LAS CONSECUENCIAS EN EL EDÉN

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INTRODUCCIÓN

Todo ser humano, sin excepción alguna, experimenta dolor y caos en su vida. Es cierto, algunos más que otros, pero en cierta medida, todos experimentamos la tragedia, la pérdida, el dolor, la vergüenza, y sin importa nuestra creencia religiosa, creo que todos los seres humanos podemos estar de acuerdo en que este mundo no funciona como debería.
Solo tiene leer las noticias por menos de cinco minutos, y con solo leer los titulares, podrá darse cuenta que el mundo está cada vez peor. Sí, hay algunas buenas noticias, algunos eventos sobre los que nos podemos alegrar, pero la gran mayoría de las noticias son sobre los problemas que suceden constantemente en el mundo. Conflictos bélicos, conflictos políticos internos en cada país, injusticias sociales, conflictos interpersonales, e incluso, en esta era moderna, se hacen mucho más evidente los conflictos que tenemos con nosotros mismos.
Por si esto fuera poco, no faltan las noticias sobre los desastres naturales, como las recientes inundaciones en Pakistán, por ejemplo. Las enfermedades, siempre hay un virus nuevo que amenaza nuestra vida, el COVID, la viruela del mono; recientemente en Argentina hubo tres casos de una neumonía misteriosa que mató a tres personas.
Mire la economía, por ejemplo, constante altos y bajos. Mire las empresas, uno de los problemas que siempre hay en las empresas es el problema de la comunicación. No importan dónde usted mire, siempre encontrará conflicto, dolor y angustia
Y uno puede llegar a pensar que esto solo afecta a algunos, pero la verdad es que no, el dolor, la angustia y los conflictos llegan siempre de una manera u otra, sino pregúntele a Piqué y a Shakira. Todos, de alguna forma, sufrimos en un mundo que claramente no funciona como debería.
La pregunta es, ¿por qué? ¿Cómo es que el paraíso de Adán y Eva se convirtió en el caos en el que vivimos ahora? ¿Por qué hay maldad? ¿Por qué hay muerte, dolor y sufrimiento?
La Biblia nos da sin duda alguna la explicación de todo esto en el libro de Génesis.
En el último sermón de esta serie, vimos cómo la serpiente engañó a Eva para que desobedeciera a Dios, prometiéndole mayor gozo, placer y estatus del que ya tenía. La mujer, a su vez, dio de comer a Adán quien participó en la desobediencia a Dios. Ambos pecaron trayendo consecuencias terribles para toda la creación. Esto es lo que veremos hoy en nuestro texto.
Génesis 1 y Génesis 2 nos muestran cómo Dios creó un mundo perfecto, con seres humanos perfectos con el propósito de mostrar su gloria y poder por medio de ellos. El testimonio de la Escritura que vemos en Génesis 1:31 “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.”. El Señor hizo todas las cosas buenas, y esto incluye al árbol del cual Adán y Eva no debían comer, para mayor detalle sobre este tema pueden ver los otros sermones de la serie de Génesis.
Sin embargo, todo este universo perfecto no es el que nosotros experimentamos en la actualidad, y es por esta razón que Génesis 3 es vital para nuestro entendimiento de la realidad humana.
Génesis 3 es la narrativa más trágica en la historia de toda la humanidad. Si bien la humanidad ha sido testigo de momentos trágicos y tristes en toda la historia universal, nada se compara con lo ocurrido en Génesis 3. El momento en el que el ser humano desobedeció a su Creador, esclavizando a toda la raza al dominio del pecado. Todo lo que hemos descrito acerca de la experiencia humana es una consecuencia de lo que ocurrió en Génesis 3. Y éste es el argumento que vemos en el texto el día de hoy, y es el argumento que pretendo exponer hoy delante de vosotros, que el pecado siempre trae como consecuencia el dolor, la pérdida y el juicio.
Así que, les invito a que me acompañen a leer nuestro texto de hoy.
Lectura: Génesis 3:7-24.
Oración.

I. LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO - Génesis 3:7-10

El capítulo 3 de Génesis comienza narrando la conversación entre la serpiente y la mujer, en el que Satanás, bien sea habiendo poseído o encarnándose a sí mismo en forma de serpiente, engaña a Eva para que ésta coma del fruto, de a su marido y ambos caigan en desobediencia a su Creador. En los versículos del 1-6 leemos el diálogo que sostiene la astuta serpiente con la mujer, en el que cuestiona tanto la Palabra como el carácter bondadoso y generoso de Dios. Satanás persuade a Eva con sus mentiras para que ella crea que Dios ha mentido y su Palabra es verdad, y para que dude de las motivaciones e intenciones de Dios al proveerle de casi todo lo que necesita, pero dejando lo mejor sólo para Él.
La serpiente dice que Dios miente al decir que el Eva no moriría, y cuestiona el carácter de Dios al implicar que Dios sabe que Eva podría vivir mejor si comiera del fruto.
Todos conocemos cómo termina este diálogo. El hecho más lamentable y trágico de la historia de la humanidad lo encontramos en Génesis 3:6 “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.”
Adán y Eva, ambos, pecaron contra su Creador al preferir aliarse con Satanás y sus mentiras, que seguir bajo la bendición y provisión de su Sustentador en el Edén. Lo que no esperaban el hombre y la mujer era sentir tan inmediatamente los profundos y lamentables efectos de su desobediencia.
1. Primera consecuencia - La vergüenza: La primera consecuencia que se evidencia es la vergüenza o humillación. Cuando llegamos al v. 7, leemos cómo inmediatamente, las consecuencias del pecado se hicieron evidentes y palpables. Génesis 3:7 “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.”
No todo lo que la serpiente dijo era falso, entre tanta mentira dijo una cosa verdadera. Satanás había dicho a Eva que sus ojos serían abiertos cuando comieran del fruto. Esto es precisamente lo que ocurre en el v.7, los ojos de Adán y Eva son abiertos, pero contrario a lo que esperaban, en vez de ser abiertos a una realidad mucho mejor, lo único que conocieron fue la vergüenza, la desconfianza y el temor.
Satanás le había prometido a Eva que al comer del fruto, sus ojos serían abiertos, y entonces, sí sería una mujer completa, independiente y empoderada, en otras palabras, sería como Dios. Pero lo que leemos a continuación es algo completamente distinto.
El texto nos dice que inmediatamente, al ser abiertos sus ojos, en vez de ser como Dios, lo único que pudieron ver es que estaban desnudos. Se suponía que iban a abrir sus ojos para ser como Dios, pero lo único que sucedió es que se dieron cuenta de cuán frágiles y débiles eran. Quiero que me acompañen por un momento a Génesis 2:25 “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.” la palabra hebrea ערומימ (a-rum’mim) que describe la desnudez del hombre y la mujer en este pasaje, lo que describe en realidad es un estado de total fragilidad y debilidad, tanto que es considerado un estado de completa humillación. Y esto fue lo que vieron Adán y Eva. El pecado les prometió ser como Dios, pero lo único que sintieron fue la profunda humillación de verse en su fragilidad y debilidad.
Su inocencia es completamente deshecha. Es increíble el contraste que encontramos entre Génesis 2:25 y Génesis 3:7, en ambos casos se describe la vulnerabilidad pero con un enfoque completamente distinto, en Génesis 2 no se avergüenzan porque no hay ninguna amenaza contra esa vulnerabilidad, su relación era de una intimidad perfecta y sin límites; mientras en el capítulo 3, ya no pueden ni estar desnudos el uno frente al otro porque saben que esa debilidad puede ser usada en su contra.
2. Segunda consecuencia - La desconfianza: Es así como el hombre y la mujer comienza a experimentar la segunda consecuencia, la desconfianza. Ahora, conscientes de su vulnerabilidad, ya no pueden mantener la misma relación de intimidad que antes tenían. El hombre y la mujer deben ocultar el uno del otro esta desnudez, ahora deben protegerse el uno del otro.
