Un hogar para todos

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En cristo toda diferencia humana quedó atrás, ahora somos una sola familia espiritual.

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La ley y la promesa

El apóstol Pablo ocupa gran parte de los capítulos 3 y 4 de su carta a los Gálatas para explicar el contraste entre la ley y la promesa.
En 3:15 en adelante, el apóstol comienza una nueva argumentación, dónde explica cuál es el origen y beneficiario de la promesa de Abraham.

¿Descendiente o descendencia?

En Gálatas 3:16-17, el apóstol argumenta claramente que la promesa hecha por Dios a Abraham fue declarada para su descendiente y no así a “sus descendientes”. En base a esto, el apóstol concluye que el descendiente al cual se refiere la promesa es a Cristo mismo.

¿Para qué vino la ley?

Esto nos lleva al siguiente punto explicado por el apóstol. Pablo argumenta que la ley fue dada para resguardar a la descendencia de Abraham hasta la llegada del descendiente a quien se refiere la promesa.
El objetivo de la ley era mostrar a las personas su condición de pecado, a la vez que mantener bajo control el pecado de tal manera que no corra sin límites.
Es así que el apóstol afirma que:
Gálatas 3:22 NVI
Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado, para que mediante la fe en Jesucristo lo prometido se les conceda a los que creen.
Esta declaración introduce la sección en la que nos vamos a enfocar hoy, el último párrafo del capítulo 3.

Somos hijos de Dios por la fe

Leamos lo que Pablo afirma en Galatas 3:23-29
Gálatas 3:23–29 NVI
Antes de venir esta fe, la ley nos tenía presos, encerrados hasta que la fe se revelara. Así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe. Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al guía. Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa.
Vamos a leer una traducción más literal de este mismo pasaje, y en base a aquello vamos a analizar este hermoso mensaje:
Pero, antes de que venga esta fe, éramos presos debajo de la ley, siendo cautivos hasta la revelación futura de la fe. Entonces, la ley ha sido nuestro guardián hasta Cristo, para que por la fe seamos declarados justos.
Pero, cuando vino la fe ya no estamos bajo el guardián. Porque todos ustedes son hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús. Porque quienes han sido bautizados en Cristo, se han revestido de Cristo. No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.
Y si ustedes son de Cristo, entonces son descendencia de Abraham, herederos de acuerdo a la promesa.

Somos declarados justos

En los versículos 23-25, Pablo utiliza un ejemplo fácil de comprender en sus tiempos, pero un poco difícil para nosotros hoy.
Hasta que llegue Jesús, la ley servía de paidagogos, la palabra de dónde hoy viene nuestro término pedagogo.
Pero, la idea que hoy tenemos de pedagogo es muy diferente a lo que sucedía en el siglo 1.
El paidagogos era un guardián a cargo de guiar y disciplinar a un pequeño hasta que llegue a la edad de la madurez.
Entonces, lo que aquí se está diciendo es que la ley de Moisés vino a ser el instrumento por el cual Dios puso límites a su pueblo, de tal manera que no se descarríen ni se desenfrenen, hasta que llegue la promesa esperada.
La ley vino a ser una especie de barrera para el pueblo, a la vez que una guía para dirigirlos mientras eran “imperfectos/niños”. Esto era así hasta la llegada de Cristo.
Entonces, cuando llega Cristo, el heredero de la promesa esperada, llegó también el cumplimiento. Pablo continúa con su metáfora:
Cuando llegó Cristo, llegó también el cumplimiento esperado.
Cuando el niño llegaba a la edad de la madurez, el paidagogos dejaba de ser necesario, pues se esperaba que el ahora joven pueda ir y venir por sí sólo, cuidándose a sí mismo y siendo capaz de desempeñar sus funciones.
La fe en Cristo nos hace capaces de caminar en esa madurez, nos hace justos delante de Dios. Ya no estamos atrapados en el pecado, por eso ya no requerimos el guardia de la ley. Ahora somos libres por la fe, para no pecar y para hacer la voluntad de Dios.

