La rebeldía y sus consecuencias
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7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10 Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
7 Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? 8 Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. 9 Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? 10 En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. 11 Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.
7 Al soportar esta disciplina divina, recuerden que Dios los trata como a sus propios hijos. ¿Acaso alguien oyó hablar de un hijo que nunca fue disciplinado por su padre? 8 Si Dios no los disciplina a ustedes como lo hace con todos sus hijos, quiere decir que ustedes no son verdaderamente sus hijos, sino ilegítimos. 9 Ya que respetábamos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, entonces, ¿acaso no deberíamos someternos aún más a la disciplina del Padre de nuestro espíritu, y así vivir para siempre?
10 Pues nuestros padres terrenales nos disciplinaron durante algunos años e hicieron lo mejor que pudieron, pero la disciplina de Dios siempre es buena para nosotros, a fin de que participemos de su santidad. 11 Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella.
7 Es para su corrección que sufren. Dios los trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline?
8 Pero si están sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces son hijos ilegítimos y no hijos verdaderos.
9 Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos?
10 Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de Su santidad.
11 Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, después les da fruto apacible de justicia.
En realidad, todos querríamos que Dios interviniera en nuestras vidas, siempre trayendo bendiciones (tal como las concebimos nosotros), bienestar, victorias y éxitos. Pero muchas veces Dios interviene para corregirnos y traernos de regreso al buen camino.
Alégrate por la intervención de Dios en tu vida.
I. El llamado de Dios y la rebeldía
I. El llamado de Dios y la rebeldía
1 Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: 2 Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí.
1 La palabra del Señor vino a Jonás hijo de Amitay: 2 «Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia.»
1 El Señor le dio el siguiente mensaje a Jonás, hijo de Amitai: 2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive. Pronuncia mi juicio contra ella, porque he visto qué perversa es su gente».
1 La palabra del Señor vino a Jonás, hijo de Amitai:
2 «Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella, porque su maldad ha subido hasta Mí»
¡Cuántas veces cometemos errores! Por lo general nos gusta pensar que fueron “errores” (no “decisiones mal tomadas”), y tratamos de justificarnos señalando a alguien más como responsable. Heredamos esa tendencia desde el propio comienzo de la historia. Siempre buscamos atenuar nuestra responsabilidad, queriendo pensar que hubieron factores, circunstancias o personas que determinaron nuestra manera de actuar. Pero en el fondo no podemos escapar a la realidad de que hicimos mal ,decidimos mal sabiendo que lo estábamos haciendo.
Un factor que muchas veces también evitamos considerar es el hecho de que nuestras malas decisiones no nos afectan solamente a nosotros mismos, sino que nuestra maldad y egoísmo casi siempre perjudican a otras personas. Es una realidad: le hacemos mal a otros con nuestras decisiones ajenas a la voluntad de Dios.
Tomemos, para nuestro análisis de esta situación, la situación del profeta Jonás como ejemplo.
La historia carece de presentación formal e inicia directamente con lo ocurrido. Si nos ponemos a analizarlo, esta introducción en que se dice que Vino palabra de Jehová a Jonás se reitera muchas veces en la Palabra. Esta frase se reitera una y otra vez en el Antiguo Testamento para referirse a la revelación de Dios por medio de sus profetas.
Estoy me ha hecho pensar: ¿sigue viniendo Palabra de Jehová a las personas hoy en día? Es cierto que en nuestro tiempo, la Palabra de Jehová por lo general viene asociada a la Palabra escrita, pero la Palabra de Jehová sigue llegando a los corazones. Los púlpitos de las iglesias son plataformas desde las que viene la Palabra de Jehová. Dios sigue hablando, sigue orientando, dirigiendo, reprendiendo, instruyendo.
Aquella no era la primera ni sería la única ocasión en que aquel hmbre, Jonás, escuchaba la voz de Dios. Se nos cuenta en 2 Reyes 14:25 que Dios le había usado para transmitir una profecía que fue cumplida durante el reinado de Jeroboam II.
¿Y tú? ¿Has escuchado la voz de Dios? ¿Qué haces cuando percibes que Dios te habla? ¿Te ha llamado Dios a cambios personales en tu vida? ¿Te ha inspirado Dios para ayudar a otros llevándoles su Palabra?
En este caso, Jonás recibió una Palabra que implicaría que viajara a Asiria. A veces Dios hace esto, indicándole a sus hijos que dejen el lugar dónde están para servirle conforme a sus planes: “Levántate y ve...”.
Si Dios te hablara indicándote ir a cierto lugar, ¿lo harías?