Piense en algo, ¿por qué cree usted que hay contratos legales en nuestros tiempos? ¿Por qué es necesario tener todo por escrito y registrado? ¿Por qué aún las empresas están obligadas a grabar sus llamadas? Porque precisamente no podemos confiar en nadie. Lamentablemente, después de Génesis 3, la confianza entre los seres humanos ha quedado completamente afectada.
Solo piense en aquellas cosas que usted no cuenta a nadie, cosas que hace, sentimientos que tiene, pensamientos que vienen a su mente, pero que no puede compartir con nadie porque sabe que no puede confiar ni abrir su corazón con todo el mundo porque puede ser lastimado. Todos experimentamos esta falta de confianza.
Tuve la oportunidad de ver la materia de consejería bíblica en el seminario con el pastor Miguel Núñez, y una de las cosas que él siempre decía es que después de Génesis 3, no podemos confiar ni en nosotros mismos. Y es exactamente lo que experimentaron Adán y Eva después de comer el fruto. Ya no podían confiar el uno en el otro, y por lo tanto, debía ocultar su desnudez con hojas de higuera.
3. Tercera consecuencia - El temor: Ahora, es sorprendente la rapidez con la que el texto describe todos estos acontecimientos, ¿alguna vez ha estado en una montaña rusa? Es una experiencia abrumadora para muchas personas, puede que haya algunas personas que disfruten de la adrenalina, pero lo que quiero resaltar con esta ilustración es la rapidez con la que se experimentan tantas emociones en solo unos segundos producto de las subidas y bajadas bruscas que dan las montañas rusas.
Algo parecido nos está indicando el texto cuando nos lleva casi de manera tan apresurada por las consecuencias del pecado. En un momento Adán y Eva estaban en lo más alto, en la cúspide de la historia de la humanidad, y de repente, como si fuera una montaña rusa, ahora tan solo al dar un bocado al fruto, ahora rápidamente experimentan humillación, vergüenza, desconfianza y ahora temor.
La tercera consecuencia es el temor. Lea conmigo nuevamente Génesis 3:8 “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.”
Ahora bien, éste no es el temor reverente al que nos llama la Biblia. No es el temor que se produce por el gran respeto y admiración que produce Dios en nosotros. No es el temor que nos lleva a la obediencia porque reconocemos que Dios es Santo, perfecto, justo y merecedor de toda obediencia.
El temor que se describe en el v. 8, es el temor que produce la culpa, no la reverencia. Este temor es completamente diferente, el temor reverente nos lleva a acercarnos a Dios en humildad y confianza, el temor producido por la culpa nos lleva a ocultarnos de la presencia de Dios, como si en realidad pudiéramos. Lo triste de esto, es que el pecado alejó a Adán y Eva de aquel que solo procuraba su bienestar de verdad. Dios les había dado todo, Dios había sido completamente generoso con ellos, los había bendecido, les había dado dominio sobre todas las cosas, les había dado todo lo que necesitaban para estar completamente satisfechos, la pregunta es ¿quién quiere alejarse se alguien que te ama, te provee, te da todas las cosas que necesitas y satisface cada una de tus necesidades? ¿Cómo es que la voz de Dios que antes era una voz que recordaba cuán bondadoso había sido con su creación ahora se una amenaza para Adán y Eva a tal punto que sienten la necesidad de esconderse?
La respuesta está en el temor que se produce en una consciencia culpable.
Fíjense en lo que dice Adán a Dios en Génesis 3:9-10 “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.”
Pero, Adán y Eva no estaban desnudos en ese momento, el versículo 7 nos dice que habían cubierto su desnudez con hojas de higuera, el problema no estaba en su desnudez sino en la culpa que sentían en sus consciencias y que les llevaban a temer porque sabían que ya no eran inocentes, sabían que algo en ellos había cambiado para siempre, y que delante de un Dios Santo no tenían ninguna manera de ocultar su culpabilidad, ni siquiera con las hojas de higuera.

II. EL JUICIO POR EL PECADO - Génesis 3:11-19

Pero el pecado de Adán y Eva, no solo trajo consecuencias en las relaciones, sino que trajo como consecuencia el juicio de Dios por el pecado.
