DE UNA VANA MANERA DE VIVIR A UNA SANTA MANERA DE VIVIR
INTRODUCCIÓN
DEBEMOS RESPONDER CORRECTAMENTE SIENDO CONSECUENTES CON NUESTRO LLAMADO
Ceñir literalmente significa “rodear” y se puede referir a apretar un cinturón, amarrar una cuerda, o asegurar algo en preparación para cierta acción. En tiempos antiguos este concepto se refería a ceñirse la túnica (Éx. 12:11; 1 R. 18:46; 2 R. 4:29; 9:1; Jer. 1:17). Si una persona quería moverse con mayor rapidez y facilidad solía levantarse los bordes de la túnica y engancharlos en el cinturón.
Lo primero que un soldado romano hacía antes de dirigirse a la batalla era ponerse el cinturón y atarse la túnica a fin de que sus bordes no le obstaculizaran la eficacia en combate. Ceñirse la túnica indicaba que el soldado tomaba en serio la preparación para la vida y la muerte, y el combate mano a mano.
Implica todo el reino de la firmeza o del dominio propio espiritual: tener claridad de mente y disciplina de corazón, encargarse de las prioridades y equilibrar la vida para que no esté sujeta a la influencia dominadora y corrupta de las seducciones de la carne
SIENDO CONCIENTES DEL PRECIO DE NUESTRO RESCATE
La vida del cordero fue el precio requerido para salvar la vida de los primogénitos de las familias de Israel. El cordero fue una ilustración divinamente ordenada, y su sacrificio tipificó la muerte expiatoria de un sustituto inocente que redimía a quienes estaban en esclavitud. Este evento de la Pascua se convirtió inmediatamente en símbolo de redención sustitutiva (1 Co. 5:7–8). Dios decretó además que Israel celebrara anualmente la Pascua a fin de recordar perpetuamente a la nación la poderosa liberación que Dios les hiciera de Egipto (Dt. 16:2–3, 5–7), y para señalar al pueblo hacia el verdadero Cordero que un día iba a morir y a resucitar como sacrificio sustitutivo perfecto y definitivo por pecadores redimidos con su sangre
Una anécdota de principios del siglo XX ilustra muy bien cómo los cristianos deben estar agradecidos por lo que Cristo ha hecho por ellos. Un día, mientras se hallaba sobre un andamio en un tercer piso, un ingeniero de la construcción tropezó y cayó a tierra en lo que pareció ser una fatal caída en picado. Justo debajo del andamio, un obrero levantó la mirada mientras el hombre caía, se dio cuenta de que estaba parado exactamente donde iba a caer el ingeniero, se apuntaló, y absorbió todo el impacto de la caída del otro hombre. El golpe hirió levemente al ingeniero, pero gravemente al obrero. La brutal colisión le fracturó casi todos los huesos de su cuerpo, y después de recuperarse de esas heridas quedó gravemente discapacitado.
Años más tarde, un periodista preguntó al antiguo obrero de la construcción cómo le había tratado el ingeniero desde el accidente. El discapacitado contestó: “Me dio la mitad de todo lo que posee, incluso una participación en su negocio. Constantemente se preocupa por mis necesidades y nunca permite que yo carezca de algo. Casi todos los días me da alguna muestra de agradecimiento o recuerdo”.
A menudo los creyentes, a diferencia del agradecido ingeniero de la historia, olvidan que en el Calvario hubo un sustituto que sufrió todo el impacto de su peso pecador y que los rescató cuando se precipitaban hacia una eternidad en el infierno. Dios derramó su ira sobre el Sacrificio perfecto (1:19; cp. He. 4:15; 7:26–27), su Hijo sin pecado que “herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”
SIENDO DILIGENTES EN AMARNOS UNOS A OTROS
El llamado en este texto es para que los santos manifiesten un amor eterno por sus hermanos creyentes, el cual es coherente con una nueva vida incorruptible en Jesucristo por el poder de la palabra del evangelio que en sí es incorruptible.