El pecado de Moisés
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El pecado de Moisés
El pecado de Moisés
Deuteronomio 32:48–52
48 Y habló Jehová a Moisés aquel mismo día, diciendo: 49 Sube a este monte de Abarim, al monte Nebo, situado en la tierra de Moab que está frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que yo doy por heredad a los hijos de Israel; 50 y muere en el monte al cual subes, y sé unido a tu pueblo, así como murió Aarón tu hermano en el monte Hor, y fue unido a su pueblo; 51 por cuanto pecasteis contra mí en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba de Cades, en el desierto de Zin; porque no me santificasteis en medio de los hijos de Israel. 52 Verás, por tanto, delante de ti la tierra; mas no entrarás allá, a la tierra que doy a los hijos de Israel.
Introducción
Introducción
Moisés es un personaje muy importante en la Biblia, apreciado por los israelitas y respetado por la iglesia.
Su vida es un gran ejemplo de liderazgo, compromiso, dedicación, humildad y paciencia.
Sin embargo, cuando leemos que Dios le prohíbe entrar a la tierra prometida, a la vista humana parece una gran injusticia, pues después de todo lo que sufrió, ahora no le es permitido disfrutar del fruto de su esfuerzo.
En estos pasajes vemos que Dios le ordena subir al monte Abarim, en la frontera de la tierra prometida para morir, solo le fue permitido apreciar la tierra prometida desde lo alto del monte.
Pero veremos que Dios actuó en completa justicia al actuar de esta manera con Moisés.
Las circunstancias
Las circunstancias
Después de la muerte de María, el pueblo transitaba por el desierto de Zin, ahí no había agua por lo que el pueblo comenzó a murmurar injustamente contra Moisés:
Números 20:3-4 “Y habló el pueblo contra Moisés, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Jehová! ¿Por qué hiciste venir la congregación de Jehová a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias?”
Después de tantos años de ver la mano de Dios, el pueblo aún no había aprendido a confiar en Él, esto estaba cansando a Moisés y colmando su paciencia.
La humildad de Moisés
La humildad de Moisés
Nuevamente Moisés junto a su hermano Aarón presentaron el caso a Dios: Números 20:6 “Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos.”
Las instrucciones de Dios
Las instrucciones de Dios
Dios les da las siguientes instrucciones: Números 20:8 “Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias.”
El enojo de Moisés
El enojo de Moisés
Moisés y Aarón convocaron a la congregación delante de la peña en el desierto de Zin, e hizo lo siguiente:
Números 20:10 “Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?”
Moisés estaba sumamente molesto con la congregación, y su enojo tomó el control de sus acciones.
Dios le ordenó hablar a la peña: “v.8 ...hablad a la peña a vista de ellos..”,
Pero Moisés le habló al pueblo: “v.10. Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes!”
Moisés habló precipitadamente y en actitud orgullosa.
La presunción de Moisés
La presunción de Moisés
v.10 “...¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?”
Moisés quizá sin percatarse, se estaba atribuyendo la gloria del milagro a él y no a Dios.
Este es un peligro que corremos frecuentemente los pastores, de atribuirnos los méritos del éxito ministerial a nuestro esfuerzo, y se nos olvida darle la gloria a Dios.
Este es un peligro que los apóstoles procuraban evitar: Hechos 3:12 “Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?”
La desobediencia de Moisés
La desobediencia de Moisés
Dios había ordenado a Moisés hablarle a la roca y nada más, pero Moisés la golpeó dos veces:
Números 20:11 “Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces...”
Anteriormente en Horeb Dios le ordenó golpear una vez la peña (Éxodo 17:6).
Moisés actuó dejándose llevar por su experiencia pasada, sin considerar la reciente instrucción de Dios.
Este es un peligro que corremos los pastores. Los medios empleados ayer puede que no sean los medios dispuestos por Dios para hoy.
Por es es muy importante estar atentos a la voz de Dios y obedecer todo lo que Él nos indique.
La rectitud de Moisés
La rectitud de Moisés
Siendo Moisés el escritor de estos libros, no procuró ocultar su pecado, sino que él mismo nos lo cuenta, para que Dios sea glorificado y que nosotros seamos advertidos.
La fidelidad de Dios
La fidelidad de Dios
A pesar del pecado de Moisés, Dios honró su Palabra y las aguas brotaron en abundancia. Números 20:11 “...y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias.”
El fruto del pecado
El fruto del pecado
Con esta actitud Moisés deshonró a Dios: Números 20:12 “Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.”
Por tanto, el fruto de su pecado fue impedirle que entrara a la tierra prometida.
Muchos ministerios son estorbados por la intervención humana, sin escuchar ni obedecer la instrucción de Dios. Miqueas 7:7 “Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá.”
Conclusión
Conclusión
Quizá algunos aun consideren que fue demasiado fuerte el castigo contra Moisés comparado con la falta que cometió.
Debemos advertir que, debido el alto privilegio de Moisés, las faltas se castigan con más severidad:
Lucas 12:47–48
“47 Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. 48 Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.”
Es necesario que nosotros los pastores nos conduzcamos con mas cuidado y temor que la congregación, pues nuestras faltas se castigan con más severidad. Santiago 3:1 “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.”