Sermón sin título (6)
1:26–28 Dios desdeñó la sabiduría humana, no solo al descalificarla como medio para llegar a conocerlo, sino también en su elección de salvar a los humildes. Él no llama a salvación a muchos de los que el mundo llamaría sabios, poderosos y nobles (cp. Mt. 11:25; 18:3, 4). La sabiduría de Dios es revelada a los que son considerados tontos, débiles y comunes por los elitistas, como resultado de haber depositado su confianza en Jesucristo como Salvador y Señor. Es evidente que Dios recibió todo el crédito y la gloria por haberse asegurado que tales personas humildes alcanzaran conocimiento de Él y de las verdades eternas de su reino celestial. Ningún pecador salvo puede jactarse de haber alcanzado la salvación por su intelecto (v. 29).
1:30, 31 Los redimidos no solo reciben salvación por la sabiduría de Dios y no por la suya propia, sino que también reciben por su gracia (“nos ha sido hecho por Dios”) una medida de su sabiduría divina, al igual que su justicia imputada (Ro. 4:5; 2 Co. 5:21), santificación del pecado (Ef. 2:10), y redención total (Ef. 1:14; 1 P. 1:18, 19), con el fin de que, por encima de todo lo demás, el Señor sea glorificado (cp. Gá 6:4).
1:31 Cita de Jeremías 9:24.