Lo que vemos a continuación es la investigación judicial que Dios hace, interrogando y cuestionando para sacar a la luz los hechos. Todas las preguntas en el texto, lejos de representar un conflicto con la doctrina de la omnisciencia de Dios son un argumento a favor de la justicia divina. Dios no pregunta porque no sepa lo que ha ocurrido, Dios pregunta para dejar bien claro que el juicio que está a punto de llevar a cabo es correcto, pues el ser humano en verdad ha desobedecido.
Es lo que dice el Salmo 51:4 “Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.”
En otras palabras, la confesión es necesaria no porque Dios no conozca los hechos, sino porque la confesión nos da testimonio de que el juicio divino es conforme a la verdad, la confesión sirve para darnos testimonio de que el juicio de Dios es correcto y justo.
De modo que, Dios comienza su interrogatorio para sacar a la luz los hechos. Interroga al hombre, y pregunta a la mujer para llevarlos a la confesión, y posteriormente ejerce el juicio. Una de las cosas curiosas de este interrogatorio es que cuando llega a la serpiente, no pregunta, sino que inmediatamente juzga. Veremos el juicio de Dios en algunas características que se repiten en los versículos del 11 - 19. De modo que no seguiremos la narrativa del texto, sino que veremos las categorías en las que se da el juicio de Dios en estos versículos, de esta manera aprovecharemos mejor el tiempo, de modo que, vemos el juicio de Dios en tres áreas:
Maldición: Cuando habla con la serpiente, lo primero que Dios hace es maldecirla (Génesis 3:14). La serpiente es descrita en Génesis 3:1 como la más astuta entre todos los animales, pero ahora será maldita entre todas las bestias. Dios la maldice, y la humilla condenándola a comer polvo por el resto de sus días.
Pero vemos también la maldición de la tierra por causa del pecado del hombre en Génesis 3:17, y la tierra que una vez era fructífera y llena de vida, ahora es maldecida y llena de caos.
El poeta anglicano del siglo XVI, John Milton, describió la escena en su poema “El Paraíso Perdido” de la siguiente forma: “La tierra se sintió herida; la Naturaleza conmovida hasta en sus cimientos, gime a a través de todas sus obras y anuncia por medio de señales de desgracia que todo estaba perdido”. Más adelante, en este mismo poema, escribe: “La tierra tembló hasta en sus entrañas, como si se renovasen sus tormentos y la Naturaleza lanzó un segundo gemido. El cielo se oscureció, dejó oír un trueno sordo y derramó algunas tristes lágrimas cuando se consumó el mortal pecado original”.
La tierra misma ha sido maldecida y sujeta a esclavitud, juzgada por la maldad del hombre. Amados, aún los desastres naturales son la consecuencia de la maldición sobre la tierra como juicio por el pecado de Adán. El mundo no funciona como debe por juicio divino sobre el pecado humano.
El diseño original de Dios había sido bendecido por él, pero por el pecado del hombre, la maldición de su juicio afecta a toda la creación.
Dolor: Pero vemos una segunda categoría de juicio, el dolor. Primero a la mujer, Dios la juzga multiplicando los dolores en sus preñeces. La referencia al dolor aparece dos veces en el versículo 16, con dolor dará luz a los hijos.
Al hombre, por su parte, en su trabajo. Dios dice en los versículos del 17-19 que con dolor comerá de la tierra, ésta le producirá espinos y cardos, que al tacto causan dolor, y finalmente, la dolorosa agonía de comer con el sudor de su frente.
Ambos sexos experimentarán el dolor en las actividades que Dios había diseñado para su gozo. Aún en el momento más feliz de la vida de Eva, cuando estuviese dando a a luz a sus hijos, aún en ese momento tan gozoso experimentará dolor. Lo mismo pasa con Adán, el trabajo es una bendición en sí mismo, pero ahora no se conocerá el gozo sin antes pasar por el sufrimiento. Es cierto, el ser humano puede sentir gozo en el nacimiento de un hijo, o en la consecución de los objetivos en el trabajo, pero no sin antes experimentar el sufrimiento, la agonía y el dolor con que Dios juzga a la humanidad por rebelarse en su contra y despreciar su generosa bondad.