Cuando Dios toca nuestro corazón, podemos estar seguros de que sabe de qué está hablando. En el caso de Jonás, Dios conocía a los Asirios, su ambiente espiritual, sus hechos, su violencia e injusticia. Dios sabía que Nínive era una ciudad grande (algo que seguramente Jonás solo supiera por referencias) y que de ella habían procedido muchas maldades.
Cuando Dios habla, lo hace para señalar su voluntad, para orientar a personas y circunstancias para que su plan se desarrolle. En el caso de Nínive, Dios quería reprender su maldad, que era evidente delante de Él.
Dios no está ciego frente a la injusticia. Sabe lo que está pasando y no ha dejado de ver a los que han procedido mal y con soberbia. Y tiene un juicio de condenación contra lo que está mal.
Así que Jonás tenía que ir a Nínive y anunciar el juicio de Dios contra su maldad.
3 Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.
3 Jonás se fue, pero en dirección a Tarsis, para huir del Señor. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis. Pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor.
3 Entonces Jonás se levantó y se fue en dirección contraria para huir del Señor. Descendió al puerto de Jope donde encontró un barco que partía para Tarsis. Compró un boleto, subió a bordo y se embarcó rumbo a Tarsis con la esperanza de escapar del Señor.
3 Jonás se levantó, pero para huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor. Y descendiendo a Jope, encontró un barco que iba a Tarsis, pagó el pasaje y entró en él para ir con ellos a Tarsis, lejos de la presencia del Señor.
Aquí es donde la historia y la experiencia de Jonás rompen con lo habitual.
Lo que ocurre en la inmensa mayoría de los casos en los que viene la palabra de Jehová sobre la vida de sus siervos es el hecho de que ellos responden en obediencia. Dios sabe a quién le habla, conoce su compromiso. Son personas a quienes Él llamó a servirle y les otorgó un área de servicio conforme a su plan.
Pero, ¿qué ocurre aquí?
Este texto tendría que decir “Y Jonás se levantó para ir a Nínive, conforme a la palabra de Jehová”. Obediencia. Lo que corresponde a la Palabra de Dios es la obediencia.
Sin embargo, Jonás, entendiendo perfectamente lo que Dios le había dicho, hizo exactamente lo contrario. Sí, se levantó pero fue para huir de la presencia de Jehová.
El lugar hacia dónde huía Jonás se menciona en tres ocasiones, Tarsis. Era una nación costera y una ciudad al sur de la Península Ibérica, lo que hoy conocemos como España. Nínive quedaba hacia el oriente, y Tarsis exactamente en sentido contrario, al extremo occidente.
¿Cómo puede hacer uno para huir de Dios? David oraba así:
7 ¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?
8 Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
9 Si tomare las alas del alba
Y habitare en el extremo del mar,
10 Aun allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra.
11 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
12 Aun las tinieblas no encubren de ti,
Y la noche resplandece como el día;
Lo mismo te son las tinieblas que la luz. (Salmos 139:7-12)
¿Jonás no sabía esto? David escribió mucho antes del ministerio de Jonás, pero más allá de si lo hubiera leído o no, quién sirve a Dios tendría que saber estas cosas.
El hecho es que Jonás invirtió mucho esfuerzo y recursos con tal de ir en sentido contrario a la voluntad o el proyecto de Dios.
¿Puede ocurrir que Dios nos hable de algo o nos ordene algo que nosotros no queremos escuchar, cumplir u obedecer?
¿Por qué querría Jonás rechazar la misión que Dios le había encomendado?
Jonás sentía mucho rechazo por los habitantes de aquella ciudad a la que Dios le enviaba. Había sido una víctima, directa o indirecta, de la crueldad de los ejércitos enviados desde allí, y no quería saber absolutamente nada con aquella gente. Es más, Jonás no quería que Dios tratara con ellos. ¡Sí que eran injustos aquellos asirios!
Tú y yo hemos sido víctimas de personas que nos han herido, que han procedido muy mal en nuestra contra, y podemos tener razones para no desearles lo mejor. Sí, esto contradice las enseñanzas de Jesús en cuanto al amor a nuestros enemigos, un concepto que sabemos muy bien pero que no es nada fácil de cumplir.
Aquí hay encubierto un principio profundo que Jonás había aprendido muy bien por medio de su trato con el Señor y su experiencia: cuando Dios trata con alguien, por más que esté reprendiendo duramente sus acciones injustas, siempre, en su inmenso amor, abre una oportunidad para el arrepentimiento y le muestra la senda hacia la reconciliación y la paz con Él.
Jonás no quería ser parte de eso. No quería que el Dios eterno, Aquel que es amor, tratara con aquellos injustos, violentos y soberbios. Prefería huir en sentido contrario, pensando que tal vez, de alguna manera, podía evitar que Dios tratara con ellos.
