a añadir a la iglesia a los que serán salvos, hasta que Cristo regrese.
Conclusión:
¿Qué significa todo esto en cuanto al desarrollo de la iglesia hoy en día?
De alguna manera tenemos que volver a las bases, recuperar la frescura, romper con la rigidez que a veces nos endurece el alma.
Necesitamos volver a reunirnos porque nos hacemos falta.
¿Tiene que haber un contenido espiritual cada vez que nos reunamos? No necesariamente, pero sí en muchas ocasiones. De hecho los “contenidos espirituales” tendrían que dejar de ser algo preparado y estructurado para transformarse en nuestra forma de comunicación habitual.
Tenemos que trascender los límites del templo y las instalaciones “de la iglesia”. Debemos reunirnos más en las casas y así compartir más de nuestras vidas.
Debemos ser más sensibles y conscientes ante las necesidades de nuestra familia espiritual.
Si hace falta que alguien venda o entregue algo de eso que considera “propio” para ayudar a otro, ¡bienvenido sea!
No debemos dejar de alabar a Dios, con las canciones, las oraciones, la obediencia, la comunión unos con los otros.
No debemos parar de expresar públicamente nuestras convicciones. Lo debemos hacer tanto pública como privadamente.
Tenemos que impactar a la comunidad que nos rodea. Para ello, debemos ser sensibles a las necesidades de los que nos rodean, aunque no sean cristianos, sin esperar aplausos o reconocimientos. Y también nos deben conocer por no dejar de anunciar la salvación en Jesús.