Ahora somos hijos (e hijas) de Dios

Los versículos 26-27 declaran nuestra nueva posición delante de Dios.
Vamos a leerlos rápidamente:
Gálatas 3:26–27 NVI
Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo.
El ejemplo de los versículos anteriores continúa (y de hecho se sigue desarrollando hasta el 4:7).
Hasta llegar a la mayoría de edad, los niños no tenían derechos en la casa, y estaban más bien bajo la tutela de un paidagogos, que por lo general era un esclavo de la casa.
Pero, cuando llegaba a la mayoría de edad, el joven pasaba a tener todos los derechos y obligaciones en la casa, como un heredero del padre.
Ahora, por medio de la fe en Cristo Jesús, nosotros hemos llegado a esa posición de herederos del Padre, siendo beneficiarios de todos los derechos y obligaciones que eso conlleva.

Bautizados en Cristo y revestidos de él

Aquí el apóstol pasa a explicar cómo es que esto funciona. ¿Cuál es el proceso por el cual pasamos de ser niños bajo la tutela de un guardián, a ser hijos con todos los derechos y obligaciones?
El apóstol dice que esto sucede cuando somos revestidos de Cristo.
Es importante notar que aquí no se está hablando del bautismo en agua, ya que este es un testimonio externo de lo que ya sucedió en nuestro interior por medio de la fe.
De lo que está hablando es de lo que se ha venido a llamar comúnmente como “el nuevo nacimiento”, es el hecho de haber entrado a una nueva vida por medio de aceptar el Señorío de Cristo por la fe.
La palabra traducida como revestidos, significa el apropiarse de características, virtudes, intenciones, etc.
Entonces, lo que aquí dice es que nos hemos identificado con Cristo por la fe, al punto de hacer nuestros sus valores, características, virtudes, etc.
Entonces, la libertad que nos otorga la fe no es para volver a una vida de pecado. De hecho, la ley fue dada porque sin ella estábamos condenados a una vida de pecado. La libertad que nos da Cristo, por medio de la fe, es la libertad de vivir una vida de justicia que agrada a Dios.

¿Quiénes tienen acceso a esta promesa?

Un hogar para todos.
El versículo 26 es claro por sí mismo, pero el apóstol Pablo quiere ir un paso más allá, quiere describir en detalle la extensión de la familia de Dios.
El versículo 28 procede a explicar quienes son invitados a la familia de Dios, a formar parte del hogar divino.
Leamos Galatas 3:28
Gálatas 3:28 NVI
Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.
Es en una sola frase, de manera tan sencilla, que el apóstol Pablo pone fin a todo sexismo, clasismo y racismo dentro de la iglesia.
Todos aquellos que se han revestido de Cristo, ahora ocupan delante de Dios la posición de hijos, beneficiarios de las promesas del Padre.

¿Cuál es esa promesa?

El versículo 29 responde:
la promesa hecha a Abraham.
La promesa de la justificación por medio de la fe.
La promesa de ser herederos de la bendición de Dios.

Conclusión y aplicación

El punto central de este hermoso pasaje es el hecho de que por medio de la fe, ahora somos hijos de Dios.
Más aun, por medio de esa misma fe estamos bautizados en Cristo y somos revestidos de él.
Aunque aquí no se lo dice de manera explícita, de forma implícita esta dicho que por medio de la fe somos parte del cuerpo de Cristo.
El lenguaje del versículo 27 en el griego es más claro, somos bautizados “en Cristo”, ese “en” es la preposición eis, que tiene una connotación de inclusión e introducción. En otras palabras, somos bautizados para formar parte de Cristo, somos revestidos de él, somos parte de su cuerpo, su iglesia.
La pregunta que sigue es esta, ¿está el cuerpo de Cristo dividido? ¿tiene Cristo cuerpo de primera y segunda categoría?
La respuesta de Pablo es categórica, NO, en Cristo somos UNO. No importa tu sexo, raza, o estatus social. Por la fe, eres parte de Cristo, igualmente merecedor del amor de Dios como cualquier otro hermano o hermana tuya.
Al mismo tiempo, ¿tiene Cristo parte den el pecado? La respuesta vuelve a ser NO. Ahora, por medio de la fe, eres libre del pecado, libre para vivir una vida en armonía con Dios.
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