Jonás viajó a Jope, el puerto sobre el Mar Mediterráneo, buscó un barco que viajara bien lejos, pagó el pasaje, y se dispuso a dirigirse en sentido contrario a la voluntad de Dios.
Todos los humanos conocemos este camino. Todos hemos transitado por él. Es el sendero que trazamos conforme a nuestros propios planes y conceptos de qué es lo mejor, a nuestra manera. Y nuestra manera suele ser contraria a la manera de Dios, exactamente contraria, así como el oriente del occidente.
En ocasiones hemos tomado la consciente y deliberada decisión de proceder en contra del plan de Dios luego de escuchar su voz, sabiendo que Él nos está orientando a buscarle, servirle y acercarnos a Él. Pero nos ha parecido “mejor” hacer algo diferente. ¿Te das cuenta hasta dónde puede llegar nuestra soberbia?
Habiendo leído hasta aquí, lo mejor que podemos hacer es tomar la sabia decisión de no caer en este error. Cuando Dios te hable, cuando Dios te enseñe y te ordene qué hacer, no elijas tu propia manera de hacer las cosas. Dirígete a hacer la voluntad de Dios, aunque no la entiendas, aunque no te parezca justo.
II. Pero Jehová 1
II. Pero Jehová 1
4 Pero Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave. 5 Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios; y echaron al mar los enseres que había en la nave, para descargarla de ellos. Pero Jonás había bajado al interior de la nave, y se había echado a dormir. 6 Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: ¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos.
4 Pero el Señor lanzó sobre el mar un fuerte viento, y se desencadenó una tormenta tan violenta que el barco amenazaba con hacerse pedazos.
5 Los marineros, aterrados y a fin de aliviar la situación, comenzaron a clamar cada uno a su dios y a lanzar al mar lo que había en el barco. Jonás, en cambio, había bajado al fondo de la nave para acostarse y dormía profundamente. 6 El capitán del barco se le acercó y le dijo:
—¿Cómo puedes estar durmiendo? ¡Levántate! ¡Clama a tu dios! Quizá se fije en nosotros, y no perezcamos.
4 Ahora bien, el Señor mandó un poderoso viento sobre el mar el cual desató una violenta tempestad que amenazaba con despedazar el barco. 5 Temiendo por sus vidas, los desesperados marineros pedían ayuda a sus dioses y lanzaban la carga por la borda para aligerar el barco.
Todo esto sucedía mientras Jonás dormía profundamente en la bodega del barco, 6 así que el capitán bajó a buscarlo. «¿Cómo puedes dormir en medio de esta situación? —le gritó—. ¡Levántate y ora a tu dios! Quizá nos preste atención y nos perdone la vida».
4 Pero el Señor desató sobre el mar un fuerte viento, y hubo una tempestad tan grande en el mar que el barco estuvo a punto de romperse.
5 Los marineros tuvieron miedo y cada uno clamaba a su dios; y arrojaron al mar la carga que estaba en el barco para aligerarlo. Pero Jonás había bajado a la bodega del barco, se había acostado y dormía profundamente.
6 El capitán se le acercó y le dijo: «¿Cómo es que estás durmiendo? ¡Levántate, invoca a tu Dios! Quizás tu Dios piense en nosotros y no pereceremos»
“Pero...”. Es uno de los términos más poderosos de nuestro lenguaje. Lo cambia todo. Puede haber una hermosa descripción de un precioso paisaje, una situación celebrable, un momento alegre. Entonces aparece esta partícula, “pero”, y lo cambia todo. El paisaje pierde su belleza, la situación deja de ser celebrada, el momento se entristece. Funciona en los dos sentidos, negativo y positivo, y el resultado es que siempre cambia la situación o señala una diferencia radical.
Jonás se había embarcado con la intención de alejarse de la presencia y el plan de Dios. No “se disponía a escapar”, sino que ya lo estaba haciendo, ya lo estaba concretando. Se encontraba moviéndose en sentido contrario a los propósitos de Dios para su vida.
Esa es una posición muy peligrosa -- aunque lamentablemente frecuente -- para cualquier persona.
Jonás huía.
“Pero Jehová...”
¿Qué hace Dios cuando sus hijos tomamos la mala decisión de alejarnos de sus propósitos para nuestras vidas? ¿Simplemente nos deja alejarnos mientras destruimos nuestras propias vidas en el intento?
No, permíteme decirte que a Dios le importas, le importas realmente mucho. Ha invertido mucho en ti, y de verdad no quiere que te pierdas. Sabe cuando haces las cosas bien y también cuando te alejas del buen camino. A veces has tomado el camino equivocado, y así como sucedió con Jonás, no te abandonó al resultado de tus malas decisiones.