Contienda: Finalmente, Dios juzga con enemistad. Vemos esta enemistad en tres ocasiones:
En las simientes: Génesis 3:15 “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya...”. Los descendientes de Eva estarán en enemistad perpetua con los descendientes de la serpiente. Ahora bien, los descendientes de la serpiente no son ni pequeñas serpientes bebés, es decir, la enemistad no es contra el reptil, ni tampoco contra los demonios, pues Satanás no es padre de los demonios. Las simientes se refieren a los dos grupos en los que ahora se divide la humanidad, el grupo de los redimidos, y el grupo de los que rechazan a Dios. En Juan 8:44 “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.”. Claramente el texto se refiere a los fariseos, quienes son llamados hijos de Satanás, es decir, la simiente de la serpiente. La iglesia padecerá persecución, los hijos de Dios serán asesinados a manos de los hijos de la serpiente, pero en última instancia, los hijos de Dios saldrán victoriosos. Hablaremos de esto con mayor detalle en un par de domingos en el siguiente sermón.
En el matrimonio: En segundo lugar, hay contienda en el matrimonio. Lea conmigo la segunda parte de Génesis 3:16 “... y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.” Ahora bien, el deseo que describe el texto, no es el deseo de estar juntos para siempre, sino el deseo de dominar y ocupar la posición de liderazgo en el hogar. Sabemos esto porque la palabra usada para deseo en este pasaje es la misma usada en Génesis 4:7 “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.”. De la misma manera que el pecado buscada dominar a Caín, así la mujer desea domina a su marido. Pero la respuesta del hombre, ya no es el liderazgo piadoso que Dios le había encargado, sino una dictadura opresora contra su esposa. Él ya no la guiará con amor, sino que la dominará por la fuerza. Ella buscará usurpar su posición y él responderá con dureza y aspereza para someterla.
En el hombre con la tierra: Y finalmente, habrá contienda entre el hombre y la tierra. Adán y Eva fueron llamados a sojuzgar la tierra en Génesis 1:28 “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”, pero ahora será la tierra la que dominará al hombre. No será sumisa, sino hostil contra el ser humano, produciendo espinos y cardos.
Maldición, dolor y contienda. El juicio de Dios se ha completado.

III. LA ESPERANZA QUE VENCE AL PECADO - Génesis 3:20-24

Ahora bien, hay un detalle que no debemos pasar por alto. Notemos que tanto el hombre como la mujer, ahora como seres caídos, en vez de aceptar su culpa delante del juez, acusan a otros hasta el punto de acusar a Dios mismo por los males que han acontecido en el Edén, solo mire la respuesta de Adán en Génesis 3:12 “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera...”. Solo faltó decir: “es tu culpa por haberme dado a esta mujer, debiste haberme hecho una capaz de resistir a la serpiente, Dios, esto es tu culpa.”
¿No es acaso ésa la misma reacción que encontramos en los seres humanos hoy? La gente culpa a Dios por el mal que ve en el mundo, y dicen: “Dios no puede ser bueno, porque si fuera bueno, entonces, no habría maldad en el mundo”. Ignoran que si Dios acabara con la maldad en el mundo también tendría que matar a todos los seres humanos, incluyendo a quienes se quejan contra Dios.
Otros, cuando leen Génesis 3 dicen, ¿por qué Dios puso el árbol en el medio del huerto? La caída es culpa de Dios porque debió haber ocultado el árbol. Y estos razonamientos parecieran ser lógicos pero solo son el efecto de una mente reprobada que no entiende la realidad, pues el pecado la ha afectado, y en vez de conocer la verdad, se excusa y culpa al Creador por el pecado de la criatura.