¿Qué hizo Dios cuando vio que Jonás le volvía la espalda y se alejaba de sus propósitos para su vida?
“...hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave”.
Dios intervino en las circunstancias, cambiando lo que podría haber sido una travesía pacífica en una pesadilla.
Te ha sucedido. Procediste mal, decidiste lo que sabías que no estaba bien, y entonces las cosas empezaron a andar mal. Dios intervino para detenerte, para regresarte a la buena senda.
Que nos quede bien claro: las situaciones que enfrentamos no son el mero devenir del azar. Las cosas no suceden “porque sí”. Aquella tormenta no se levantó por coincidencia, justo sobre el barco en el que viajaba un hijo de Dios que operaba en rebeldía.
Pero presta atención al hecho de que Jonás no estaba solo.
Tampoco estás solo. Hay un entorno a tu alrededor, y las personas que te rodean son afectadas por tu comportamiento y tus decisiones.
Así sucedió en la situación de Jonás.
Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios; y echaron al mar los enseres que había en la nave para descargarla de ellos.
La tormenta era muy severa. Los marineros, probablemente con experiencia anterior en navegar aquel mismo mar, sabían que aquella situación estaba amenazando sus vidas. Así de fuerte era la intervención de Dios, su reacción ante la vida de uno de sus hijos en peligro.
Y los marineros tuvieron miedo… ¿Qué iba a pasar con ellos? ¿Qué iba a ser de aquel barco que era no solamenente su fuente de suprvivencia sino también su hogar y que arriesgaba el naufragio?
Aquellos hombres de mar reaccionaron de dos maneras:
1) ...cada uno clamaba a su dios… Esta es una indicación de que los miembros de la tripulación provenían de diferentes naciones y culturas, tenían diferente educación y sus dioses eran diferentes. Cada uno de ellos hacía lo mejor que podía para solucionar el problema, y la primera reacción era volverse a lo espiritual. Eran conscientes de que las cosas no sucedían “porque sí”, y recurrían a aquello en lo que creían en busca de ayuda.
2) ...echaron al mar los enseres que había en la nave… Aquella era la práctica razonable y habitual en caso de posibiliad de naufragio. Despojaban a la nave de todo lo que pudiera constituir sobrepeso, todo lo que no fuera estrictamente necesario. Estaban luchando por sus vidas, haciendo todo lo humanamente posible por salvarse.
Todos lo hacían. Bueno, todos...
Pero Jonás...
Otra vez un “pero”. En este caso el “pero” señala la excepción, apuntaba hacia la única persona que no procedía como los demás. Ante la situación extrema, todos habían olvidado sus diferencias y funcionaban como un gran equipo, menos uno.
¿Qué hacía Jonás? Dormía. Había descendido al lugar más hacia el interior de la nave, había cerrado los ojos y procuraba abstraerse, dejar de estar en contacto con todo lo que lo rodeaba. De alguna manera, este hombre sabía que Dios procuraría llamar su atención, que las cosas no iban a quedar así nomás. Aquel sueño de Jonás era solamente un intento más por huir de Dios.
Aquí se nos habla de que el patrón de la nave - el capitán, el jefe - se dirigió a él. Es interesante que no le exigió que colaborara con la parte material del salvataje, que ayudara a echar al mar todo lo innecesario, sino que le reclamó que él también clamara a su Dios. En su intervención parece reconvenirle, como diciéndole: “¿Qué estás haciendo? ¿Por qué tú no estás clamando a tu Dios?”.
Todos lo sabían: algo andaba mal en el mundo espiritual. Según el capitán, tal vez la oración de Jonás podía hacer la diferencia. Vivían en un momento histórico donde no dudaban en asociar sus circunstancias a influencias espirituales. Tal vez exageraban, pero no en este caso. Aún hoy, cuando llegan las circunstancias difíciles la mayoría de las personas se vuelve a Dios, “a su manera”. Sí, siguen clamando a sus dioses, buscando un respaldo espiritual que los defienda contra la dificultad.
Los hijos de Dios tenemos acceso a su presencia siempre. ¿Podría suceder que en algunas ocasiones omitamos presentar nuestras situaciones ante el Padre? Sí, puede suceder, y no tiene que ocurrir.
En aquella ocasión, Jonás no quería hablar con Dios. Sabía que estaba haciendo las cosas mal, y sabía perfeftamente que los problemas que estaban enfrentando tenían que ver con su desobediencia. Los hijos de Dios sabemos que la desobediencia trae consecuencias, aunque sean para nuestro bien.
Así como Jonás, tenemos que tomar conciencia de que nuestras acciones, palabras y actitudes, aún aquellas que los demás no conocen, afectan a todos a nuestro alrededor. No importa si tus pecados o tu rebeldía llegó a ser sabido por otros, está afectando a todos los que te rodean.
Despierta. Cambia. Reacciona.
III. Enfrentando la verdad y las consecuencias
III. Enfrentando la verdad y las consecuencias
7 Y dijeron cada uno a su compañero: Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. 8 Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres? 9 Y él les respondió: Soy hebreo, y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra. 10 Y aquellos hombres temieron sobremanera, y le dijeron: ¿Por qué has hecho esto? Porque ellos sabían que huía de la presencia de Jehová, pues él se lo había declarado.
7 Los marineros, por su parte, se dijeron unos a otros:
—¡Vamos, echemos suertes para averiguar quién tiene la culpa de que nos haya venido este desastre!
Así lo hicieron, y la suerte recayó en Jonás. 8 Entonces le preguntaron:
—Dinos ahora, ¿quién tiene la culpa de que nos haya venido este desastre? ¿A qué te dedicas? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿A qué pueblo perteneces?
9 —Soy hebreo y temo al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme—les respondió.
10 Al oír esto, los marineros se aterraron aún más, y como sabían que Jonás huía del Señor, pues él mismo se lo había contado, le dijeron:
—¡Qué es lo que has hecho!
7 Entonces la tripulación echó suertes para ver quién había ofendido a los dioses y causado tan terrible tempestad. Cuando lo hicieron, la suerte señaló a Jonás como el culpable. 8 Así que los marineros le reclamaron:
—¿Por qué nos ha venido esta espantosa tormenta? ¿Quién eres? ¿En qué trabajas? ¿De qué país eres? ¿Cuál es tu nacionalidad?
9 —Soy hebreo —contestó Jonás— y temo al Señor, Dios del cielo, quien hizo el mar y la tierra.
10 Los marineros se aterraron al escuchar esto, porque Jonás ya les había contado que huía del Señor.
—¿Ay, por qué lo hiciste? —.gimieron
7 Y cada uno dijo a su compañero: «Vengan, echemos suertes para saber por causa de quién nos ha venido esta calamidad». Y echaron suertes, y cayó la suerte sobre Jonás.
8 Entonces le dijeron: «Decláranos ahora por causa de quién nos ha venido esta calamidad. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?»
9 Él les respondió: «Soy hebreo, y temo al Señor Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra».
10 Los hombres se atemorizaron en gran manera y le dijeron: «¿Qué es esto que has hecho?». Porque ellos sabían que él huía de la presencia del Señor, por lo que él les había declarado.
Tenemos que ser auténticos.
Por muchas razones, a veces tratamos de “atenuar” la verdad, de encubrirla de alguna manera, para no reconocer, especialmente frente a los demás, nuestra responsabilidad por las cosas que pasan. Nuestra primera tendencia es decir “No fui yo” o “La culpa la tuvo aquel”. Necesitamos a enfrentar las cosas como son, sin filtros.
Jonás huía de Dios, y Dios estaba tras él. En su huída, había involucrado a toda la tripulación del barcon en el que viajaba. Claro que a la mayoría no les había dicho lo que en realidad hacía allí.
Pero cuando Dios quiere dejar algo claro, simplemente lo hace.
Aquellos hombres sabían que aquella situación, la tormenta que enfrentaban, no era producto de la casualidad. Había una razón espiritual para lo que sucedía. Había un Dios airado que se les oponía y no iba a dejar que todo siguiera así nomás. De manera que quisieron ir hasta el fondo de la cuestión. ¿Quién sería la persona - uno de ellos - a causa de quién sa había sucitado aquel problema? ¿Entiendes lo que estaban asumiendo? Cada uno de ellos tenía sus propios errores y responsabilidades, pero en aquella ocasión, aquella tormenta venía por causa de uno de ellos. ¿Quién sería?
Así que echaron suertes. Tan sencillo como eso. ¿Sobre quién cayó la suerte? Sí, claro, sobre Jonás. El profeta tuvo que confesar delante de todos su procedencia, sus convicciones y por qué estaba allí. Frente a todos, reconoció su compromiso con el único Dios verdadero, Creador del cielo y de la tierra. También les dejó saber que huía de Él.
Caso cerrado. Ya sabían el por qué de la tormenta.
Y aquellos hombres temieron sobremanera, y le dijeron: ¿Por qué has hecho esto?
Su testimonio los hizo llenarse de asombro ante Dios, a quien reconocieron como inmensamente poderoso y celoso. Podían percibir la intervención de Dios en sus circunstancias, y las palabras de Jonás solo lo confirmaban. Una profunda convicción de que Aquel era el Dios verdadero empezó a llenar sus corazones.