El profesor Grant Horner, experto en literatura, filosofía y teología, describe esta inhabilidad del ser humano de reconocer su propio error delante de Dios como una consecuencia de la caída. Horner expone: “La caída afectó tan profundamente a Adán y Eva y a sus descendientes… [que] hemos perdido nuestra habilidad de reconocer que no podemos ver. Nuestra ceguera espiritual… nos ha dejado tan ciegos que creemos que podemos ver”. Es lo que pasó con Adán, cuando Dios lo interrogó para que confesara su pecado ante la abrumante evidencia en su contra, él piensa que puede dar una versión correcta de los hechos, culpa a Dios en vez de asumir su desobediencia.
Conexión con el evangelio: Ahora bien, amado amigo que hoy nos visitas, tú y yo como descendientes de Adán hemos nacido en este mundo con la misma tendencia pecaminosa de echar la culpa a Dios por los males que nuestros pecados han causado. Culpamos a Dios porque las cosas no nos han salido bien, cuando en realidad, es una consecuencia del pecado desde Génesis 3 hasta nuestros días.
Tú puedes excusarte todo lo que desees, pero llegará un momento en el que estaremos delante de Dios, y sin importar nuestras excusas, Él hará justicia. Justicia no es precisamente lo que queremos, pues ante Él somos completamente culpables. Nuestra desnudez estará descubierta delante de Dios. Tú y yo trabajos incansablemente para hacer hojas de higuera como hicieron Adán y Eva, y por medio de nuestras buenas obras queremos tapar nuestra vergüenza y nuestra culpa delante de Dios. Buscamos silenciar nuestra consciencia que nos acusa de todas nuestras mentiras, de nuestro orgullo, de nuestra envidia, de nuestra falta de perdón, de creernos mejor que los demás, de nuestra falta de amor e interés genuino por los demás, de nuestro egoísmo. Nada de lo que hagamos podrá jamas ocultar nuestra culpa y vergüenza delante del Creador, ninguna hoja de higuera que intentes hacer podrá ocultarlo.
Pero aún en su juicio, Dios da una esperanza que vence al pecado. Aún en su juicio Dios muestra su misericordia y cuidado por el ser humano. Porque, a pesar de su juicio, no deja al ser humano experimentar todas las consecuencias de su pecado. Lee conmigo Génesis 3:21 “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”. El primer sacrificio fue hecho por Dios mismo, quien por medio del sacrificio de animales, toma pieles para cubrir la vergüenza y debilidad humanas. Verás, no es la obra humana sino la de Dios la que puede cubrir nuestra vergüenza, quitar nuestra culpa, y ahuyentar el temor. Solo Dios puede cubrirnos, y en Cristo, lo hizo. Jesús vino a este mundo viviendo una vida perfecta, pero fue revestido de nuestro pecado, para que nosotros en Él podamos ser revestidos de su justicia. Él murió la muerte que nosotros merecemos, Él sufrió el castigo que nosotros merecemos, para que en lugar de castigo recibamos perdón y libertad. Nada en este mundo podrá jamás quitarte la vergüenza ni la culpa por tu pecado, solo Cristo. Amado amigo, ven a Él en humilde arrepentimiento y fe, y Él te recibirá en amor y te cubrirá con su justicia.
Aplicación para la iglesia: Amada iglesia, este relato en Génesis es de vital importancia para nosotros como un doble recordatorio.
Las consecuencias del pecado siempre son profundas y lamentables: No pensemos que no sufriremos consecuencias por el pecado, siempre habrá dolor, desconfianza, temor y culpa. Esto debe llevarnos a tomar en serio a vida cristiana.
En Cristo, nuestra culpa y vergüenza es cubierta por su justicia: En esta vida debemos luchar con el pecado, algunas veces ganaremos, y otras veces caeremos, pero debemos recordar que en Cristo, y solo por sus méritos, nuestra culpa y vergüenza son cubiertas. Satanás buscará acusarnos y desanimarnos en nuestra lucha contra el pecado, pero debemos recordar que así como Dios cubrió la desnudez de Adán y Eva con pieles, así también en Cristo nuestra culpa es cubierta por su justicia. Este recordatorio no debe darnos licencia para pecar, sino una actitud de adoración, agradecimiento, y deseo de obediencia genuino.
Oremos.
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