¿Por qué has hecho esto?
Buena pregunta, Jonás, ¿por qué lo hiciste? Te dedicas a servir al Todopoderoso, al único Dios verdadero, ¿y huyes de Él? Jonás podía haberse involucrado en una discusión referente a sus razones para no querer hacer la voluntad de Dios, pero no creo que lo haya hecho.
A veces nosotros también podemos tener bien claras nuestras convicciones, saber que no existe otro Dios ni rendirle culto a otro, pero al mismo tiempo actuar en contra de la perfecta voluntad de Dios, sabiendo que lo estamos haciendo.
Piensa en ello: Dios ha querido que asistas al estudio bíblico y no lo hiciste. Tal vez puso en tu corazón entregarle una ofrenda o ayudar a alguna persona, y te negaste. Puede ser que te haya reprendido por un pecado que no abandonaste. Te puede haber impulsado a darle testimonio de Jesús a alguien, y no fuiste.
¿Por qué has hecho esto?
El resultado de tus acciones puede verse en las circunstancias, y estas no solo te afectan a ti, sino a todos a tu alrededor.
Reconoce tu situación. Vuélvete a Dios con un corazón sincero.
La buena noticia es que Él es el Dios de las segundas oportunidades.
11 Y le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar se iba embraveciendo más y más. 12 El les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros. 13 Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos. 14 Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido. 15 Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor. 16 Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos.
11 Pero el mar se iba enfureciendo más y más, así que le preguntaron:
—¿Qué vamos a hacer contigo para que el mar deje de azotarnos?
12 —Tómenme y láncenme al mar, y el mar dejará de azotarlos—les respondió—. Yo sé bien que por mi culpa se ha desatado sobre ustedes esta terrible tormenta.
13 Sin embargo, en un intento por regresar a tierra firme, los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas; pero como el mar se enfurecía más y más contra ellos, no lo consiguieron. 14 Entonces clamaron al Señor: «Oh Señor, tú haces lo que quieres. No nos hagas perecer por quitarle la vida a este hombre, ni nos hagas responsables de la muerte de un inocente.» 15 Así que tomaron a Jonás y lo lanzaron al agua, y la furia del mar se aplacó. 16 Al ver esto, se apoderó de ellos un profundo temor al Señor, a quien le ofrecieron un sacrificio y le hicieron votos.
11 Como la tormenta seguía empeorando, le preguntaron:
—¿Qué debemos hacer contigo para detener esta tempestad?
12 —Échenme al mar —contestó Jonás— y volverá la calma. Yo sé que soy el único culpable de esta terrible tormenta.
13 Sin embargo, los marineros remaron con más fuerza para llevar el barco a tierra, pero la tempestad era tan violenta que no lo lograron. 14 Entonces clamaron al Señor, Dios de Jonás: «Oh Señor —le rogaron—, no nos dejes morir por el pecado de este hombre y no nos hagas responsables de su muerte. Oh Señor, has enviado esta tormenta sobre él y sólo tú sabes por qué».
15 Entonces los marineros tomaron a Jonás y lo lanzaron al mar embravecido, ¡y al instante se detuvo la tempestad! 16 Los marineros quedaron asombrados por el gran poder del Señor, le ofrecieron un sacrificio y prometieron servirle.
11 Ellos le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que el mar se calme alrededor nuestro?». Pues el mar se embravecía más y más.
12 Y él les respondió: «Tómenme y láncenme al mar, y el mar se calmará alrededor de ustedes, pues yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre ustedes»
13 Los hombres se pusieron a remar con afán para volver a tierra firme, pero no pudieron, porque el mar seguía embraveciéndose contra ellos.
14 Entonces invocaron al Señor, y dijeron: «Te rogamos, oh Señor, no permitas que perezcamos ahora por causa de la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente; porque Tú, Señor, has hecho como has deseado».
15 Tomaron, pues, a Jonás y lo lanzaron al mar; y el mar cesó en su furia.
16 Y aquellos hombres temieron en gran manera al Señor; ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos.
¡Cómo pesa la vida cuando uno sabe que ha hecho las cosas mal y, para colmo de males, está perjudicando a otros en su rebeldía! ¡Cómo necesitamos aprender a reconocer esta verdad antes de cometer los errores!
Creo que a todos nos ha pasado. Hemos dado pasos en falso, hemos actuado de maneras contrarias a nuestros propios valores, en contra de la voluntad de Dios, y sabemos que hemos equivocado el camino. Entonces nos damos cuenta de que nuestros errores tienen consecuencias, no solamente para nosotros sino para nuestro ambiente, para todos los que nos rodean, y eso sí que nos pesa.
La convicción de pecado es una obra de Dios. Todos llevamos por dentro eso a lo que le llamamos “conciencia”, que tiene la costumbre de señalarnos nuestros errores. Pero además, la Palabra nos revela que el Espíritu Santo es quien “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). ¿Has caído bajo esa convicción de parte de Dios, obrada por el Espíritu Santo en tu corazón? Ese peso, esa acusación, esa revelación de nuestra responsabilidad por nuestros pecados, viene de Dios y es por nuestro bien. Tendría que ser la guía para buenas decisiones.
En el caso de Jonás, todo había quedado claro. Jonás no había escondido su error, sino que lo había reconocido abiertamente frente a los que le preguntaron. Este pasaje nos revela el pesar que Jonás sentía por su error, y cómo reconocía el peso de haberse alejado de Dios.
Una vez que Jonás hubiera reconocido su situación espiritual, los navegantes le preguntaron qué podrían hacer para solucionar aquella situación, para enfrentar el problema de la tormenta. Hasta aquel momento no habían sido adoradores de Jehová Dios, aunque su única mención despertó en ellos un muy profundo respeto, en especial al considerar la tormenta que se abatía sobre ellos. ¿Qué podían hacer ahora, tratando con este poderoso Dios, para salir vivos de aquel problema?
Jonás lo dijo sin contemplaciones. Tenían que echarlo al mar. Eso significaba la muerte. Él sería el sacrificio aceptable, por su propio pecado, para que Dios librara la vida de aquellos hombres. Jonás reconocía su culpa y enfrentaba las consecuencias de sus malas decisiones.
Hay ocasiones en las que tenemos que ser como Jonás, en especial para tener el valor de hacer la afirmación que él hizo:
...yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros.
Jonás reconocía que el juicio de Dios sobre él estaba perjudicando a otros, a aquellos hombres. Lo dijo sin dudar: sabía que si lo quitaban del medio, si lo aislaban para que el juicio de Dios cayera sobre él, ya no habría perjuicio para ellos.
¿Te has enfrentado a la realidad de que tus pecados y el juicio de Dios por ellos han llegado a perjudicar a otros? La disciplina de Dios muchas veces es dura, clara y contundente. A veces, como Jonás, podríamos querer que nadie más que nosotros reciba las consecuencias.
El relato nos revela que la tripulación del barco no aplicó de inmediato la fórmula que Jonás les recomendó. Por el contrario, nos dice que trabajaron para hacer volver la nave a tierra. Sabían que arrojar a Jonás al mar significaba la condena de muerte para él, y quisieron evitarla. Cuando Dios interviene en una situación, no hay nadie que pueda resistirlo.
Entonces clamaron a Jehová...
En la intensidad del problema, se pusieron a buscar a Dios, oraron a Él. Ya no oraban “a sus dioses”, sino a Jehová.
Oraron por sí mismos:
Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido.
Aquellos hombres paganos, adoradores de diferentes dioses, se estaban volviendo a Dios en medio del quebrantamiento, el temor y la desgracia. No querían morir como consecuencia de los errores de aquel hombre, y tampoco querían ser considerados asesinos al arrojarlo al mar. Reconocieron que Dios hacía lo que quería, que suya era la autoridad y el poder, que Él contralaba todas las cosas.
Luego de orar, tal vez con mucho pesar en sus corazones, tomaron a Jonás, y lo echaron al mar.
Hay ocasiones en las que hay que reconocer que las personas tienen que enfrentar las consecuencias de sus hechos. Podemos querer atenuarlas, podemos querer evitar que sufran, pero tenemos que reconocer que Dios hace como quiere, por más que nosotros queramos evitarlo.
Lo interesante es lo que sucedió a continuación. ¿Puedes imaginar la sorpresa y el corazón maravillado de aquellos hombres cuando, a continuación de echar a Jonás al mar y verlo hundirse, vieron que instantáneamente el mar se aquietaba y quedaban a salvo, listos para volver vivos a tierra? ¡La amenaza de sus vidas había terminado!
Quiera Dios que podamos percibir la diferencia aquí, el impacto que produce el pecado en una situación. Las consecuencias del pecado no son solamente las lógicas conforme al razonamiento humano. Quita el factor pecado de cualquier situación y será completa y radicalmente diferente. Es como la diferencia entre la tormenta y la calma. Sí, tenemos que buscar a Dios, y si queremos que nuestra vida sea una navegación en calma, sin riesgos innecesarios, procuraremos andar conforme a la voluntad de Dios.
El impacto de Dios sobre la vida de aquellos hombres es impresionante. A Dios le importaban aquellos navegantes, y así como no le sorprendió la rebeldía de Jonás también había planeado tocar sus corazones. Aquellos hombres se convirtieron en sus adoradores, abandonando su paganismo para volverse al Único Dios verdadero. Observa sus tres reacciones:
...temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor...
...ofrecieron sacrificio a Jehová...
...hicieron votos.
Tuvieron una experiencia personal con el Dios verdadero, una experiencia que les cambiaría la vida por completo. Sus votos implicaban compromisos con Dios, que llegarían a afectar todo lo que vivieran.
No se olvidarían de Jonás, a quien consideraban muerto. Habían aprendido que hay un Dios, Creador del cielo y de la tierra, del que no se puede huir y quien merece obediencia y fe.
¿Lo has aprendido tú?
IV. Pero Jehová 2
IV. Pero Jehová 2
17 Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches.
17 El Señor, por su parte, dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre.
17 Entre tanto, el Señor había provisto que un gran pez se tragara a Jonás; y Jonás estuvo dentro del pez durante tres días y tres noches.
17 Y el Señor dispuso un gran pez que se tragara a Jonás; y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches.
Lo único que las personas conocemos es el presente y el pasado. El futuro, sin embargo, representa siempre una inmensa incógnita para nosotros. Al tratar con Dios, sin embargo, tenemos que aprender que Él sí conoce el futuro, incluyendo cada uno de nuestros días, horas, minutos y segundos. No solamente lo conoce sino que lo controla.
¿Qué tiene Dios preparado para ti para mañana? Es cierto, no lo sabes. Pero puedes estar seguro de que Dios tiene algo preparado.
A veces hacemos “pronósticos”, consideramos las situaciones que vemos desarrollarse en nuestras vidas y evaluamos adónde aquello va a parar. ¡Cuidado con esa soberbia! ¡Nosotros no sabemos nada!
Jonás había experimentado su sentencia de muerte por haber huído de la presencia de Dios y su voluntad. Había cavado su propia tumba al alejarse de Dios y decidir hacer las cosas a su manera.
Allí es donde vuelve a aparecer aquella pequeña y poderosa partícula, por segunta vez en este capítulo:
Pero Jehová...
Sí, no es la primera vez que aparece esta frase aquí. En el versículo 4 se nos dice que cuando Jonás le dio la espalda a Dios para huir de su presencia, Él no lo dejó todo así nomás, sino que generó aquella poderosa tormenta en la que todos se vieron envueltos. Jonás quiso hacer lo suyo, pero Jehová intervino, frustrando sus planes, impidiendo que siquiera se acercara a Tarsis.
Dios interviene.
Aquí, una vez más, Dios cambia la lógica de la historia. Lo que obviamente tenía que haber ocurrido era que Jonás habría caído al mar y habría muerto ahogado. Fin de la historia. Y allí es justamente donde aparece el “pero” de Dios. Ese “pero” de Dios ha aparecido y aparecerá también en tu vida.
Este asombroso versículo nos recuerda el asombroso control que tiene Dios sobre todas nuestras circunstancias.
Pero Jehová tenía preparado...
Mientras los marineros trabajaban arduamente con tal de evitar el hundimiento del barco y también la muerte de Jonás, Dios ya tenía preparado lo que iba a suceder. Nosotros que caminamos con Dios tomados de la mano de Jesús tenemos que aprender que Dios ya tiene preparadas las situaciones delante de nosotros. Dios va delante de nosotros.
Imagino a Jonás siendo arrojado al mar, con lágrimas en los ojos, sabiendo que aquel era su final. Cayó al agua, sintió el impacto, se empezó a hundir, y él sabía que era el final. O eso pensaba. Lo que jamás en su historia hubiera calculado fue que Dios tuviera preparado un pez para que lo tragara.
Hay quienes cuestionan la validez de esta historia. ¿Un gran pez? ¿Se puede sobrevivir en el vientre de un pez? He escuchado algunas historias recientes de buzos que pasaron por experiencias parecidas (https://cnnespanol.cnn.com/2021/06/12/buzo-fue-tragado-escupido-por-ballena-jorobada-trax/). ¡Cuántas historias más habrán pasado a lo largo de la historia!
Cuando Jonás pensaba que era el fin, todavía no lo era. Dios todavía tenía planes. Jesús utilizaría la experiencia de Jonás como un ejemplo de su propia experiencia con la muerte (Mateo 12:40).
Recuerda esto:
9Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1 Corintios 2:9)
¿Qué tiene preparado Dios para ti?
Por lo pronto, no confíes en tus pronósticos. Dios hace grandes cosas que nosotros no entendemos.
5 Truena Dios maravillosamente con su voz;
El hace grandes cosas, que nosotros no entendemos. (Job 37:5)